19 octubre, 2011

Capítulo 71 "Visita hostil"

Alina Gestein había llegado a Portugal apenas pasado el mediodía. La llamada urgente de Zafiro Pedra no dejaba lugar para las dudas. Un descubrimiento de suma importancia podía llegar a cambiar el curso de las cosas. Era necesario que Alina viajara de inmediato a la casa de la familia Pedra. Ella era la persona más indicada para colaborar con la Jefa Suprema del Clan. Su estrecha amistad con Zafiro y Ágata Roccia la convertía en la candidata ideal. Además una de sus virtudes principales era la habilidad que tenía para investigar documentos antiguos redactados en distintas lenguas.
Zafiro condujo a Alina hasta su escritorio apenas la dama alemana cruzó el umbral de la residencia en Lisboa. La habitación estaba sumida en un verdadero caos de papeles y documentos de diversa procedencia. Las notas escritas por la dama portuguesa prácticamente tapizaban el suelo de la estancia. Sin duda Zafiro había estado trabajando sin
parar las últimas 24hs. Junto a una humeante tetera restos de comida descansaban en una bandeja de plata.
-¡Esto es un desorden total! –exclamó Alina horrorizada.
Zafiro sonrió con picardía. La metódica dama alemana detestaba el descontrol y realmente el aspecto de aquella habitación era sin duda desalentador.
-Alina, creo que con tu ayuda puedo llegar a encontrar una solución para toda esta catástrofe. –reveló Zafiro esperanzada- Se lo debo a Ágata.
-Soy toda oídos. –dijo la alemana intrigada.
-Estuve analizando algunos antiguos escritos del Libro Sagrado y encontré un capítulo casi desconocido para todas nosotras. Se trata de un descubrimiento que hizo el padre Tolomeo cientos de años atrás, cuando la Sagrada Piedra estalló en miles de pedazos y muchos de ellos se perdieron y otros fueron robados por los sirvientes. Los trozos entregados en custodia
a cada una de nuestras familias fueron elegidos al azar. Todo se resolvió de manera tan caótica que nadie observó que muchos de aquellos pedazos podían llegar a conformar un verdadero rompecabezas. Después de muchos años de trabajo, Tolomeo logró mediante un dibujo reconstruir la figura de nuestra Piedra y colocó algunos trozos que habían quedado en su poder. Segundos más tarde un verdadero milagro se produjo ante sus sorprendidos ojos.
Las partes de la piedra que había logrado hacer coincidir y que encajaban perfectamente por su irregular forma, irradiaban una energía positiva muy difícil de igualar. Eva, una de las sacerdotisas más sabias, le comunicó que el poder de la Piedra Sagrada continuaba intacto y que el centro de energía positiva se había trasladado a cada una de aquellas partes. Sólo había que juntarlas y el poder sería una fuente energética imposible de igualar. ¿Comprendes lo que estoy diciendo?
Alina que había escuchado cada una de las palabras de Zafiro con suma atención, cerró los ojos por un momento y después de abrirlos de una manera desmesurada, gritó:
-¡El ritual de la concepción forzada es posible de evitar! ¡Solamente debemos tratar de encontrar dos partes de la piedra que puedan llegar a coincidir!
Zafiro la observó con calma, respiró profundamente y dijo:
-Alina, no estoy segura de que alguna de las partes de la Piedra que nuestras familias custodian puedan llegar a coincidir…
La dama alemana hizo caso omiso al comentario de Zafiro y con renovado entusiasmo afirmó:
-¿Acaso alguna vez verificamos si alguna de las partes podían llegar a coincidir?
-Eso es verdad. –admitió Zafiro esperanzada.
-Entonces… ¡Manos a la obra! –insistió Alina con entusiasmo.
-Pero, ¿Por dónde empezamos?
Alina pensó unos segundos y propuso lo siguiente:
-Podemos tomar como referencia el receptáculo que utilizamos durante los concilios para que las damas ubiquen sus respectivas piedras. Además debemos recurrir a nuestros registros para asegurarnos la posición que le corresponde a cada piedra y a que familia le pertenece.
Zafiro sonrió con satisfacción. Alina además de ser una muy buena amiga también era la colaboradora perfecta. No cabía lugar para las dudas. Aún existía un rayo de esperanza que se colaba poderoso dentro de tanta oscuridad…

La carretera que conectaba el centro de Vaduz con la residencia de la Guardia Secreta estaba despejada. Ya eran más de las 2 de la tarde y Cordelia y Francina regresaban de adquirir las provisiones que necesitaban para aquella semana. Habitualmente los sacerdotes eran los encargados de trasladarlas a Vaduz, pero en ese momento ellos estaban ocupados en una importante misión al otro lado del océano. Ellas conocían muy bien el motivo de aquel repentino viaje.
Antes de partir, Aldonza y Agustine se habían encargado de ponerlas al tanto de lo que estaba sucediendo. Francina era la menor de las cuatro noveles sacerdotisas. Por esa razón Cordelia era la que estaba conduciendo el automóvil en ese momento. Apenas cruzaron el umbral de entrada, las invadió una profunda sensación de inestabilidad. Algo extraño estaba sucediendo dentro de la casa. Últimamente cada vez que alguna de las Guardianas Mayores perdía el control, los síntomas de malestar se hacían presentes de manera instantánea. Este tema las tenía muy preocupadas. Ellas eran demasiado jóvenes e inexpertas. Además sus dones no estaban definitivamente desarrollados. Era imposible que pudieran repeler cualquier ataque de parte de las ancianas. Ingresaron al vestíbulo en silencio.
De pronto la voz de Clarencia rugió de manera temeraria. No lograron comprender lo que la mujer había exclamado, pero sin duda no se trataba de nada bueno para ninguna de ellas.
Jean, Therese y Edana corrieron hasta la habitación de Clarencia. Cuando abrieron la puerta, la mujer se desplazaba por el lugar como un león enjaulado. Tenía la cara desfigurada y no paraba de maldecir a diestra y siniestra. Jean se acercó con cuidado e intentó detener a la desquiciada guardiana. Clarencia miró a Jean de manera hostil. Esta no se amedrentó y dijo:
-Clarencia, necesitamos que te calmes. Clarencia, por favor… -insistió Jean severa.
La mujer estiró su mano arrugada y cubierta de pecas y señalando a Jean sugirió:
-Deberías tratarme con más respeto, Jean.
Jean que conocía lo voluble que era el carácter de su compañera, afirmó con gravedad.
-Todas te respetamos profundamente, Clarencia. Sólo pretendo que te calmes y que nos digas que está sucediendo.
-Por favor Clarencia… -susurró Therese preocupada.
Edana observaba la situación apoyada en el umbral de la puerta. Su rostro estaba rígido y preocupado.
-He tenido una visión.
De inmediato las palabras de la mujer pusieron en guardia a sus tres compañeras.
-Vi a Zafiro Pedra hurgando en las páginas del Libro Sagrado. Alina Gestein está con ella. Ha encontrado algo que puede echar todo a perder. No pude ver de qué se trata, sin embargo su rostro expresaba una enorme satisfacción.
Edana se acercó hasta sus hermanas y preguntó con desprecio:
-¿Acaso están intentando obstaculizar la práctica del Ritual? ¡Debemos impedirlo de cualquier manera!
-El ritual debe realizarse. No podemos perder la oportunidad de recuperar el lugar que nos han arrebatado. –dijo Therese con desesperación.
Jean que para ese momento ya había recuperado el aliento, se sentó sobre la cama de Clarencia y anunció con voz gélida:
-Calma queridas hermanas, nadie va a impedir que el dominio de las Guardianas vuelva a resurgir más poderoso que antes.
El que se atreva a intentarlo deberá estar preparado para enfrentar terribles consecuencias…

Fue demasiado fácil para las sacerdotisas llegar a Cariló. Los sacerdotes se habían reemplazado mutuamente en la conducción de la camioneta y el viaje no había podido ser más exitoso. El temor por conducir en un país desconocido los había preocupado en un principio, pero luego comprobaron con satisfacción que la ruta era muy sencilla y que prácticamente no se presentaron obstáculos en el camino.
La entrada a la pequeña ciudad presentaba un marco muy natural. La ruta era de tierra y un frondoso bosque se erguía imponente a ambos lado del camino. La belleza del lugar deslumbró a los representantes de la Guardia Secreta. Ninguno de ellos conocía Argentina y el magnifico paisaje que se desplegaba ante sus ojos había logrado impresionarlos.
Después de recorrer un largo tramo de ruta, se detuvieron junto a un grupo de personas que se dirigían hacia la zona de playa. Con suma cordialidad les indicaron la dirección que debían tomar para llegar a su objetivo.
Al llegar a la calle donde se encontraba la casa de Rubí, advirtieron que un hombre de edad madura y dos muchachos más jóvenes se encontraban vigilando el sendero que comunicaba con el chalet de la familia Roccia. Estacionaron el vehiculo a escasos metros del lugar donde estaban ubicados los tres hombres. Lucio, Jonás y Markus descendieron primero y luego ayudaron a las mujeres a salir de la camioneta.
Aldonza y Agustine encabezaban la procesión. Los sacerdotes venían detrás a una prudente distancia. Existían dos poderosas razones para conservar la calma. Primero y principal no debían levantar sospechas en el vecindario. Y segundo y fundamental, tenían la absoluta prohibición de enfrentarse con personas comunes.
Las miradas hostiles de los hombres que custodiaban la casa de la joven elegida no presagiaban nada bueno. Aldonza decidió tomar la palabra.
-Buenos tardes, caballeros. –y extendiendo la mano para saludar agregó- Mi nombre es Aldonza Subirats y vengo en representación de la Guardia Secreta del Clan de las Piedras.
Claus Finke fue el encargado de estrecharle la mano a la joven y manifestó con prudencia:
-Buenas tardes, señorita Subirats. Mi nombre es Claus Finke y ellos son mis dos hijos, Benjamín y Cid.
Mientras intercambiaban gestos de contenida amabilidad, la repentina aparición de Ágata Roccia logró amilanar el carácter general del grupo. La Guardia había sido creada para estar al servicio de aquellas damas y le debían el mayor respeto. La anciana dama se acercó lentamente y dijo:
-Bienvenidos a mi hogar. Los invito a ingresar a mi casa.
Su voz sonaba serena y controlada. Aquella mujer era casi una leyenda y su sola palabra inspiraba obediencia y humildad.
Apenas unos minutos más tarde el grupo proveniente de Vaduz se encontraba instalado en el living de la familia Roccia. En el lugar no había rastros de ninguna de las integrantes de la familia de Ágata. La comitiva por completo se puso en guardia. De pronto Marina Roccia hizo su aparición. Bajaba lentamente las escaleras y llevaba de la mano a una joven que no superaba los 18 años. Su cabello era de un color cobrizo brillante y le llegaba hasta la cintura. Su mirada era desafiante y en todo momento permaneció aferrada a la mano de su madre.
-Buenas tardes. Yo soy Marina Roccia y ella es mi hija Rubí.
Después de un breve intercambio de saludos, las sacerdotisas fueron invitadas a ponerse cómodas. Los tres sacerdotes no perdían de vista a ninguno de los hombres Finke. Cid tenía la mirada clavada en Rubí. Le era imposible dejar de vigilarla.
Momentáneamente, Marina se hizo cargo de la situación.
-Todos conocemos perfectamente el motivo por el cual ustedes se vieron obligados a viajar hasta aquí. –hizo una leve pausa para después continuar con determinación- Quiero informarles que fue innecesaria tanta molestia. Después de discutir la situación, todos comprendimos que nuestro deber es respetar nuestros orígenes y cumplir con la misión con las que nos han honrado. Mi hija Rubí viajará a Vaduz junto con nosotras.
Los rostros de la delegación de la Guardia lucían asombrados. Esperaban una situación mucho más complicada. Clarencia nunca se equivocaba y en su visión Rubí Roccia se negaba rotundamente a viajar y además contaba con el apoyo incondicional de un hombre muy especial para ella. Algo extraño estaba sucediendo y Aldonza lo iba a averiguar.
-Es una noticia muy satisfactoria, Honorable Señora. Sólo tengo una pequeña curiosidad. –afirmó la joven con astucia.
-La escucho, Aldonza. –dijo Marina alarmada.
-Quiera saber ¿Quién de ustedes es Cid Finke?
La tensión volvió a apoderarse del lugar. Una corriente de nerviosismo recorrió el amplio espacio en el que se encontraban.
Cid miró fijamente a Ágata y esta le hizo una breve señal. El muchacho se puso de pie y se presentó ante las sacerdotisas.
-Yo soy Cid Finke.
Aldonza observó al joven con atención. Sin duda era un hombre muy atractivo y valiente. No cualquiera se hubiese atrevido a enfrentar una situación tan fuera de lo común.
-Sr. Finke, espero que pueda comprender que su relación con la Srta. Roccia es imposible.
Los músculos de la cara de Cid se tensaron notablemente.
-Nuestra existencia nunca debería habérseles revelado. Eso constituye una grave falta a nuestro juramento de mantenernos lo más alejados posible de la gente común. Les informo que ustedes tres van a ser tratados con una poción que va a inhibir cualquier clase de recuerdos con respecto a nuestra existencia. Les pido que no se preocupen, ya que dicha poción no les provocará daño alguno.
Cid miró con desesperación a Ágata, quien se apresuró a emitir un breve comentario.
-Ese tema corre por nuestra cuenta, estimada Aldonza. Es nuestra absoluta responsabilidad corregir los errores que mi nieta ha cometido.
Rubí se soltó de la mano de su madre, se acercó hasta donde estaba su abuela y con furia en la voz dijo:
-Que acepte viajar a Vaduz a cumplir con mi deber, no significa que apruebe lo que afirmaste. Amar ha Cid no es un error. Amar a Cid es lo más puro que me ha sucedido en la vida.
Acto seguido corrió hasta donde estaba parado el muchacho y lo abrazó con tanto fervor que casi lo derriba sobre el sofá. Escondió el rostro en el pecho del joven y no volvió a apartarse de él. Ágata respiró nerviosa. Lo último que necesitaban era que Rubí montara una escena justo cuando todo empezaba a marchar casi a la perfección.
-Quiero que confíen en mi palabra. Las tres estamos dispuestas a viajar a Vaduz sin ninguna clase de contratiempos.
-Eso espero, estimada Ágata. –repuso Aldonza con seriedad.
-Mañana por la mañana partiremos hacia Buenos Aires. La documentación está lista y también los pasajes de avión.
-Preferimos escoltarlos nosotros mismos.-la voz de Markus era firme y con un marcado acento alemán.
-Les agradezco la oferta, pero creo que no será necesario. Dadas las circunstancias preferiría que mantengamos una
prudente distancia. Si todos marcháramos juntos hacia la capital, los vecinos podrían llegar a sospechar que algo extraño está sucediendo. Creo que lo más aconsejable es que ustedes regresen hoy mismo a Buenos Aires y que mañana nos encontremos todos en el hotel donde se hospedan. Desde allí nos trasladaremos juntos al aeropuerto de Ezeiza.
Aldonza miró a Agustine y a los sacerdotes respectivamente. Después de evaluar la propuesta de Ágata, se puso de pie y con tono solemne y casi amenazador dijo:
-Acepto su sabia sugerencia, estimada Ágata. Sin embargo es mi obligación ponerla sobre aviso. Sería muy desagradable para nosotros tener que recurrir a nuestros poderes en el caso de que algo no salga como acabamos de planearlo.
-Pueden contar con mi palabra.
El grupo conformado por las dos mujeres y los tres hombres saludó con cortesía y se retiraron tan discretos como habían llegado. Durante unos cuantos minutos la casa Roccia no pudo recobrar la tranquilidad. La presencia de aquellas personas era realmente intimidante. Como de costumbre Ágata fue la primera en recuperar la calma.
A pesar de todo, la primera etapa del plan había resultado más que exitosa…



Residencia Pedra en Lisboa








1 comentario:

la MaLquEridA dijo...

Parece que el amor de Rubí y Cid se está salvando pero vendrán pruebas más duras, lo peor es que ya se dieron cuenta las sacerdotisas de que los otros ya encontraron la forma para que la concepción no se lleve a cabo, ¿Yupi?