26 octubre, 2011

Capítulo 75 "Berilo Rots"

Como todos los comienzos de primavera, los turistas comenzaban a invadir el antiguo peñón. Sin duda ese lugar en el mundo es uno de los sitios más visitados por los viajeros de diversas nacionalidades. Es un sitio pletórico de historia y su belleza natural es una de sus características más apreciada. “The Rock” como la denominan los ingleses es una ciudad fuera de lo común. Lugar cosmopolita por excelencia y envuelto en un conflicto territorial que ya llevaba más de tres siglos, para los españoles es sencillamente Gibraltar. Culturas opuestas convergen allí y convierten al peñón en un imán muy difícil de ignorar.
Berilo Rots hace más de 20 años que habita una pequeña casa en The Rock. Su vivienda se halla en una zona de riscos y completamente alejada del circuito turístico. La única compañía que tiene la mujer es la de su antigua ama de llaves, una holandesa de buena cuna que la cuida con suma devoción. Gunilla Janssen no sólo se destaca por su imponente físico, sino también por un invalorable sentido de la nobleza. Desde el terrible episodio que marcó para siempre la vida de Berilo Rots, no ha pasado un solo día sin que Gunilla vele por el bienestar de la anciana dama.
Berilo Rots era la representante más antigua dentro del Clan de las Piedras. Su familia siempre se destacó dentro del Clan por sus continuos aportes y por su profunda devoción. Sin duda Berilo estaba destinada a tener una participación más que destacada dentro del grupo. Después de cruzar el umbral de los 16 años y una vez que había cumplido la mayoría de edad, Berilo comenzó a padecer una serie de tragedias personales que ensombrecieron su vida. A pesar de no experimentar ninguna clase de deficiencia orgánica, Berilo no pudo quedar embarazada hasta la edad de 38 años. Las sucesivas muertes de su madre y su hermana, la primera de manera natural y la segunda en un terrible accidente automovilístico, le provocaron una depresión que a la hora de concebir le impedía concretar su único anhelo.
Finalmente en el umbral de los 40 años Berilo dio a luz a una niña que fue bautizada con el nombre de Esmeralda. Aquella criatura se convirtió rápidamente en la luz de sus ojos. Esmeralda significaba “el renacer” de toda la familia. El apellido Rots revivía con cada respiro que aquella pequeña niña exhalaba. Esmeralda nació el día que daba comienzo a su signo zodiacal, por ende su origen era puro por naturaleza. Los dones de la niña se desarrollaron con rapidez. Su capacidad para estimular la purificación del espíritu y su habilidad innata para abrir el tercer ojo, la convirtieron en una jovencita muy prometedora. Berilo estaba orgullosa y Esmeralda se fue criando en un ámbito donde su destino de Dama la colmaba de orgullo y felicidad.
Todo cambió de manera trascendental un mes después de cumplir los 24 años. Aquella mañana Esmeralda paseaba junto a uno de sus perros por el campo de tulipanes que se extendía a unos 300 metros de su casa. Los ojos del oficial holandés se cruzaron con los de Esmeralda y la atracción fue inmediata. A pesar que ese día apenas intercambiaron unas pocas palabras, los encuentros entre la muchacha y el joven oficial se repitieron a lo largo de todo un mes. Fue la primera vez que Esmeralda le ocultaba algo a su madre. Estaba confundida y experimentaba sentimientos encontrados. Si bien su anhelo era continuar con la tradición que su condición de Dama le otorgaba, el deseo y el amor que sentía por aquel hombre eran cada vez más fuertes. Se rehusaba a la posibilidad de engendrar una criatura con aquel joven y luego verse obligada a quitarlo de su vida para siempre.
Berilo comenzó a advertir los cambios en el carácter de Esmeralda a partir del segundo mes de la secreta relación que su hija mantenía con el soldado holandés. Una noche antes de retirarse a dormir, decidió que ya era tiempo de confrontar a su hija. Algo estaba sucediendo y ella necesitaba saber de que se trataba. Esmeralda se derrumbó en cuanto comenzó a hablar. Berilo apenas podía creer lo que estaba escuchando. Sin embargo el profundo amor que profesaba por su hija le impidió tomar una determinación apresurada. Tratando de calmar la angustia que agobiaba a la joven, le prometió que juntas iban a tratar de solucionar aquel problema.
Berilo conoció a Willem, el joven oficial de 28 años del que estaba enamorada su hija, y comprendió de forma inmediata que no tenía ningún sentido oponerse al sentimiento que los unía a ambos. No dudó mucho en tomar una decisión. Habló con Esmeralda seriamente y le dijo que sólo existía un camino para resolver aquel entuerto.
No quedaba otra solución que comunicar lo que estaba sucediendo al Clan y enfrentar con valor la terrible reacción de la Guardia Secreta…


El tren que las trasladó desde Zurich a Vaduz llegó en horario. El viaje fue absolutamente magnífico. Ópalo Pierre y Rosa Pietra no daban crédito de lo que veían sus ojos. El paisaje era maravilloso. Ninguna de las dos conocía el principado de Liechtenstein y este maravilloso lugar les estaba obsequiando una espléndida sorpresa. Las cúspides de las montañas aún cubiertas de nieve conformaban un cuadro natural muy difícil de igualar.
Sin embargo toda esta maravilla de la naturaleza no parecía conmover ni un ápice a Ámbar. La chica continuaba tan desanimada y ausente como el primer día. Nada ni nadie podía llegar a rescatarla del limbo en el que se hallaba abstraída. Ópalo Pierre había optado por dejar que las cosas transcurrieran sin mayores presiones y esperaba que llegadas a Vaduz, las guardianas pudieran ayudarlas con la apatía que padecía la jovencita.
Descendieron del tren a las 16.30hs. Mientras un empleado de la estación las ayudaba con el equipaje, Rosa Pietra advirtió la presencia de un joven hombre que las observaba con suma atención. Una vez que las tres mujeres quedaron solas en el andén, el muchacho se acercó hasta ellas y las saludó cordialmente.
-Buenas tardes, señoras. Mi nombre es Jonás y vengo a buscarlas. Las Guardianas las están esperando.
A pesar de la pobre imagen que Ámbar presentaba en ese momento, el sacerdote no pudo quitarle los ojos de encima. Sin dudas Ámbar era una joven muy atractiva. Llevaba el cabello sujeto en una trenza y usaba un vestido floreado que le otorgaba un aspecto casi angelical. Aunque calzaba una sandalias sin tacos. su altura era superior a la media. Jonás deseaba poder descubrir sus ojos, pero Ámbar no se quitó los anteojos negros en ningún momento. Ni siquiera emitió un pequeño comentario. Parecía estar en un evidente estado de ensoñación. Una vez que Ópalo y Rosa ingresaron al Mercedes negro, Jonás extendió la mano y se la ofreció a la muchacha con el fin de ayudarla a entrar al auto. Ella titubeó unos segundos y sin decir palabra apoyó su palma sobre la del muchacho y rápidamente subió al vehículo.
Arribaron a la residencia de Vaduz pasadas las 17.00hs. Dos jóvenes mujeres las estaban esperando en la entrada principal.
-Bienvenidas a Vaduz, señoras. Mi nombre es Cordelia y ella es Francina.
Ópalo Pierre y Rosa Pietra saludaron con amabilidad. Ámbar permaneció tan ausente como siempre. Las sacerdotisas la miraron extrañadas. Algo parecía funcionar mal. Francina miró a Ópalo y dijo:
-¿La señorita se encuentra bien?
Rosa Pietra sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Ámbar la estaba encolerizando. Si se empeñaba en mantener aquella actitud, no iba a tener más remedio que exponerla a los métodos de las Guardianas. Ópalo era demasiado condescendiente con aquella quisquillosa jovencita. ¡Qué no daría ella por que su Alejandrita estuviese en su lugar! ¡Zorra consentida!
-Ámbar esta extenuada. El viaje fue muy largo… -afirmó Rosa mirando a Ópalo con astucia.
-Es verdad. –confirmó Ópalo con premura- Necesita descansar unas horas.
-¡Por supuesto! –exclamó Cordelia- Todo está preparado para que se sientan como en su propia casa. Las Guardianas prefieren encontrarse con ustedes en la cena de recepción.
-¡Excelente! –exclamó Rosa con mal disimulado júbilo.
-Por aquí, señoras.
Todas las mujeres ingresaron a la estancia. Ámbar permaneció parada en el mismo lugar donde se había estado desarrollando la conversación. Sentía que las piernas no le respondían y un sabor amargo le invadía sus resecos labios.
De pronto alguien apoyó suavemente una mano sobre su cintura y la invitó a entrar. Fue apenas un leve roce. Cuando Ámbar miró sobre su hombro, los ojos de Jonás le sonreían abiertamente.
-Le suplico que entre, señorita. Va a ser un honor para mí acompañarla.
Ámbar no supo que responder. Aquel hombre le infundía una tranquilidad que hacía mucho tiempo no sentía. El esbozo de una pequeña sonrisa se asomó en la boca de la muchacha. Fue como un remanso en medio de tanto desesperación.
¿Acaso ese hombre podría llegar a imaginar la desolación que ella estaba padeciendo en aquel momento?


“Es un amor imposible”, le dijo la jefa Suprema del Clan a Berilo Rots. La Guardia Secreta no se quedó atrás. Si bien en un principio trataron de disuadir con buenas maneras tanto a Berilo como a Esmeralda, ante la obstinada negativa de ambas mujeres no dudaron en recurrir a sus poderes.
La tarde en que Esmeralda y Willem pensaban escapar de Ámsterdam, Jean y Edana se hicieron presentes en la casa de Berilo. Esmeralda estaba sola en la finca. Jean obligó a la muchacha a escribir una nota de despedida tanto a su madre como a su enamorado. La joven dama fue incapaz de resistirse, ya que el poder de Jean de controlar los movimientos de la personas le impidieron rebelarse. En un descuido de las Guardianas, Esmeralda logró evadir el cerco que habían construido en torno a su cuerpo y huyó hacia el lugar donde Berilo y Willem esperaban por ella.
Sin embargo Edana logró alcanzarla y sin ninguna clase de piedad utilizó su perverso don sobre la chica. Edana era la única guardiana que tenía prohibido abusar de su poder. Tener la capacidad de quitarle la razón a una persona era el último de los recursos que podían utilizar aquellas mujeres. Sólo en situaciones límites estaban autorizadas a desarrollar ese cuestionado don. A pesar de todo, Edana no tuvo consideración. En apenas un segundo, Esmeralda cayó de bruces sobre el camino de tierra. Su cuerpo permaneció inmóvil y sus pupilas se fueron dilatando lentamente. Cuando Jean llegó a su lado, Esmeralda apenas podía controlar sus pensamientos.
El grito de Berilo al ver el cuerpo caído de su hija provocó la huída inmediata de las Guardianas que temían ser denunciadas por la noble dama holandesa. Berilo se arrojó sobre la muchacha y trató de incorporarla. Esmeralda tenía los ojos muy abiertos y una saliva espesa se colaba por la comisura de los labios. Intentó decir algo pero tuvo una convulsión que la dejó casi inconciente. Berilo desesperada, colocó la mano sobre la frente de su hija y después de concentrarse le infundió a la joven toda la energía positiva de la que era capaz. Sus dedos parecían estar electrificados y las fuerzas empezaban a abandonarla.
De pronto y ante la espantada mirada de Willem, los ojos de Esmeralda comenzaron a recuperar el brillo perdido. Entre los dos cargaron a la jovencita y la llevaron hasta la casa. Durante una semana, damas de todo el mundo llegaron hasta el hogar de Berilo Rots y se concentraron para lograr la cura de Esmeralda. Día tras día la chica daba pequeñas señales de progreso. Willem pasaba las horas junto a la cama de Esmeralda y le hablaba suavemente con el fin de que se sintiera reconfortada.
Una noche Berilo Rots se despertó después de escuchar un extraño ruido. Los postigos abiertos de la habitación de Esmeralda golpeaban ferozmente la pared de la casa. Con horror, Berilo descubrió que su hija no se encontraba en su cuarto. La búsqueda de Esmeralda Rots duró casi 2 semanas. En realidad y después de haber transcurrido 20 años, la búsqueda de la joven dama nunca fue abandonada por parte de su madre.
Sin embargo Berilo nunca volvió a ver a Esmeralda. Seis años después de su desaparición, una vieja dama noruega creyó reconocer a Esmeralda en un pequeño pueblo cerca de Oslo. Aquella mujer se hacía llamar Lavinia y estaba casada con un hombre alto y con fuerte acento holandés. Cuando Berilo Rots llegó al lugar, ya no quedaban rastros de quien podía llegar a ser su hija. Berilo nunca supo si su hija alguna vez logró recuperar por completo la razón. Quizás los esfuerzos por recobrarla dieron finalmente sus frutos, y la muchacha aterrorizada había decidido huir y desaparecer para siempre. Lo cierto es que Esmeralda nunca volvió a comunicarse con su madre.
Berilo intentó en repetidas ocasiones vengarse de la Guardia Secreta, pero Ágata Roccia logró disuadirla. La pobre mujer asistió por última vez a uno de los concilios que el Clan llevaba a cabo cada dos años. Su exposición fue desgarradora.
“Como descendiente de una de las familias más tradicionales del Clan voy a proteger la piedra que está bajo mi custodia el resto de mi vida. Sin embargo ustedes me quitaron a mi única hija. Maldigo al Clan de las Piedras y a toda su casta. Esta es la última vez que sabrán de mí. Renuncio a todos mis dones y espero que no intenten detenerme porque soy capaz de utilizar todo mi poder para defenderme. Que Dios se apiade de sus almas.”

Ya era de noche cuando Zafiro Pedra intentó comunicarse con la casa de Gibraltar. Finalmente una voz cansada atendió la llamada.
-Hola.
A Zafiro el corazón le galopaba. Hacía más de 10 años que no escuchaba la voz de Berilo Rots.
-Berilo… -murmuró Zafiro conmovida.
-¿Quién habla? –preguntó la anciana intrigada.
-Necesito tu ayuda Berilo. No cortes por favor. Soy Zafiro Pedra.
La única respuesta fue un duro silencio.
-Por favor Berilo… -insistió la dama desesperada.
La comunicación se interrumpió de manera abrupta. A su manera, Berilo Rots había respondido a la súplica de la Jefa Suprema del Clan…



Gibraltar






2 comentarios:

la MaLquEridA dijo...

Me he perdido un poco pero quiero que sepas que te leo de a poquito querida Bee aunque no comente.


Un beso.

Bee Borjas dijo...

Qué linda eres, Flor!
Tú lee cuando puedas. La idea es que se entretengan con la historia.
Besos miles desde Buenos Aires!