12 octubre, 2011

Capítulo 65 "Encuentro sorprendente"

Jade llegó al hotel de Cid al atardecer. Rubí se negaba a regresar a la casa y la única propuesta que aceptó fue que su hermana mayor la visitara allí. Era necesario saber que novedades se habían producido en las últimas horas y además le preocupaba mucho la salud de su abuela y de su madre. Cid había tratado de convencerla para que regresara a su hogar
pero la chica se había negado rotundamente. La intención de Cid era poner paños fríos en la tensa situación, pero la tozudez de Rubí se lo había impedido. Lo único que había logrado era que la joven descansara un par de horas. No se despegaba de ella en ningún momento y trataba de protegerla de las pesadillas que la atormentaban mientras dormía. El sufrimiento de Rubí lo estaba destrozando. Estaba asustado y temía no estar a la altura de las circunstancias. Siempre se había sentido capaz de enfrentar cualquier clase de situación, pero esta vez era diferente. El reto no era de igual a igual. El carecía de cualquier habilidad sobrenatural y le era imposible enfrentar los poderes de aquellas personas. Rubí le había comentado algo que de alguna manera lo alentaba. La Guardia Secreta no podía atacar bajo ningún concepto a la gente común. Sin embargo el hecho de que estuvieran autorizadas a controlar a Rubí lo desconsolaba y lo hacía sentir un verdadero inútil.
Decididamente esto era una espantosa pesadilla. Miles de ideas vagaban por su mente. Huir era la solución que con más asiduidad se imponía al resto de las posibles soluciones. Al mismo tiempo, creía que escapar era un camino cobarde y que no tenía mucho futuro. ¿Cuánto tiempo tardarían las guardianas en utilizar sus poderes y encontrarlos donde quiera que estuvieran escondidos? Además ¿qué clase de vida sería aquella? No estaba dispuesto a vivir como dos reos acusados de cometer algún crimen atroz.
Eran las 20.30 de la noche cuando Jade llamó a la puerta de la habitación de Cid.
-Hola cuñado –dijo la chica con una sonrisa forzada.
-Hola Jade. Gracias por venir.
Jade ingresó al cuarto y se sentó en un pequeño estar que había en la espaciosa suite.
-Tu hermana está durmiendo. Costó bastante, pero finalmente logré que cerrara los ojos un buen rato.
La chica miró a Cid con ternura. Era un chico maravilloso y era obvio el amor que sentía por su hermana.
-Cid te agradezco todo lo que estás haciendo por Rubí… -dijo Jade con honestidad.
El muchacho le acarició el cabello a la chica y sonrió con resignación.
-No me digas eso, Jade. ¿Acaso no harías lo mismo por el hombre del cual estuvieras perdidamente enamorada?
Jade se quedó pensativa y murmuró:
-Ya no estoy tan segura de querer enamorarme de nadie… Nosotras estamos destinadas para otra cosa…
Cid frunció el seño y no tardó en manifestar su desacuerdo.
-Me niego a aceptar ese comentario de tu parte. Ustedes son mujeres que tienen el derecho a elegir como vivir su vida.
Jade suspiró sombría y reveló su hondo pesar.
-¡Cuánto me gustaría poder afirmar que eso es verdad! ¡Estamos condenadas Cid!
-¡No! –exclamó el muchacho airado.
-Puede que Rubí tenga alguna chance a tu lado. Pero nosotras… -gimió la joven con dolor.
Cid se resistía a ver sufrir de esa manera a su cuñada. Se acercó a ella y la envolvió suavemente entre sus brazos.
-Jade, no te rindas. ¿Acaso estás dispuesta a aceptar el mismo destino para Esmeralda?
La sola mención del nombre se su hermana menor provocó una oleada de llanto en la muchacha.
-Amatista tampoco quiere que su hija cumpla con el destino del Clan. –aseguró Jade sollozando.
Cid pensó en Ben y en lo que él le había confesado sobre Amatista. Decididamente las cosas iban de mal en peor.
De pronto Rubí ingresó a la habitación con los ojos hinchados como consecuencia de haber dormido bastante mal.
La imagen de su hermana llorando en brazos de Cid la puso en guardia rápidamente. Se acercó corriendo hasta donde estaban ellos y dijo aterrada:
-¿Qué pasa Jade? ¿Por qué estás llorando?
Cid intentó calmarla.
-No te preocupes mi amor. Jade está tan nerviosa como nosotros. –y agregó con un esbozo de sonrisa- Creo que estás demasiado acostumbrada a que Jade funcione como si fuera la Mujer Maravilla…
El irónico comentario distendió bastante la tensa situación. Rubí abrazó a su hermana con amor.
-¡Cid tiene razón, Jadecita! –bromeó Rubí melosa.
-¡Por favor no me llames “Jadecita”! Es lo último que me falta…
Los tres rieron al unísono. Un clima más relajado se apoderó del lugar.
-¿Cómo está la abuela? ¿Y mamá? ¿Alguna novedad de Vaduz? –preguntó Rubí atropellada.
Jade revoleó los ojos y trató de responder de la manera más sencilla.
-Mamá está hablando mucho con la tía. Eso la calma bastante. Además tiene que disimular delante de Esmeralda.
-Pobrecita mi amor... ¡La extraño tanto!
-La abuela quiere que les diga que tiene la intención de hacer una reunión de emergencia en cuanto lleguen Ben y el papá de Cid. Ha decidido ser la responsable de hablar personalmente con tu familia.
Cid y Rubí se quedaron atónitos. Los Finke iban a tener el honor de que la jefa de la Familia Roccia les contara el secreto del Clan. Ese sí iba a ser un acontecimiento importante.
Rubí miró a Cid y después de meditar unos segundos preguntó con prudencia:
-¿Los va a informar y luego los va a hacer olvidar?
Cid observó a su cuñada con recelo. Jade inmutable respondió de inmediato.
-De ninguna manera. Si Cid va a formar parte de la familia, su padre tiene el derecho de saber la verdad sobre nosotras.
-¿Y con respecto a Vaduz? –insistió Rubí con preocupación.
-Alina Gestein viajó a Liechtestein con la idea de convencer a las Guardianas para que no envíen a las sacerdotisas a buscarte. Todavía no tenemos ninguna novedad.
-Pobre Alina… arriesgarse de esa manera… -murmuró Rubí afligida.
Cid se revolvió en su asiento y preguntó con curiosidad:
-¿Ustedes creen que esas mujeres son capaces de hacerle daño a esa dama?
Ninguna de las dos jóvenes se atrevió a responder. Evidentemente Cid no tenía la menor idea de lo que las Guardianas eran capaces de hacer…

La decisión estaba tomada. Dos sacerdotisas acompañadas por los tres sacerdotes que ya habían regresado de Estocolmo, tendrían la misión de viajar a Buenos Aires y traer a Rubí Roccia sea como sea. Jean y Edana habían discutido con respecto a las jóvenes que iban a viajar. Jean estaba convencida que las más adecuadas para cumplir con la tarea eran Aldonza y Agustine. Sin embargo Edana insistía en que Aldonza debía ser respaldada por Cordelia. Francina estaba descartada desde el principio porque la jovencita era la encargada de organizar la vida cotidiana en Vaduz. Mientras que Jean apoyaba a Agustine asegurando que por su obediencia y calma era la compañera ideal de Aldana, Edana fundamentaba su discrepancia asegurando que Aldonza necesitaba una mujer como Cordelia que ante cualquier adversidad no titubeaba y era capaz de tomar decisiones extremas en el caso que fuera necesario.
Finalmente las dos posiciones fueran puestas a votación y Therese y Clarencia apoyaron la moción de Jean, argumentando que lo que se necesitaba era suma prudencia, ya bastante irritación iban a provocar la presencia de los tres sacerdotes en la casa Roccia. Edana de muy mal humor tuvo que recurrir a su poder de autocontrol para no provocar una verdadera batalla
en el seno de la Guardia Secreta. Las cuatro mujeres conocían perfectamente la rispidez que siempre había existido entre Jean y Edana. Ambas poseían caracteres muy fuertes y en más de una ocasión se vieron seriamente enfrentadas. Además era un secreto a voces el deseo de Edana de convertirse en la Jefa Espiritual del grupo, cargo que ocupaba Jean desde hacía más de 40 años.
Lucio, Jonás y Markus aguardaban en el auto la llegada de las jóvenes sacerdotisas. Ellos también se encontraban en una situación más que incómoda. Conocían perfectamente las reglas del ritual de la concepción y la elección del hombre que debería yacer con la Elegida no era un tema menor. Todo lo contrario. Debido a los inconvenientes que estaban teniendo
con las damas del Clan, ellos aún no sabían quienes iban a ser los seleccionados. Conocían a la perfección las cualidades que cada uno de ellos ostentaba pero eso poco importaba, ya que la última palabra siempre la tenían Las Guardianas.
Y hasta ese momento ninguna de ellas había hecho ningún comentario al respecto.
En la sala principal Clarencia, Therese y Edana observaban en silencio las directivas que Jean les estaba comunicando a las dos jóvenes sacerdotisas. Aldonza estaba serena como de costumbre. Era una muchacha sumamente inteligente y de buen juicio. Agustine, tenía la mirada clavada en el piso y sin poder evitarlo retorcía sus manos de manera constante. Era una muchacha muy valiosa, el tema es que ella todavía no lo había descubierto. Era la menor de todas y aún necesitaba reforzar su autoestima, que sin duda estaba muy por debajo del resto de sus compañeras. A pesar de esto, Jean estaba convencida de su elección.
-El único objetivo de este viaje es traer a Rubí Roccia a Vaduz. Ámbar Pierre ya no es un problema para nosotras. Su abuela y Rosa Pietra se encargarán de que viaje aquí lo más pronto posible. Les repito, el más grave contratiempo que tenemos se llama Rubí Roccia.   El hecho de que Rubí esté acompañada por un hombre es un tema que nos entorpece bastante la tarea. Recuerden que tenemos terminantemente prohibido atacar a cualquier ser común. Nos puede costar muy caro un problema de esa índole. Por ese motivo les he facilitado algunas formas de evitar enfrentarse con ese mortal. No duden en poner en práctica el método que nos asegure la llegada de la chica Roccia a Vaduz. ¿Alguna pregunta?
Las dos muchachas permanecieron en absoluto silencio y negaron sutilmente con un breve movimiento de cabeza.
-Muy bien. Les aclaro que Lucio, Jonás y Markus las respaldarán ante cualquier inconveniente que puedan tener con las mujeres del clan Roccia. Ustedes permanezcan apartadas de cualquier situación violenta. ¿Está claro?
Aldonza y Agustine volvieron a asentir respetuosamente.
-Muy bien, entonces pueden retirarse. Es el deseo de todas nosotras que puedan cumplir con la misión lo más rápido posible y que retornen aquí con el deber cumplido.
Jean apoyó su mano cubierta de anillos sobre la cabeza de cada una de las jóvenes y con voz solemne manifestó:
-Qué el poder de nuestra Sagrada Piedra las acompañe y las proteja. Les deseamos buen viaje.
Las muchachas se inclinaron ante las cuatro ancianas y sin hacer el menor ruido desaparecieron del salón. El automóvil rugió una sola vez y partió por el camino que los llevaba a la estación de ferrocarril en Zurich.
Clarencia que se había acercado a la ventana, vió como el automóvil se perdía por la ruta que descendía hasta el centro de Vaduz. Sorbió un poco de té y con voz lacónica dijo:
-Presiento que esto no va a ser nada fácil…
Edana y Therese permanecieron en silencio. Jean fue la única que se animó a hablar.
-¿Acaso la vida de las Damas o nuestra propia vida ha sido fácil alguna vez?

Las primeras estrellas empezaban a surgir en el despejado cielo. La luna brillaba en lo alto y bañaba con su espléndida luz la tibia noche de Cariló. A pesar de estar en el comienzo del otoño los días aún transcurrían bastante cálidos. Los vecinos del lugar estiraban su jornada laboral y los jóvenes disfrutaban de los paseos por la playa.
Por algún motivo que no alcanzaba a descifrar, Claus había dejado a Ben a pocos metros de la entrada del hotel donde se hospedaba Cid y había decidido caminar por el centro de la ciudad. Las luces de los negocios estaban encendidas y le otorgaban al lugar un decorado excepcional. Cariló era una ciudad con notables reminiscencias nórdicas y la arquitectura de la zona corroboraba esa calificación a cada paso.
Mientras se confundía entre la marea de gente que paseaba por el centro comercial, Claus aún no podía imaginar la razón por la cual Cid los había llamado con tanta urgencia. Estaba preocupado y no sabía que esperar de tan intrigante situación.
El pequeño puente que conectaba una calle con otra lo obligó a prestar más atención al caminar. El impacto fue doloroso. Sus ojos se abrieron alucinados y no pudieron dejar de observar la figura de aquella mujer que caminaba en la dirección opuesta a la suya. En realidad lo primero que vió fue el collar. La piedra brillaba multicolor bajo el efecto de las luces que iluminaban el puente. Luego se detuvo en la imagen de la mujer. Tendría alrededor de 80 años pero sus rasgos se mantenían inalterables. La mirada firme y sólida. Los labios decididos y la misma sonrisa que él había mirado cientos de veces desde que Ben había encontrado aquella vieja caja de madera escondida en el galpón de su campo en Apóstoles.
De pronto sucedió lo inesperado. La anciana que hasta ese momento caminaba distraída, detuvo el paso y con expresión alucinada se quedó absorta mirándolo fijamente a los ojos. Incapaz de reaccionar a tiempo, Claus vio como la mujer se aferraba de la barandilla del puente, intentando mantenerse en pie. Insultándose por lo bajo, corrió hasta la anciana y la tomó por el brazo. Sus manos fuertes la ayudaron a apoyarse contra la madera. Ella estaba asombrada y no dejaba de mirarlo.
En un momento levantó una de sus finas manos y con suavidad acarició la mejilla de Claus que apenas podía creer lo que estaba sucediendo.
-Karl estaría muy orgulloso… -susurró la mujer emocionada.
-Usted es la mujer del retrato. Ni siquiera conozco su nombre. –gimió Claus incrédulo.
La mujer sonrió con dulzura. Volvió a levantar su mano pero esta vez fue para examinar la pulsera que Claus llevaba en su mano derecha.
-Por un momento creí que mi querido Karl había vuelto a mí… -y sin más comenzó a sollozar en silencio.
Claus estremecido, la tomó entre sus brazos y la ayudó a cruzar el puente. Buscó con desesperación un banco y ayudó a la anciana a sentarse. Ninguno de los dos se atrevió a pronunciar palabra alguna. La emoción les había ganado la partida. Permanecieron en silencio un largo rato. Él fue el primero en hablar.
-Me llamo Claus Finke y soy hijo de Karl.
-Parece un milagro. Nunca imaginé volver a tener noticias de Karl. –confesó la mujer angustiada.
-Discúlpeme señora, pero necesito saber quien es usted. –Claus estaba conmocionado.
La anciana lo volvió a mirar con los ojos llenos de ternura y dijo suavemente.
-Mi nombre es Ágata Roccia. Y tu padre fue el único hombre que he amado en mi vida.



Noche de encuentro








4 comentarios:

la MaLquEridA dijo...

¡Sopas! esto se está poniendo bueno, ya se encontraron Claus y Ágata.

Pero entonces... Rubí y Cid son parientes?

Ya me hice un poco de bolas.





Besos Bee

Bee Borjas dijo...

Hola Flor!!!
Agata conoció a Karl, que fue el padre de Claus, y se enamoraron. Pero como Karl estaba casado, Agata se negó a destruir su matrimonio y se alejó de él.
No hay parentesco entre Rubí y Cid.
Besos enormes, Florcita!

MIMOSA dijo...

Conclusión a la primera parte: ¡¡¡¡YO QUIERO UN HOMBRE ASI!!!!!!!!

Segunda parte: ya me tiemblan las patas pensando lo que se nos viene encima cuando el batallón llegue a por Rubí

Tercero: Fascinante y terriblemente encantador!!!! Se va desenredando el nudo, creo que Ágata no va a tener más remedio que claudicar y posicionarse por el amor entre Rubí y Cid en recuerdo del intenso amor que en su día sintió por Karl.
¡Qué bonito!!!!!

Bee Borjas dijo...

Viste Mimi? Este hombre me salió un divino total!
Y si, se vienen momentos cruciales!
Nada va a ser fácil!
Me voy a leer tu otro comment!