11 octubre, 2011

Capítulo 64 "Alina"

De forma imprevista Rosa Pietra había llegado aquella tarde a Portugal.
La casa Pedra se encontraba en plena actividad cuando la dama italiana
hizo su intempestivo ingreso. Las jóvenes portuguesas corrían por toda la
estancia tratando de poner el lugar en condiciones. Se hallaban en plena
temporada de elaboración de jaleas y dulces artesanales y ninguna de ellas
disponía del tiempo suficiente para atender a la jefa italiana de forma adecuada.
Para colmo de males, Zafiro se había ausentado a Lisboa temprano por
la mañana, de modo que Coral no tuvo otra opción que hacerse cargo de
aquella inesperada visita. Tratando de distraer a Rosa Pietra hasta que
retornara Zafiro de su diligencia personal, Coral alojó a la italiana en la
habitación de huéspedes que se encontraba en el primer piso de la finca.
-No es necesaria tanta molestia, querida Coral –dijo Rosa con tono afectado-
Mi visita es breve. Esta misma tarde estoy volviendo a Milán.
-No es ninguna molestia, estimada Rosa. Póngase cómoda mientras voy a
prepararle una pequeña merienda.
-Te agradezco la cortesía. –deslizó Rosa golosa.
Coral salió de la habitación precipitadamente. Encontró a Jaspe de camino
a la cocina.
-Está muy mal lo que voy a decirte, pero no soporto a Rosa Pietra. –confesó
Coral avergonzada.
Jaspe no pude reprimir una sonora carcajada.
-No desesperes, yo opino lo mismo. Además Zafiro va a llevarse una penosa
sorpresa cuando la vea aquí. Nada bueno puede resultar de esta inesperada visita.
-Mientras tanto debemos atenderla. –dijo Coral con resignación.
-Yo me hago cargo. Las chicas están esperándote en la cocina. Tienen miedo
de quemar la última tanda de mermeladas.
Coral salió corriendo nuevamente. Lo último que le faltaba era desperdiciar todo
un día de trabajo por atender a la odiosa de Rosa Pietra. Jade volvió a reír con
ganas. A ella tampoco le gustaba la presencia de la dama italiana.
Era una mujer altiva y de maneras muy mañosas.
Zafiro ingresó a la casa con gestos de cansancio. El viaje a Lisboa no excedía
las 2 horas, pero el trayecto estaba muy congestionado y su paciencia para
conducir ya no era la de antes. Estaba alterada y lo único que pretendía era
poder descansar un rato. La visita de Rosa Pietra la obligó a recurrir a las
últimas fuerzas que le quedaban. Estaba molesta y por primera vez en su vida
no iba a tratar de disimularlo. La italiana estaba degustando unos exquisitos
bocados cuando Zafiro ingresó a la habitación.
-¡Qué sorpresa! –afirmó Zafiro con severidad.
Rosa estuvo a punto de ahogarse, ya que aún no terminaba de tragar el bocado.
-Espero que me disculpes por esta visita tan repentina. –masculló Rosa con dificultad.
Zafiro se sentó en uno de los sillones del lugar y esperó con hidalguía que
la italiana comenzara a hablar.
-No es mi intención que me malinterpretes, pero estoy recibiendo desde Vaduz
noticias poco alentadoras.
La portuguesa abrió los ojos como dos enormes platos y apenas pudo contener
la ira que la agobiaba.
-Rosa, espero dejar en claro de una vez y para siempre una situación que creo
no estás llegando a comprender.
El severo comentario de Zafiro hizo atragantar por segunda vez a la italiana.
-No alcanzo a entender el motivo por el cual existe alguna clase de comunicación
entre tu familia y la Guardia Secreta.
Es más, las familias tienen terminantemente prohibido cualquier clase de vínculo
con la gente de Vaduz. Rosa Pietra sentía que su rostro se descomponía en partes desiguales. El haber quedado expuesta de semejante manera, la situaba en
una posición decididamente grave.
-Yo creo… -no pudo terminar su comentario.
-Rosa, aún no he terminado. –gruñó Zafiro- La Jefa Suprema del Clan soy yo
y desde este preciso momento te prohíbo cualquier clase de contacto con
las Guardianas.
-Pero Zafiro, yo…
-No me obligues a sancionarte, Rosa.
La dama italiana estaba herida en su orgullo. No podía permitir semejante
humillación.
-Está bien, acepto con humildad tu orden. Pero es mi deber avisarte que
Ópalo Pierre me ha solicitado que la acompañe tanto a ella como a Ámbar
a la ceremonia en Vaduz. ¿Alguna objeción con respecto a eso? –preguntó
Rosa desafiante.
-La familia de las damas pueden elegir a las personas que deseen para
que las acompañen. –respondió Zafiro punzante.
La italiana respiró aliviada. Las cosas se habían descontrolado tanto que en
un momento llegó a pensar que su viaje a Liechtenstein podía quedar cancelado.
Mejor dejar las cosas así. Si insistía con la noticia de que Rubí Roccia se negaba
a viajar, quizás su posibilidad de participar del ritual supremo quedaría
definitivamente en la nada.
A veces era mejor callar y aceptar una derrota. Ya llegaría el tiempo de tomarse
una deliciosa revancha…




Claus esperaba a Ben en el porche de la casa. Estaba ansioso y no podía dejar
de caminar de un lado para el otro.
Faltaban pocos minutos para el mediodía y había organizado un almuerzo juntos.
Callan había vuelto a viajar a Posadas y no volvía hasta el día siguiente. De alguna
forma lo tranquilizaba la ausencia de su hija. Por el momento pretendía mantener
alejada a la chica del tema que lo estaba preocupando. La conversación con Cid
había sido muy extraña. Su hijo se había comunicado con él una hora atrás y le
había pedido que viajara a Cariló junto con su hermano mayor. Claramente había
remarcado una frase que aún resonaba en la cabeza de Claus. “Los necesito acá”.
No se había explayado más que eso, pero era suficiente para que Claus comprendiera
que Cid estaba atravesando una situación delicada.
La camioneta de Benjamín estacionó frente al garaje principal. Llegó corriendo
y saludó a su padre. Ambos ingresaron a la casa. El almuerzo estaba listo y la
señora Frida esperaba su orden para comenzar a servir. Una vez que la mujer
se retiró, Claus no perdió un segundo de tiempo.
-Tu hermano se comunicó hace una hora y me pidió que viajásemos los dos a Cariló.
El muchacho se quedó atónito. Ese si que era un pedido muy extraño.
-¿Pero que pasó, papá? –preguntó Ben contrariado.
-Eso es lo que esperaba que me respondieras. –respondió Claus con agobio.
-¿Yo?
-Como estuviste allí con Cid, pensé que sabías algo.
Ben miró a su padre con desconcierto.
-La verdad es que nunca había visto a Cid tan feliz. Rubí es una gran chica y
su familia me pareció encantadora.
-¿Y el padre de Rubí? ¿Qué tal es ese hombre?
Ben volvió a quedarse anonadado. En ese preciso momento advirtió que en
casa de Rubí no había ningún hombre.
Todas eran mujeres. La abuela, la madre, la tía y las tres hermanas. No había
retrato de abuelos, esposos, tíos o primos. Aquella familia era un perfecto y
encantador Matriarcado. ¿Pero que problema tan grave podría existir para
que Cid pidiera con tanta urgencia que ambos viajaran a Cariló para ayudarlo?




Una de los más influyentes operadores de viajes de Berlín le había conseguido
el pasaje en tren que conectaba Alemania con Suiza. Desde la estación del
ferrocarril Alina Gestein se dirigía a Vaduz en un confortable bus que recorría
los 80km que separaban a Zurich de la capital del principado de Liechtenstein.
El paisaje era de una belleza notable. El clima era ideal y en las cimas de
las montañas se podían apreciar los restos de nieve perteneciente a la última
nevada de la estación.
Vaduz era sin duda una de las ciudades más bellas del mundo. Mientras los
ojos de Alina se perdían en las azules aguas del río Rin, su mente trataba de
elaborar alguna estrategia que la ayudara a resolver el reto que debería enfrentar
en poco tiempo. Estaba decidida a plantar batalla y a pesar del arriesgado
paso que estaba a punto de dar, la determinación de ayudar a la familia Roccia l
e generaba un enorme coraje.
Citrino Gestein había sido la encargada de comunicarse con la Guardia Secreta
para avisarles de la inminente llegada de Alina a la residencia de Vaduz. Alina
estaba convencida que el factor sorpresa no hubiese sido una buena elección.
Una nunca sabía la reacción que podía desencadenarse en las febriles mentes
de las Guardianas.
El bus llegó en horario a la estación general de la ciudad. Casi no tuvo tiempo
de apreciar las bondades del lugar, ya que un Mercedes Benz color plata la
estaba esperando al pie del ómnibus que la había trasladado desde Zurich.
Dos mujeres muy jóvenes la saludaron con sumo respeto. Una se encargó de
acarrear su bolso de mano y la otra la condujo al asiento de atrás del imponente
auto. El viaje a través de la ruta se realizó en absoluto silencio.
Las jóvenes eran educadas
y mientras una conducía con habilidad, la otra se distraía mirando el hermoso
paisaje que la naturaleza les regalaba a cada paso. Finalmente y después de
recorrer unos cuantos kilómetros por una carretera que ascendía por una
empinada montaña, Alina descubrió con admiración la magnifica residencia
de la Guardia Secreta un abismo que impresionaba por su profundidad.
Las sacerdotisas la ayudaron a bajar y manteniendo el silencio que habían
auto impuesto desde el principio, lentamente la condujeron al interior de la finca.
Una vez que atravesaron la entrada principal, Alina ingreso a la recepción principal.
Era un salón con reminiscencia renacentista decorado con objetos de incalculable
valor. Las cuatro guardianas la estaban esperando sentadas en unos sillones
exquisitamente tapizados en telas de color morado. Alina inclinó la cabeza
en gesto de saludo y las ancianas respondieron de igual forma.
La primera en hablar fue Jean.
-Bienvenida a Vaduz, Turmalina.
-Gracias, Jean. Es un honor volver a verlas después de tanto tiempo. –expresó
Alina con precaución.
Clarencia sonrió satisfecha y Therese apenas hizo un gesto de asentimiento.
La reacción de Edana fue la que puso en guardia a la dama alemana.
De forma repentina se levantó del sillón y mientras caminaba alrededor del
salón y giraba con fruición los enormes anillos que cubrían todos los dedos
de sus manos, manifestó con tono mordaz:
-Me extraña el cambio de actitud que has tenido, Turmalina… -y agregó
con ironía- La última vez que nos vimos fuiste muy grosera con nosotras.
-Edana por favor… -advirtió Jean con un dejo de molestia.
-No te molestes, Jean. Turmalina sabe que digo la verdad.
Alina Gestein estaba decidida a enfrentar a aquella mujer sea cual fuera la
consecuencia que su actitud le acarreara.
-Siento haber sido muy ruda con ustedes. Pero comprenderán que la tragedia
que ocurrió en aquella oportunidad –hizo una pausa hábilmente planeada y
agregó astutamente- no me permitía manifestarme de manera muy racional.
La mirada asesina de Edana no se hizo esperar. Alina hizo caso omiso a
aquella provocación y continuó implacable.
-Mi visita es muy diferente esta vez. Precisamente para evitar un episodio tan
desafortunado como aquel del que estábamos hablando, pretendo llegar a
un acuerdo que nos permita recorrer el camino del ritual lo más armoniosamente
posible.
Therese habló por primera vez:
-¿Cuál es tu propuesta, Turmalina?
La alemana suspiró hondo y pensó que esa era su única oportunidad.
Era ahora o nunca.
-Me han llegado noticias sobre la intención que tienen ustedes de traer por
la fuerza a Rubí Roccia. Francamente no creo que esa actitud beneficie en
absoluto el vínculo entre las damas del Clan y la Guardia Secreta.
Edana volvió a la carga.
-¡Ay Turmalina! Creo que desconoces la causa de nuestra decisión. Rubí Roccia
se niega a participar voluntariamente del ritual de la concepción forzada. Además
y para empeorar la situación, esa jovencita está violando una de las leyes más
importantes del Clan. Hay un hombre a su lado y el amor que siente por ese
desconocido podemos olerlo a la distancia. Es absolutamente imprescindible
que esa niña llegue aquí lo más pronto posible.
Clarencia tomó la palabra y manifestó con convicción:
-Ella debe cumplir con su deber y él debe beber la poción de esmeraldas y
olvidarnos para siempre. No hay otro camino.
Jean miró a Alina con expresión solemne.
-Lo lamento mucho, Turmalina. Es un hecho que las muchachas acompañadas
por los sacerdotes viajen a Argentina y traigan a Rubí Roccia de una vez por todas.
El tema está decidido.
Alina sintió que el piso se abría bajo sus pies. Había utilizado su última carta
y había perdido. El juego había terminado.



Alina Gestein

2 comentarios:

la MaLquEridA dijo...

La suerte de Rubí está echada, pero yo creo que algo extraordinario pasará para que no haya concepción.



Besos Bee.

MIMOSA dijo...

¡Qué buena ha estado Zafiro!! La ha sabido manejar muy bien, siempre hay curichichis en todos lados!!!¡Qué coraje me da eso!!!
¿Acaso hacía falta avisar a las guardianas? Imagino que al tener poderes podrían perfectamente visionar que se les venía encima.
Tanto morado me suena a la Santa Inquisición hija!!! Parece que estuviera metida por medio la iglesia, y............eso no, eso sí que no.........la imagen de las guardianas me produce un escalofrío....No me creo que Alina haya jugado su última carta, estoy segura que se guarda otra bajo la manga, de no ser así, no habría ido tan lejos......¿o no????'
¿¿Me vas a dejar con la incertidumbre??? Eres maquiavélica, ja,jaja,ja,ja

Miles de besos for you!!!