22 octubre, 2011

Capítulo 73 "Contraorden"

La residencia de Vaduz se encontraba a oscuras. Pasadas las 12.30 de la noche la actividad en el lugar era nula. Hacía un par de horas que las sacerdotisas descansaban en sus respectivas recámaras. Al día siguiente las labores comenzaban muy temprano por la mañana y debían respetar los horarios de manera debida.
El libro que Jean había estado leyendo reposaba sobre su cuerpo. La guardiana estaba muy preocupada. Clarencia había alterado el frágil equilibrio de la pequeña comunidad que conformaban. La visión de su compañera no dejaba lugar para las dudas. Algo nefasto para sus intereses se estaba pergeñando en Lisboa y ella estaba dispuesta a averiguarlo. Sin embargo y a pesar de la preocupación que la acosaba, el sueño finalmente la había vencido.
El timbre del teléfono sonó estridente. Jean dio un respingo que por poco la hace caer de la cama. El libro cayó de manera estrepitosa al suelo y con el afán de atender el teléfono estuvo a punto de derribar la copa de agua que reposaba en su mesa de luz.
-¡Hola! –exclamó agitada y nerviosa.
-Disculpame por la hora Jean, soy Zafiro Pedra y tengo algo muy importante que decirte.
Un ligero escalofrío recorrió la espina dorsal de la guardiana. Sus malos presagios se estaban cumpliendo inexorablemente.
-Zafiro, no creo que esta sea una hora apropiada para…
La dama portuguesa la interrumpió con educación.
-Te repito, Jean. Tengo que informarte algo muy importante.
La anciana mujer calló resignada.
-Ha sucedido algo muy especial, Jean. Junto con Alina Gestein hemos descubierto una manera de generar una energía positiva infinitamente superior a la que conseguiríamos poniendo en práctica el ritual de la concepción forzada.
-¿Entonces? –preguntó la mujer con prudencia.
-Ya no es necesario el ritual, Jean. Debo darte la orden para que suspendas todos los preparativos al respecto.
Jean no podía creer lo que estaba escuchando. Todos los planes que había forjado con sus compañeras iban a ser arrojados por la borda. El sueño de recuperar el poder perdido dentro de la comunidad de las Piedras estaba a punto de naufragar de manera irremediable.
-¿Estás ahí, Jean?
-Si… -murmuró la guardiana de modo sombrío.
Zafiro que advirtió de inmediato la desazón de Jean y conociendo el carácter que aquella mujer tenía, no tardó en remarcar la orden que ya le había dado.
-Espero que me disculpes por haberte despertado a estas horas de la noche. Pero como reconocerás, esta noticia no podía esperar hasta mañana. Te ruego que les comuniques mi decisión a tus compañeras y que aguarden nuevas instrucciones. Alina se encargará de avisarles sobre el particular tanto a la familia Roccia como a la familia Pierre. Necesito que el grupo que has enviado a Argentina regrese de inmediato a Vaduz. Ya no es necesaria su colaboración.
La última frase de Zafiro Pedra fue como una daga que desgarró sin compasión el corazón de Jean. Apenas podía contener la cólera que la embargaba. Las uñas de la mano que tenía libre se incrustaron como garras en la manta que cubría su cama.
Despidió a la Jefa del Clan con un saludo gélido y distante. La cabeza de la daba vueltas y experimentó un ligero mareo cuando intentó incorporarse de la cama. Se quedó sentada en el borde del colchón con las piernas colgando como si fuera una muñeca de trapo. Miró el reloj. Eran las 2 de la mañana y no tenía ningún sentido despertar a esa hora al resto de las guardianas. Sorbió un trago de agua y volvió a meterse lentamente dentro de la cama. No valía la pena gastar energías en ese maldito momento. Sin duda al día siguiente iba a necesitar de toda su capacidad para elaborar una nueva estrategia.
Nada en el mundo iba a impedir que la Guardia Secreta volviera a recuperar el lugar de privilegio que durante tanto tiempo había gozado.

La noche había transcurrido demasiado rápido. Apenas habían dispuesto del tiempo necesario para organizar los detalles que permanecían sin resolver. Rubí se despidió de su tía y de sus dos hermanas la noche anterior. El momento había sido demasiado angustiante y se negaba a repetir la dolorosa escena a la mañana siguiente. Por ese motivo tampoco había utilizado el cuarto que compartía con Jade. Había dormido un par de horas sobre la cama de su madre. Eran las 6 de la mañana cuando Marina vino a buscarla al dormitorio.
-¿Estás lista? –preguntó Marina agobiada.
Rubí abrió los ojos rápidamente y con determinación se irguió sobre sus codos. Miró a su madre con dulzura y dijo:
-Absolutamente. ¿La abuela ya está preparada?
Marina suspiró con resignación.
-Tu abuela está preparada desde anoche. Creo que apenas pegó un ojo. Bajé dos veces durante la madrugada y la encontré sentada en el living repasando todos los detalles del plan.
Rubí sonrió con dulzura. Estaba asustada, pero el tener a Ágata de su parte le infundía una tremenda tranquilidad. Se calzó unos jeans, un buzo de algodón, buscó una campera de abrigo y por último se puso un par de zapatillas de tenis. Descolgó la mochila que había alistado el día anterior y salió del cuarto de su madre sin mirar atrás.
En el living, Claus, Ben y Cid degustaban un apetitoso desayuno. Los tres devoraban las tostadas en absoluto silencio. A los hombres la ansiedad le provocaba un apetito voraz. Rubí miró a Cid y el corazón le dio un vuelco. El muchacho tenía los ojos hundidos y dos ojeras oscuras le daban un aspecto terrorífico. Sin poder contenerse corrió hacia donde estaba el muchacho y lo abrazó con vehemencia. Cid le apartó el cabello de la cara y amorosamente le besó los labios. A ninguno de los dos le importó la presencia del resto de la familia. Se estaban jugando el destino de su relación y no iban a disimular ante nadie el amor que los consumía.
-¿Dormiste bien prinzessin? –preguntó el joven preocupado.
-No. –respondió Rubí con picardía.
-Yo tampoco. –agregó Cid risueñamente.
El clima de controlada tensión se distendió con rapidez. Ágata apareció en el living cargando otro termo con café caliente.
-¡Buenos días, Rubí! Te pido que no comiences a dar vueltas y tomes tu desayuno como corresponde. –ordenó la anciana mientras le dedicaba a Cid un guiño cómplice.
La chica se sentó murmurando protestas cerca del sillón que ocupaba Cid. Ágata miró a Claus y dijo con voz grave:
-Aún estamos a tiempo de cambiar los planes, Claus. No quiero obligarte a hacer algo tan peligroso.
-Todos estamos de acuerdo con los pasos a seguir. Está decidido, Ágata. Vamos a llegar hasta el final de este asunto.
-Entonces no queda nada más que comenzar con el juego. En media hora Marina, Rubí y yo estaremos partiendo para Buenos Aires. Ustedes ya saben que hacer.
-Cuente con ello, Ágata. –dijo Claus con convicción.
La anciana dama se acercó al hijo de su antiguo y único amor y rozándole una mejilla con la mano, susurró con emoción:
-Habría sido una verdadera dicha tenerte como hijo. Karl estaría muy orgulloso del hombre en que te has convertido.
Claus apenas pudo contener las lágrimas. Ahora podía perdonar a su padre y comprender el persistente amor que Karl había sentido por aquella noble mujer.

Alina Gestein había arribado a Berlín en el último vuelo de la noche. Estaba notablemente cansada pero satisfecha. La tarea que tuvieron que realizar con Zafiro había resultado más que ardua, pero los resultados justificaban cualquier sacrificio.
Cuarzo y Citrino la estaban esperando en el aeropuerto y ellas se encargarían de trasladarla hasta la casa. Era demasiado tarde como para que Alina se animara a conducir por sus propios medios. Estaba ansiosa por llegar a la casa porque Zafiro le había encomendado una tarea muy específica. Ella iba a comunicarle a Ópalo Pierre que el Ritual de la Concepción Forzada había sido suspendido. Las últimas noticias que recibieron de Ópalo y Ámbar Pierre eran que se hallaban en Milán en casa de Rosa Pietra y que de un momento a otro debían viajar a Vaduz.
Una severa jaqueca la estaba martirizando desde el preciso momento en que el avión aterrizó en Alemania. Antes de descender del aparato, una azafata le había facilitado una aspirina que hasta el momento poco y nada la había ayudado. Cuando estaba a punto de cruzar el sector de la Aduana, un profundo malestar le provocó una oleada de mareos que la obligaron a apoyarse contra una pared. Un empleado de la estación aérea la socorrió y la ayudó a sentarse en uno de los bancos del lugar. Tenía la cabeza embotada y apenas podía razonar. Una profunda sensación de vacío se fue apoderando de su mente. Era como si su cabeza hubiese sido invadida por un sinnúmero de agujeros negros que le impedían pensar.
Dos jóvenes mujeres se acercaron a ella y la saludaron con dulzura. Eran dos muchachas muy jóvenes y parecían conocerla. Sin embargo ella no tenía la menor idea de quienes eran. Una de las chicas la miró con preocupación y dijo:
-¿Te sucede algo, Alina?
No quería ser descortés con ellas pero le era imposible responder aquella pregunta. ¿Quiénes eran esas mujeres?
¿Y quien era Alina? En ese preciso instante una pregunta desesperante le ocupó toda su atención. ¿Qué estaba ocurriendo con su mente? ¿Era posible que no pudiera recordar ni siquiera su propio nombre?

A cientos de kilómetros de allí la figura de una anciana se recortaba en el marco de una ventana. La luz de la luna iluminaba sus facciones parcialmente. Sus ojos permanecían cerrados y parecía encontrarse en una especie de trance. Sus arrugadas manos aferraban un medallón de plata que relucía bajo el cielo estrellado. Los pómulos de su cara se hallaban ferozmente pronunciados producto de la enorme tensión. De pronto sus párpados se abrieron lentamente. La voz que provino del interior de la habitación sonó relajada.
-¿Todo en orden, hermana?
Therese sonrió de manera amenazante. No tardó mucho tiempo en contestar.
-Ya está echo, Jean.
Una perversa gratificación le asaltó el cuerpo. Seguramente a esa hora Alina Gestein no tendría la menor idea acerca de su honorable identidad…



Therese












2 comentarios:

la MaLquEridA dijo...

¡Chispas! ¿Le borraron la memoria a Alina? eso fue un golpe bajo... creo.

Bee Borjas dijo...

Son peligrosas las guardianas! Tienen mucho poder y no dudan en utilizarlo.
Gracias por seguir la historia, bella Flor!!!
:D