28 octubre, 2011

Capítulo 76 "Amnesia"

La casa Gestein era un verdadero hervidero. Las damas corrían de un lado para el otro y apenas podían llegar a comprender la pesadilla que estaban viviendo. Eran casi las 2 de la madrugada y aún no lograban comunicarse con Zafiro Pedra. Cuarzo y Citrino observaban la mirada desorientada de Alina y no podían disimular el pánico que las estaba atormentando.
Desde que Alina había llegado a Berlín algo muy extraño había sucedido con su mente. Su memoria había desaparecido por completo. No podía recordar absolutamente nada. Su vida era una página en blanco. No era capaz de reconocer a nadie y mucho menos adivinar donde se encontraba. Al principio y como consecuencia de la desesperación, las damas la habían bombardeado a preguntas de todo tipo. Lo único que lograron fue alterar a la pobre mujer que por más que se esforzaba, no conseguía coordinar un sólo recuerdo.
Cuarzo insistió tanto que finalmente logró comunicarse con la casa de Portugal. Las agujas del reloj indicaban las 3.20 de la madrugada. La voz de la Jefa del Clan sonó adormecida.
-Hola…
-¡Gracias a Dios, Zafiro! –exclamó Cuarzo esperanzada.
-¿Quién habla?
-Soy Cuarzo Gestein y nos encontramos en graves problemas.
Zafiro Pedra se despabiló rápidamente. Un terrible presentimiento la ayudó a quitarse de encima el sopor que tenía.
-¿Alina llegó a Berlín? –preguntó la dama preocupada.
-Precisamente ella es el problema. Alina padece una amnesia profunda. El tema es que no ha sufrido ningún golpe que pueda ser el causante de semejante estado. Estamos muy preocupadas, Zafiro. Tememos que se trate de algo más grave.
De pronto Zafiro frunció el ceño y se quedó pensando unos segundos. Una idea nefasta cruzó su mente como un verdadero rayo. Casi podía adivinar de qué se trataba todo esto. La pregunta pugnaba por salir de su boca. Todo dependía de la respuesta que Cuarzo le fuera a dar.
-Cuarzo ¿sabrías informarme si Alina cuando llegó a Berlín tuvo la oportunidad de hablar por teléfono con alguien?
-De ninguna manera, Zafiro. Alina apenas descendió del avión se encontró con nosotras.
Los labios de Zafiro Pedra se tensaron en una fina línea recta. Era capaz de jugarse la vida y estaba segura de no perderla.
-Therese… -murmuró la dama indignada.
Cuarzo Gestein no entendía nada.
-No comprendo…
-No te asustes. Cuarzo. Necesito que me escuches con mucho cuidado. Creo saber que es lo que está sucediendo con Alina.
¿Citrino está despierta?
-¡Por supuesto! Ninguna de nosotras puede dormir. Las damas más jóvenes están orando por la salud de Alina.
Zafiro sonrió con dulzura. Las alemanas eran mujeres excepcionales, no sólo por su conducta sino también por el amor que profesaban por su Jefa y guía espiritual.
-Muy bien, entonces escuchame con atención. Estoy casi segura que una de las guardianas está vinculada con el estado amnésico de Alina. Es necesario que junto con Citrino utilicen sus dones para neutralizar la energía negativa. Convoca a Ónice para que use su poder de equilibrio y luego la proteja de cualquier embate exterior. Después de estos ataques las damas solemos quedar extenuadas.
Cuarzo estaba en estado de shock. La Guardia Secreta se había atrevida a atacar a una dama. Eso era imperdonable. Una fría cólera fue ganando su interior. Ya se encargaría de resolver aquel tema con la Guardia Secreta…
Pero primero estaba Alina. Lo primordial era recuperar la salud de su líder.
-Descuida, Zafiro. Tan pronto corte la comunicación comenzaremos con la curación.
-Te ruego que me mantengan informada. Dudo mucho que esta noche vuelva a recuperar el sueño…


El vuelo a Madrid partía dentro de una hora. Claus y los muchachos habían llegado con el tiempo suficiente como para despachar el equipaje y presentar la documentación necesaria para viajar. Claus se acercó a sus hijos y le palmeó los hombros a cada uno. El gesto fue más que reconfortante. Los nervios estaban consumiendo el escaso control que hasta ese momento habían llegado a desarrollar. Cid no podía dejar de retorcerse las manos y Ben se mordía de manera constante el labio inferior de la boca. Claus reconocía perfectamente aquellos síntomas de ansiedad que manifestaban sus hijos. Desde muy pequeños aquellas manías eran la forma que habían encontrado de mostrar su alteración.
Los tres decidieron acomodarse en una pequeña mesa del aeropuerto y tomarse un par de cafés. Ben rompió el fuego.
-No puedo creer todo lo que nos está sucediendo… -murmuró anonadado.
-Aún tienen tiempo de dar marcha atrás. –dijo Cid con sinceridad.
-Tu hermano no quiso decir eso, Cid. –afirmó Claus rápidamente.
-¡Claro que no, Cid! –exclamó Ben molesto- Tengo motivos muy parecidos a los tuyos para arriesgarme a hacer esto.
Claus y Cid miraron a Ben asombrados. Semejante declaración debía tener una explicación más que importante. Ben se ruborizó de inmediato. Había hablado demás y ahora se veía obligado a emitir algún comentario. Se maldijo en silencio.
-No creo que sea el momento apropiado para hacer ninguna clase de declaración.
-Opino todo lo contrario.
Ben miró a su padre y no supo elaborar ningún comentario apropiado que lo sacara de aquella incómoda situación.
-Cuando regresemos de Vaduz, quizás esté listo para comentarles algo al respecto.
Claus conocía muy bien a su hijo mayor. Esas habían sido sus últimas palabras. Sin duda deberían esperar hasta la vuelta para conocer el secreto que Ben les estaba ocultando. Sin embargo Cid que conocía la atracción que Ben sentía por Amatista, no dudó en atacar.
-¿Acaso Amatista…?
Ben no le permitió terminar la pregunta. Sus ojos de un azul transparente se habían oscurecido por completo.
-A la vuelta, Cid.
-Ok, como prefieras.
Claus que notaba la tensión que experimentaba Ben, miró a Cid y dijo:
-¿Estás listo Cid?
El muchacho bebió el último trago de café y le respondió a su padre.
-Creo que sí. Mi única preocupación es Rubí.
-Ella va a estar bien. Confío plenamente en Ágata.
-Yo también, papá. Pero todo es tan sobrenatural que me cuesta adaptarme a las circunstancias.
-Te entiendo, Cid. –y agregó pensativo- La vida tiene giros verdaderamente inesperados…
De pronto Ben reflexionó en voz alta.
-A pesar de conocer el secreto de Ágata y el abuelo Karl, no puedo sentir rencor contra ella.
-No existen motivos para el rencor. Ágata y mi padre nunca estuvieron juntos. El único reproche que le haría a Karl es no haber podido conseguir un poco de paz a lo largo de su vida.
La vista de Claus se nubló por unas repentinas lágrimas que no alcanzó a contener. La persistente tristeza de su padre era un tema que nunca había podido superar. Su madre tampoco. Unos días antes de morir, le había confesado algo que lo sumió en un profundo dolor. “Cuanto lamento no haber hecho feliz a tu padre”. Esas palabras fueron como dagas que le desgarraron el corazón. Úrsula Finke murió y nunca comprendió el motivo que provocó la eterna pena que consumió la vida de su esposo.
-Ágata es una gran mujer y supo formar una buena familia. Esas mujeres merecen todo mi respeto. No creo que muchas personas tengan las agallas que ellas poseen.
-Eso es verdad, Claus. –dijo Ben emocionado.
Cid consulto el reloj. Miró a su padre y a su hermano.
-Ya es hora.
Los tres salieron juntos del lugar. Caminaban casi pegados. Sabían que la aventura que iban a afrontar era una de las más importantes de sus vidas.
-Que Dios nos acompañe. –rogó Claus para sus adentros.


El sol se estaba poniendo en Cariló. Amatista y Esmeralda regaban el jardín y cortaban las malezas que dañaban los rosales. En un momento, Amatista se quedó asombrada observando la mirada de su pequeña sobrina. Los ojos de Esmeralda estaban más verdes que nunca. Esa nena era muy especial. Desde el principio había demostrado una madurez muy difícil de igualar. A pesar de que todas intentaban mantenerla al margen de tanta locura, Ami sabía que Esmeralda estaba al tanto de todo lo que ocurría en la familia. Nunca había formulado ninguna pregunta inapropiada ni había alterado su comportamiento cotidiano. Era muy considerada y demasiado madura para la edad que tenía. Amatista no estaba segura si eso era una bendición o una verdadera maldición para aquella hermosa criatura.
De pronto Jade apareció corriendo por el sendero del fondo. Tenía las mejillas coloradas y venía cargando el teléfono que estaba en la cocina. Después de recuperar el aliento dijo:
-Alguien quiere hablarte. –después de entregarle el aparato a su tía agregó- Esmeralda, necesito que me ayudes con las regaderas. –ante la mirada molesta de su hermana, dijo- Ahora mismo.
Cuando las chicas desaparecieron por el jardín trasero, Amatista respondió la llamada.
-Hola.
-Tu voz es tan parecida a la de tu madre… -susurró una mujer que hacía mucho tiempo que no escuchaba.
-¿Turquesa? ¡No lo puedo creer!
La dama Roccia sonrió al otro lado de la línea telefónica.
-Hace mucho tiempo que no hablamos ¿verdad?
Amatista apenas pudo ahogar un sollozo desesperado. Turquesa preocupada dijo:
-¿Estás bien, Ami?
-¡Estoy muerta de miedo, tía! Si supieras las cosas que están sucediendo…
La vieja dama volvió a sonreír y con aplomo respondió:
-Tranquila Ami, estoy al tanto de todo. Tu madre me escribió hace unos días y por ese motivo estoy llamando.
-Ya viajaron a Vaduz. – reveló Amatista algo más recompuesta.
Las facciones de Turquesa se endurecieron.
-¿El plan ya está en marcha?
Amatista no pudo decir nada. Su tía estaba más informada que ella sobre los pasos que su familia iba a seguir.
-Conozco sólo una parte del plan. Mamá quiere mantenernos lo más lejos posible de esto. Me pidió que cuide a Jade y a Esmeralda y que piense en bienestar del bebé que viene en camino.
-Me parece muy inteligente de su parte. Cuantas menos personas participen de todo esto, mucho mejor.
A la joven volvió a encogérsele el corazón.
-Tía, estamos desafiando al Clan…
Turquesa respiró hondo y reflexionó en voz alta.
-El Clan no me preocupa tanto como la reacción de la Guardia Secreta. Esas mujeres están viejas y locas.
Una risa histérica escapó de los labios de Amatista. El humor ácido de su tía siempre la hacía reír aún bajo las peores circunstancias.
-Van a dar pelea ¿no? –preguntó temerosa.
-No lo dudes. Pero confío plenamente en tu madre. Además no están solas…
Amatista suspiró con una repentina confianza.
-Es verdad, los Finke son personas muy valientes. Aunque no puedo negarte que temo por su seguridad. Ellos no saben el poder al que se enfrentan.
-Recuerda que las guardianas tienen prohibido atacar a las personas comunes. Esa es una excelente ventaja.
-Ellas van a ponerse furiosas. Además son muy peligrosas. Nadie puede olvidar lo que hicieron con las damas portuguesas.
De repente la mirada de Turquesa se ensombreció. Recordaba perfectamente aquel nefasto episodio.
-Ami, si tu madre se llega a comunicar quiero que le digas que el plan sigue tal cual lo diseñamos.
-De acuerdo.
Antes de finalizar la conversación, Turquesa dijo:
-¿Cómo están tus hermanas?
-Bien. Jade es de gran ayuda, en especial con Esmeralda.
-Muy bien, quiero que cuenten conmigo para lo que necesiten. Sé que sólo soy una vieja que se encuentra a más de 14.000km de allí, pero muy a mi pesar mis poderes siguen tan fuertes como siempre.
Amatista sonrió aliviada.
-Gracias, tía. Quiero que sepas que te extraño mucho. Si bien respeto tus decisiones, espero volver a verte algún día.
La voz se estranguló en la garganta de Turquesa. Ella sabía que su exilio la obligaba a permanecer lejos de su familia.
Era el precio que debía pagar por su libertad…



La amnesia de Alina




1 comentario:

la MaLquEridA dijo...

En este capítulo pasaron muchas cosas Bee, pero se que me quedó la duda de la amnesia de Alina.

A ver cómo se van sucediendo las cosas.


Besos Bee.