13 octubre, 2011

Capítulo 66 "Recuerdos del pasado"

Amatista esperó a su madre para cerrar el negocio de artesanías. Ya eran casi las 20.30 de la noche y Ágata todavía no había llegado al local. Marina le había confirmado por teléfono, que hacía rato la jefa del Clan Roccia había partido rumbo al negocio. Comenzó a acomodar las cosas que habían quedado desordenadas, decidió cerrar sola y esperar a su madre en la calle. En eso estaba cuando escuchó que la puerta del local se abría nuevamente. Presumiendo que eran turistas, continuó con su tarea sin echar una sola mirada hacia la puerta de entrada. Fue hasta la pequeña oficina que tenían detrás del mostrador principal y cuando regresó, la sorpresa la dejó asombrada. Sinceramente no esperaba volver a verlo tan pronto. Sabía que había retornado a Apóstoles y no tenía esperanzas de volver a encontrarlo otra vez. De manera instintiva trató de acomodarse el cabello y se maldijo por lo bajo por no haberse esmerado un poco más en su vestimenta. La panza había crecido bastante y lo único que últimamente soportaba eran unos largos vestidos de lino que ella misma había adornado a su gusto. Solía llevar unos cinturones de cuero que calzaban con comodidad por debajo del vientre y que le daban un toque más sofisticado. Las sandalias también de cuero, las trenzaba hasta la mitad de la pantorrilla y aún recordaba como Esmeralda se burlaba de ella diciendo que parecía la mujer de un soldado griego. De su cuello, un fino cordón de caucho sostenía una amatista que la acompañaba desde hacía muchísimos años.
Para Ben, la mujer estaba más hermosa que nunca. Era la segunda vez que la veía y el recuerdo que tenía de ella no le hacía justicia en absoluto. Ahora que podía observarla con detenimiento, había descubierto donde radicaba el encanto que lograba conmover su corazón y quitarle la respiración. Amatista era mujer con un estilo tan personal que era imposible no caer rendido ante semejante derroche de sensualidad.
Lo que Ben no sabía era que su simple presencia provocaba en Amatista el mismo efecto devastador.
La joven mujer se quedó mirando al muchacho sin decir una sola palabra. Su cercanía le descontrolaba los latidos del corazón. Los ojos azules de Ben la desquiciaban y apenas podía mantenerle la mirada.
-Qué bueno volver a verte, Ami –dijo Ben con torpeza.
-Lo mismo digo.-respondió ella sin dejar de retorcerse las manos.
Benjamín se fue aproximando hasta donde Amatista se había quedado parada. Se acercó con suavidad y apoyando una mano en el antebrazo de la mujer, le besó la mejilla dulcemente.
-Estaba a punto de cerrar, estoy esperando a Ágata. –comentó de manera evasiva.
-Recién llegamos a Cariló y ya perdí a mi padre. Me dijo que iba a dar una vuelta y ahora no sé donde está.
-Podemos llamarlo a su celular… -propuso Ami señalando el teléfono.
-No te preocupes. –dijo Ben y agregó- Supongo que ya te avisaron que hay una especie de reunión general en tu casa.
Amatista que había logrado controlar el temblor de las manos, le dedicó una mirada risueña.
-Parece que Rubí y Cid están logrando movilizar a toda la familia.
-Precisamente eso es lo que no entiendo. Es muy extraño que Cid nos haya pedido que viajemos para aquí de manera tan urgente… ¿Acaso tienen planes de casarse? –ironizó Ben y esperó la respuesta de Ami con ansiedad.
-No creo que se trate de eso, Ben. Hay ciertas cosas que mi familia debe contarle a la tuya…
Ben sonrió maliciosamente.
-¡No me asustes Ami! No quisiera creer que son una banda de narcotraficantes o estafadoras…
El comentario mordaz de Ben logró distender a Amatista y hacerla reír con ganas.
-Nada más lejano, Ben. Nada más lejano…
-¿Entonces?
-Entonces prefiero que Ágata se encargue de explicarles ciertas cosas que tienen que ver con nuestros antepasados y que son de suma importancia para nosotras.
-Ok, me doy por vencido. Tendré que esperar hasta la reunión. Mientras tanto ¿es posible que te acompañe hasta tu casa?
Amatista que para ese momento había bajado todas sus defensas, no pudo resistirse a semejante propuesta.
-Te lo agradezco. Quizás podamos encontrar a Ágata en el camino.
-Muy bien, te espero afuera. –dijo Ben saliendo del local.
Amatista miró su rostro reflejado en uno de los espejos más bellos del lugar. Hacía mucho tiempo que no se veía tan radiante. Los ojos le brillaban y el color había retornado a sus mejillas.
“No puedo creer que esto me esté sucediendo… Simplemente es un locura.”


Corría el verano del año 1950. El puerto de Buenos Aires se hallaba en plena ebullición. El tráfico marítimo era muy intenso y variado. Los barcos de pasajeros procedentes de Europa se mezclaban con la intensa actividad pesquera y comercial. Miles de personas llegaban de distintas partes del mundo. Muchos huían del horror de la guerra, otros llegaban con la esperanza de construir una nueva vida. Hombres y mujeres oriundos de países culturalmente opuestos cruzaban sus destinos en travesías que duraban semanas, incluso meses. Las razas y los distintos cultos conformaban un crisol que tenía como factor común el deseo de tener una nueva oportunidad.
Una cálida mañana de diciembre, Karl Finke y Ágata Roccia cruzaron sus miradas por primera vez. La cubierta del vapor Alexandros III proveniente del puerto de Colonia, había hecho una breve escala en Italia y desde allí había puesto proa hacia Sudamérica. Ágata junto a su madre y a su hermana Turquesa, debido a los acontecimientos devastadores de la Segunda Guerra Mundial, decidieron escapar de la inseguridad que las amenazaba en Milán y sin perder tiempo comunicaron al Clan su decisión de abandonar Europa e instalarse en el Nuevo Mundo.
La situación de Karl Finke no era muy diferente. Alemania se había convertido en un país en ruinas y junto con su esposa Úrsula y su pequeño hijo Claus se lanzaron a la aventura de construir una nueva vida lejos de tanta locura y muerte.
Aquel día de verano la cubierta del Alexandros era uno de los lugares más concurridos por la mayoría de los pasajeros, que agobiados por el calor reinante en los camarotes, podían disfrutar de un poco de aire fresco.
Ágata era una joven imponente. Aún no cumplía los 20 años, sin embargo su porte parecía demostrar lo contrario. Protegida por un fino chal color rosado, se asomaba con valentía por la barandilla de uno de los laterales del enorme vapor.
Karl se había levantado muy temprano aquella mañana. Su esposa y su hijo aún dormían cuando él decidió caminar un rato por la cubierta del barco. El mar estaba muy calmo y mientras la tripulación comenzaba con las tareas de rutina, los pasajeros deambulaban con la seria intención de distraerse.
Karl se apoyó sobre la baranda del barco y respiró con profundidad. Miró el cielo azul cubierto de pequeñas nubes semejantes a copos de algodón y deseó en silencio tener una nueva oportunidad. Se la debía a su familia y a él mismo. Claus ya tenía 5 años y era necesario alejarlo de tanto horror. Ese niño merecía crecer en un lugar donde la guerra fuese un concepto desconocido. En eso pensaba cuando de repente la mirada de una mujer se cruzó con la suya propia. Fue apenas un segundo, ya que la joven desvío los ojos absolutamente ruborizada.
Karl sintió una punzada en su corazón. Amaba profundamente a su esposa y nunca le había sido infiel a pesar de que oportunidades nunca le habían faltado. Para Karl Finke su familia era sagrada y nunca haría nada para dañarla.
Sacudió la cabeza un par de veces con la intención de volver a recobrar el control que lo caracterizaba y giró su mirada hacia el lado opuesto. Ágata que seguía aferrada a la barandilla, tomó coraje y decidió volver al camarote junto a su madre y a su hermana. Avanzó hacia Karl con el mentón erguido y la mirada perdida en la masa de gente que se había empezado a juntar en la cubierta. Al pasar junto a Karl, el aroma de su piel hizo estragos en las defensas que el alemán había levantado con mucho esfuerzo. De forma imprevista el muchacho impulsado por un arrebato, alcanzó a Ágata y obstaculizando su camino dijo con cortesía:
-Mi nombre es Karl Finke. Es un gusto conocerla.
Ágata se quedó petrificada. Primero porque no entendía una palabra de lo que el extraño le había dicho y segundo porque la mano extendida de Karl era una tentación muy difícil de rechazar. Estrechó la mano muy suavemente y trató de explicarle que ella hablaba italiano y español. Karl sonrió de una forma absolutamente encantadora y esta vez volvió a saludarla en un precario castellano. Ágata estaba deslumbrada. Sabía que tenía prohibido relacionarse con cualquier hombre, pero este joven era irresistiblemente cortés y amable.
-Me llamo Ágata Roccia.-le respondió con entusiasmo.
Allí estaban los dos, parados en medio del barco y mirándose como dos adolescentes, cuando Úrsula Finke apareció con el pequeño Claus paseando por la cubierta.
-Úrsula, te presento a la Señorita Ágata Roccia. Úrsula es mi esposa y el es mi hijo Claus.
Ágata apenas pudo estrechar la mano de Úrsula sin sentirse una verdadera tonta. Su madre tenía razón, las mujeres del Clan estaban perdiendo el sentido del deber y se dejaban llevar por el romanticismo propio de las niñas de 10 años.
Se excusó rápidamente y se despidió de los Finke tratando de refugiarse en la cotidianeidad que su madre y su hermana le proporcionaban. Ella nunca debía olvidar quien era. Nunca.


Zafito Pedra sabía que le quedaba poco tiempo. Le había hecho una promesa a Ágata Roccia, pero ciertas reglas no podían ser pasadas por alto. Ya era hora de elegir a las damas que iban a oficiar de testigos en la ceremonia de Estocolmo. La elección quedaba al libre albedrío de Zafiro, ya que ella como Jefa Suprema del Clan gozaba de esa potestad. Sin duda Alina Gestein sería una de las elegidas. Alina no sólo era una excelente representante del Clan sino que poseía la sensibilidad necesaria para contener –en caso de ser necesario- a cualquiera de las jóvenes elegidas. Celestina Rocher era otra gran candidata. Era una mujer de comprobado temple y su sentido común era una de sus características más valiosas. La última dama iba a ser Azabache Felsen. De los dos clanes alemanes más ortodoxos, Azabache se destacaba por ser mucho más mesurada que la jefa del Clan Stein.
Esa mañana había recibido información de parte de Ópalo Pierre y de Marina Roccia. Ópalo estaba exultante. En una semana, Ámbar entraba en su periodo más fértil. El viaje a Vaduz era inminente y ya casi estaba todo organizado. Viajarían hasta Italia y pasarían por Milán para recoger a Rosa Pietra que se unía a la travesía.
El caso de Marina Roccia era muy diferente. Con voz fría y distante, le informó a Zafiro que Rubí aún no había realizado sus estudios clínicos y que todavía faltaban casi 3 semanas para que atravesara su período de fertilidad. Zafiro no había ahorrado esfuerzos en intentar reconciliarse con Marina, pero la mujer estaba demasiado resentida y se negaba a restablecer la antigua amistad que durante tanto tiempo habían disfrutado.
Una de las asistentes de Zafiro llamó a la puerta. Era Jaspe. Traía unos folios muy antiguos que Zafiro le había solicitado durante la mañana.
-Aquí tienes, Zafiro.
-Gracias, Jaspe. –dijo Zafiro tomando los papeles con cuidado.
-Me costó bastante poder hallar esta documentación. Estaba archivada en el sector del Libro Sagrado. Además está escrita en latín. –expresó la mujer intrigada.
Zafiro miró con severidad a Jaspe, que interpretó perfectamente aquella mirada.
-Lo siento, yo no quise… -intentó excusarse la portuguesa.
-Está bien, Jaspe. –la tranquilizó Zafiro y agregó con astucia- Tengo la secreta esperanza de encontrar algo que nos ayude a resolver este desastre.
Jaspe se quedó de una sola pieza. No podía creer lo que estaba escuchando.
-Es muy difícil –remarcó Zafiro con severidad- pero la esperanza es lo último que se pierde, ¿no?




ALEXANDROS III








2 comentarios:

MIMOSA dijo...

¡Qué romántica la forma de conocerse que tuvieron Ágata y Karl!!!
¡¡Qué putada que el tipo estuviera casado!!
Es imposible que el Clan se salga con la suya, date cuenta, Amatista y Ben, Rubí y Cid,......lo único que faltaba es que Carl vea a la madre de Rubí y se enamore perdidamente!!!
Entonces sí que se lía parda!!! Uy,uy,uy!!!

Seguiré leyendo la historia, no dudes que seguiré en ello, desde un principio me enganchó y sigo sin poder desatarme el sedal amiga.

Besos con todo mi corazón!!!!

Bee Borjas dijo...

Las Roccia están haciendo estragos en la familia Finke! Jajaja!!!
Insisto, Mimi. Tu entusiasmo me provoca mucha ilusión y hace que me esfuerce en escribir la historia de la manera más interesante posible!
Te agradezco con el alma, tu compañía y tu cariño.
Millones besos vuelan para España!