20 octubre, 2011

Capítulo 72 "Descubrimiento extraordinario"

Caía la tarde en Portugal. Las luces de los faroles que iluminaban el jardín estaban encendidas desde hacía un largo rato. Las jóvenes damas habían abandonado las tareas al aire libre y se alistaban para comenzar a preparar la cena.
Sin embargo la actividad en el escritorio de Zafiro Pedra continuaba de manera febril. Alina tenía los ojos hinchados y una persistente jaqueca la tenía a mal traer. En las últimas 4 horas apenas habían cruzado palabra. Necesitaban encontrar pruebas contundentes que confirmaran su teoría. Los videos de las cámaras de seguridad donde aparecían las piedras ubicadas dentro del receptáculo sagrado, no permitían apreciar con claridad la posición exacta de las mismas. Mientras Zafiro chequeaba dichas imágenes, Alina investigaba los archivos escritos donde quizás podrían encontrar otra salida.
La Jefa Suprema del Clan sentía que la solución estaba al alcance de sus manos, sólo debían mirar con detenimiento. Se lo debía a Ágata Roccia. La demostración de fidelidad de Ágata durante la reunión en Valdivia, retornaba a su mente cada día de su vida. Aún en el peor momento, la honorable dama había postergado su conveniencia en beneficio del Clan.
El grito de Alina la hizo sobresaltar. La alemana estaba eufórica. Saltó de su silla como un relámpago y se acercó a Zafiro enarbolando un antiguo folio.
-¡Aquí está querida amiga! ¡Yo sabía que lo lograríamos!
Zafiro Pedra apenas podía observar el diagrama que Alina le estaba mostrando. Su vista cansada se negaba a focalizar con precisión. Tardó unos segundos en apreciar lo que su compañera le estaba enseñando.
-Este es un registro de la reunión que realizaron el 6 de Noviembre de 1930. Como en esa época no existían las cámaras de seguridad, los sacerdotes de la Guardia Secreta eran los encargados de dibujar los momentos más importantes de la reunión. Por supuesto, la entrega y ubicación de los trozos de piedra en el receptáculo sagrado, es uno de ellos…
La portuguesa abrió los ojos de par en par. Estaba tan emocionada que las palabras se le enredaban en la boca.
-Existen dos trozos de piedra que coinciden de manera perfecta. Uno de los trozos pertenece a la familia Roccia.
Alina hizo un silencio más que significativo. Luego, con voz solemne reveló:
-El otro está bajo la custodia de…
Zafiro estuvo a punto de estallar. La ansiedad estaba minando sus escasas fuerzas.
-Berilo Rots.

Rubí se acercó a Cid lentamente. Lo rodeó con sus brazos y le besó el cuello suavemente. El muchacho la atrajo hacia sí y la sentó sobre su regazo. La playa estaba desierta. Eran los únicos que reposaban en el parador. El resto de la familia permanecía en la casa resolviendo los últimos detalles del viaje. La idea de caminar hasta le playa había sido de Cid.
El joven experimentaba la absoluta necesidad de compartir aquel momento de efímera soledad con Rubí. Era imprescindible para su mente y su corazón recuperar la intimidad que de manera tan absurda les habían arrebatado. Le fascinaba acariciar la piel de aquella mujer. La cercanía de Rubí le provocaba una indescriptible sensación de placer
-¿Estás asustada prinzessin? –dijo con Cid con ternura.
La chica lo miró de manera tan profunda que el muchacho creyó que iba a desfallecer.
-No tengo miedo por mí. En realidad estoy asustada por lo que pueda sucederle a los demás.
-No te preocupes, mi amor.
-Es muy arriesgado, Cid. Jamás me perdonaría si algo malo les sucediera. Además no tienen obligación de hacer algo así.
Cid le devolvió una mirada tan intensa como la que ella le había ofrecido antes.
-No lo hacen por obligación, Rubí. Ellos lo hacen por mí. Cuando te conocieron se dieron cuenta de la importancia que tu existencia tiene en mi vida.
Rubí no pudo pronunciar ninguna palabra. El corazón se le había encogido por la emoción. Cid superaba con creces cualquier fantasía que su cabeza adolescente pudiera haber imaginado. Tenía muy en claro que no constituían la pareja ideal. Los hechos lo confirmaban plenamente. Pertenecían a dos mundos demasiado lejanos. A pesar de todo, allí estaban, dispuestos a pelear por ese profundo sentimiento que los unía desde la primera vez que se habían visto en la playa.

Claus Finke experimentaba una sensación muy especial. Por un lado lo consumía la ansiedad por poner en marcha el plan que habían trazado, por otra parte el temor por las consecuencias de su accionar iba minando la calma que siempre lo había distinguido. Muchas cosas estaban en juego. La seguridad de sus hijos era lo que más lo preocupaba. Su vida se había convertido en un torbellino que no le permitía bajar la guardia ni un segundo.
Además, el descubrimiento del vínculo de Ágata Roccia con su padre no era un suceso menor. A pesar de considerarse un hombre maduro y racional, la existencia de otra mujer en la vida de Karl le producía un sabor amargo en la boca. Las sospechas que su madre y él mismo siempre habían padecido, se habían convertido en una cruel realidad. Si bien su padre había permanecido junto a ellos, ahora comprobaba con honda tristeza que el corazón de Karl se hallaba partido en dos. Sus largos silencios, su mirada perdida y aquella mueca que intentaba simular una sonrisa, eran el fiel reflejo de la tristeza que azotaba su alma.
Ben se acercó a Claus y le ofreció una taza de café. Los dos hombres, sentados bajo la sombra del nogal de la casa de Ágata, observaban la imponente puesta del sol.
-Todo esto parece una maldita película de ciencia ficción. –murmuró Ben con impotencia.
-Es verdad. Una espantosa mezcla de realidad y fantasía de la cual ya no podemos escapar.
-Estoy preocupado, papá. El plan es demasiado riesgoso. No confío en esas mujeres, mucho menos en esos tres matones que las acompañaban.
Claus suspiró con resignación. Su hijo tenía razón, pero las cartas estaban echadas y ya no podían volver atrás.
-Tenemos que ayudar a tu hermano, Ben. Además después de conocer a esta familia tan particular, no podemos dejar de colaborar con ellas. Por esas misteriosas jugadas del destino, ayudar a Ágata es como recompensar un poco el sacrificio que hizo tu abuelo por mi madre y por mí.
Benjamín observó a su padre con admiración. Aquel alemán duro y estricto, estaba dispuesto a arriesgar a las personas que más amaba en la vida en pos de una causa justa.
Amatista apareció en el jardín llevando una bandeja con galletas y un termo con café caliente. Ben la miraba y a medida que la joven avanzaba, su corazón se aceleraba cada vez más. El asomo de una pequeña redondez en su vientre comenzaba a ser evidente. Este detalle muy lejos de provocarle alguna clase de rencor, lo sumía en un maravilloso estado de delirio protector. Ansiaba cuidarla y apartarla de cualquier clase de peligro. Decididamente estaba loco por esa mujer.
-Gracias por el café, Amatista.-dijo Claus sonriendo.
-También les traje estas galletas. –comentó la muchacha evitando mirar a Ben a los ojos.
-Gracias. –murmuró Ben.
-¿Cómo está tu hermana? –indagó Claus preocupado.
-Sigue igual. Ahora está conversando con Ágata. Están organizando los últimos detalles del viaje.
-¿Vas a acompañarlas a Vaduz?
El rostro de Amatista se ensombreció.
-No. Ellas me pidieron que permanezca en la casa y me ocupe de Jade y de Esmeralda. Gracias a Dios la nena se encuentra al margen de toda esta situación. Sin embargo Jade se vio sometida a una presión demasiado dura. Apenas es una chica…
Los últimos rayos de sol desaparecieron tras la frondosa arboleda del lugar. La angustia se hacía cada vez más palpable y un tenso silencio envolvió por completo a las tres figuras que permanecían sentadas en el jardín.



Cid y Rubí








1 comentario:

la MaLquEridA dijo...

Se está poniendo más interesante la historia de la coincidencia de las piedras que la de Rubí que ya me está amelcochando mucho mi teclado jaja.


Aquí ando de a poquito Bee.