25 octubre, 2011

Capítulo 74 "Se mueven las fichas"

Los intentos de parte de Ópalo Pierre y Rosa Pietra para distraer a Ámbar fueron en vano. Habían llegado a Suiza durante la mañana y recién partirían al día siguiente en el primer tren que se dirigía a Vaduz.
Zurich era una ciudad fascinante que ofrecía al visitante miles de oportunidades para distenderse y disfrutar. Sin embargo nada de lo que Ópalo y Rosa programaron para distender a Ámbar dio resultado. La joven se deslizaba por la hermosa ciudad como si fuera un fantasma. Sus ojos apagados parecían no tener la capacidad de apreciar todo lo que la rodeaba. Apenas probaba bocado y su cuerpo cada vez más delgado se negaba a compartir cualquier clase de paseo. Cada vez que encontraba un sitio donde sentarse, se instalaba lánguidamente y permanecía en silencio el mayor tiempo posible.
Ópalo y Rosa desesperadas, habían utilizado sin ningún prejuicio sus dones naturales para infundir en el ánimo de la chica un poco de emoción. Nada había dado resultado.
Ámbar parecía haber caído en un pozo profundo del que no podía o no quería salir.
Ya eran las 3 de la madrugada y Ópalo no conseguía recuperar el sueño. En la cama que se hallaba junto a la suya, Ámbar dormía con placidez. Esa parecía haberse convertido en su actividad favorita. Tratando de no despertarla y después de revisar la documentación que debían presentar al día siguiente, decidió salir de su habitación e ir en busca de Rosa Pietra que se hallaba descansando en el cuarto contiguo. No necesitó golpear la puerta más de 2 veces. Rosa la recibió de inmediato.
Ella tampoco lograba conciliar el sueño. Había preparado té caliente y después de ofrecerle una taza a Ópalo, ambas se sentaron en unos pequeños sillones que estaban ubicados junto al ventanal de la habitación. Desde allí las dos mujeres contemplaron un buen rato las luces que iluminaban Zurich durante la noche.
-Creo que tenías mucha razón, Rosa. Sin duda Ámbar está haciendo todo lo posible por echar a perder esta importante oportunidad que el Clan nos está ofreciendo.
La italiana miró a Ópalo con un gesto triunfal en el rostro.
-Me reconforta que hayas admitido mi teoría, querida amiga. Es imposible que el poder de todos nuestros dones no haga mella en tu obstinada nieta. De manera más que evidente, ella está bloqueando nuestro esfuerzo con sus propias virtudes. Espero que el Clan no descubra que Ámbar hace uso indebido de sus dones. Sabe muy bien que tiene prohibido por ley utilizar su poder de manera negativa.
Ópalo Pierre sorbió un trago de té y su rostro afligido se descompuso en una mueca de furiosa impotencia.
-Esta chica siempre fue mi preferida. Cuando mi hija murió, naturalmente deposité toda mi esperanza en Ámbar. Topacio es una joven maravillosa, con dones remarcables, pero Ámbar es de origen puro. Eso siempre la distinguió y si su carácter no fuera tan voluble, hubiese llegado a una posición muy importante desde hace mucho tiempo atrás.
-No te tortures con esas cuestiones, Ópalo. Lo importante es aprovechar la magnífica oportunidad que el Clan les está brindando. No debes claudicar. Además sería imperdonable que te dejes manipular por una jovencita necia y testaruda.
Ópalo Pierre coincidía plenamente con el comentario de la dama italiana. Ámbar iba a viajar a Vaduz a cumplir con su deber. No importaban los recursos a los que debería recurrir para lograr su objetivo.

Cerca de las 12.30 del mediodía, la camioneta conducida por Benjamín Finke partía de Cariló rumbo a Buenos Aires. Junto a Ben se hallaba Cid y en el asiento trasero viajaba Claus.
La despedida entre Amatista y Ben había sido muy dolorosa. Las emociones se mezclaban y ambos tenían sobradas razones para experimentar semejante cúmulo de sensaciones.
Después de reconocer su creciente sentimiento por Ben, Ami estaba asustada y vulnerable. Las dificultades que había atravesado durante las primeras semanas de su embarazo ya habían sido superadas, pero descubrir aquella irresistible atracción por Ben, la había sumido en un implacable estado de fragilidad. Del mismo modo, Ben sufría por dejarla sola en Cariló con la responsabilidad de velar por el bienestar de Jade y Esmeralda. Sin embargo sabía que su lugar era contribuir con el plan que Ágata había diseñado. Los tres iban a viajar a Vaduz a espaldas de las sacerdotisas. De hecho Ágata, Marina y Rubí hacía más de medio día que marchaban rumbo a Buenos Aires.
El silencio dentro del vehiculo se estaba tornando asfixiante. Ninguno de los tres hombres se animaba a pronunciar ni media palabra. Los gestos de preocupación y la falta de experiencia ante semejante situación les provocaban una profunda desazón. Cid tenía la mirada perdida y sus labios dibujaban una delgada línea rosada. Sus manos que estaban apoyadas sobre sus piernas tenían los dedos crispados y sudaban de manera copiosa. De pronto sintió un ligero pero reconfortante apretón en su hombro derecho. Aquel breve gesto de su padre lo había emocionado. El orgullo que sentía por su familia le henchía el corazón. A pesar de lo crítico de la situación, ninguno de ellos había dudado siquiera un segundo en prestarle todo su apoyo, aún con un riego de vida demasiado probable.
Ben estiró la mano y encendió el equipo de música. La canción comenzó a sonar y ninguno de ellos pudo abstraerse de la letra de aquella composición. Parecía una ironía del destino, pero las palabras no podían ser más apropiadas.

“Es por culpa de una hembra, que me estoy volviendo loco
no puedo vivir sin ella, pero con ella tampoco.
Y si de este mal de amores, yo me fuera pa la tumba
a mí no me mandéis flores, que como dice esta rumba:

-Una rosa es una rosa… -murmuró Claus visiblemente conmovido.

Quise cortar la flor, más tierna del rosal
pensando que de amor, no me podría pinchar.
Y mientras me pinchaba, me enseñó una cosa
que una rosa es una rosa, es una rosa…”

A esa hora del mediodía el Aeropuerto Internacional de Ezeiza era un verdadero hervidero. El vuelo que tenía como primera escala Madrid y luego se dirigía a Suiza tenía como horario de partida las 15.20hs. Ágata, Marina y Rubí llegaron a la estación aérea apenas unos 40`antes de la salida del avión. El viaje de Cariló a Buenos Aires había transcurrido sin problemas, pero el tránsito desde la capital hasta Ezeiza se había convertido en un verdadero calvario. Rubí se indispuso en varias ocasiones y debieron detener la marcha en tres oportunidades. Su temperatura casi rondaba los 39 grados y la presión arterial estaba muy baja. Marina no dejaba de acariciar a su hija y Ágata hablaba constantemente con Rubí con el fin de distraerla. Cuando llegaron a la estación aérea se encontraron con las sacerdotisas en el lugar que habían acordado previamente. Aldonza y Agustine comprobaron preocupadas que Rubí estaba en pésimas condiciones. Cuando se encontraron con las damas, la jovencita estaba muy abrigada y llevaba unas gafas oscuras que le ocultaban los ojos. Llevaba una campera de paño y un chal que le cubría la garganta. Cuando las mujeres la saludaron, su voz sonó ronca y débil. Sin embargo su cabello rizado y cobrizo seguía cayendo como una cascada de brillante fuego. Markus no podía dejar de mirarla.
Desde que la había visto por primera vez en la casa de Cariló, la joven le inspiró una energía imponente. Sin duda era una dama de origen puro. Todo su cuerpo emanaba un intenso poder. La ira que la dominaba no hacía más que volverla más deseable. Estaba indignada y todo su ser se rebelaba ante su inevitable destino. Markus sabía que gozaba de la preferencia de Edana. Ojalá aquella ventaja lo ayudara a ser el elegido. Sería un verdadero honor yacer con aquella singular criatura.
La comitiva de Vaduz fue la primera en abordar el avión. Los asientos que ocupaban se hallaban en el sector de primera clase. Esta opción no era una posición de privilegio, en realidad viajaban allí por cuestiones de privacidad y de seguridad.
Mientras Marina finalizaba los trámites para subir a la nave, Ágata acompañó a Rubí hasta el sector de los baños. La chica se quitó las gafas y se lavó la cara. Miró a su abuela a través del espejo y murmuró:
-Espero que todo salga bien…
Ágata la tomó de los hombros y besándole la frente le dijo:
-Nunca imaginé que fueras tan valiente. Estoy muy orgullosa.
La chica le acarició la mejilla y aseveró con seriedad:
-Haría cualquier cosa por ustedes y sobre todo por Cid. Lo quiero con todo mi corazón. No soportaría verlo sufrir.
-Lo sé, querida. Lo único que te pido es que no estés asustada. Las Guardianas van a tener que comprender…
La chica suspiró y agregó de manera lacónica:
-Eso espero…



Rumbo a Buenos Aires














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