06 octubre, 2011

Capítulo 61 "El Templo de Estocolmo"

Las figuras esbeltas de los tres hombres recorrían uno de los tantos puentes de la antigua ciudad. La temperatura rondaba los 9 grados. Durante el período primaveral eran muy escasas las precipitaciones y los lugareños aprovechaban las ventajas del clima seco para disfrutar de los paseos por las islas.
La ciudad estaba muy bella. Hacía mucho tiempo que los sacerdotes no se trasladaban a Estocolmo y el poder apreciar de nuevo la maravillosa ciudad los sobrecogía de una manera muy especial.
Gamla Stan y Riddarholmen las dos islas que constituyen la ciudad medieval más grande de Europa del Norte, había sido su primer destino. La Ciudad Vieja databa del siglo XIII y sus calles empedradas y callejuelas medievales conformaban un paisaje de ensueño. Después de atravesar unos magníficos lagos y frondosos bosques, los sacerdotes se dirigieron con celeridad hacia la enorme estatua de San Jorge derrotando al dragón que se encontraba cerca de la catedral y les servía de guía hacia su destino final.
El edificio se ubicaba a escasos pasos de donde se produjo la masacre de los nobles suecos a principios del siglo XVI.
La fachada del lugar era absolutamente igual al resto de la arquitectura típica del lugar. Nadie podría llegar a sospechar que dentro de aquella simple construcción se hallaba oculto uno de los templos medievales más antiguos de la historia.
Los sacerdotes entraron al edificio utilizando un par de llaves que habían sido entregadas por Jean en la casa de Vaduz la noche anterior. El interior se encontraba en penumbras y sólo la tenue luz del sol iluminaba las escaleras que comunicaban los pisos superiores.
Sin embargo los hombres rodearon el hall principal y después de localizar una antigua estatua de mármol abrieron un compartimiento secreto que comunicaba con unas escaleras que bajaban hacia las profundidades del lugar.
Los escalones eran muy angostos y apenas podían apoyar los pies en un descenso que se hacía cada vez más peligroso.
Lucio fue el primero en encender una linterna que tenía guardada en el interior de su abrigo. Jonás y Markus lo seguían de cerca. Por fin el descenso acabó en el umbral de una inmensa puerta que se alzaba frente a ellos. Jonás se acercó a una campanilla en forma de diamante que colgaba en el costado del enorme portón y la hizo sonar dos veces. Una de las hojas
de la puerta se abrió y la imagen del Padre Ruud hizo su aparición con una enorme sonrisa en el ajado rostro.
-¡Bienvenidos queridos hermanos! –exclamó con júbilo el anciano en un perfecto castellano.
Los tres hombres se inclinaron con respeto e ingresaron rápidamente al lugar. La antagónica visión los dejó momentáneamente sin habla. La dramática diferencia entre la oscuridad de las escaleras y el brillante esplendor de aquel imponente salón los había tomado por sorpresa. Markus fue el primero en reaccionar.
-¡Ruud! ¿Acaso nos has dejado algo de trabajo?
El anciano se ruborizó y con humildad los invitó a sentarse en uno de los sillones más cómodos de la estancia. El mobiliario estaba construido con fina madera de ébano y los tapizados eran de terciopelo color púrpura. No sabían a que profundidad se encontraban, a pesar de ello unos ricos cortinados bordados con hilos de oro simulaban cubrir enormes ventanales que rodeaban la majestuosa habitación. Las columnas típicamente medievales decoraban el entorno y una decena de cuadros pintados al óleo colgaban de las altas paredes que rodeaban el lugar.
-Me gustaría ofrecerles algo para beber… -dijo Ruud con gentileza.
-No es necesario. Desayunamos hace pocas horas atrás. –se excusó Lucio con amabilidad.
-Como prefieran.
Markus y Jonás no podían quitar la vista de la hermosa habitación. Siglos de historia transcurrían por aquellas antiguas paredes. El Templo de Estocolmo fue testigo de cientos de rituales practicados por el Clan. Aquel lugar era uno de los primeros sitios donde los sacerdotes y las sacerdotisas pusieron en práctica las leyes del Nuevo Orden. A pesar de haber soportado las mismas catástrofes que el resto de Europa, Estocolmo había logrado superar todas las dificultades y permanecía impertérrito ante las adversidades de la vida.
-Therese se comunicó hace unos días y me informó que ya conocen el nombre de las Elegidas.
-Así es. Durante la reunión del Clan de las Piedras en Valdivia, dos jóvenes damas fueron elegidas. –respondió Markus con la mirada perdida en uno de los cuadros del templo.
-Pertenecen a dos de las familias más antiguas del Clan. La familia Roccia y la familia Pierre. –agregó Lucio de inmediato.
-Sorprendente… -musitó Ruud con admiración.
-¿Acaso has conocido a alguna dama de esas familias? –dijo Jonás con curiosidad.
El anciano sacerdote miró a los tres jóvenes y sonrió con un velado cansancio.
-Tengo más años de lo que ustedes suponen estimados hermanos… Conozco a Ágata Roccia desde hace unos 60 años. ¡Qué espléndida dama! Una compleja mixtura de sabiduría y belleza.
-Rubí Roccia nieta de Ágata, es una de las Elegidas. –comentó Lucio y agregó- La otra joven es Ámbar Pierre.
Ruud se quedó meditando durante unos minutos y preguntó:
-Y con respecto a ustedes, ¿ya saben quienes son los Elegidos?
El rostro de cada uno de los jóvenes sacerdotes se tensó súbitamente. Ninguno de ellos sabían quienes iban a tener el honor de participar de uno de los rituales más importantes del Clan. Su conducta era intachable y su linaje los posicionaba por encima del resto de los jóvenes aspirantes. Sin embargo aún desconocían aquella decisiva elección.
Las Guardianas Secretas todavía se reservaban para sí el destino de aquellos hombres…


La llamada de Rubí lo había tomado desprevenido. Acaba de comunicarse con Apóstoles y después de conversar con su padre, tenía decidido ir a comprar algunos flores para obsequiárselas tanto a Ágata como a Marina por su regreso de Valdivia. Estaba terminando de vestirse y el celular comenzó a sonar con insistencia. La voz de Rubí sonaba apenas controlada. A pesar del poco tiempo que llevaban juntos, él podía adivinar muy bien los estados de ánimo de su novia.
Las palabras exactas fueron las siguientes: “Necesito verte en el parador. Ahora.” Ni siquiera tuvo la oportunidad de poder preguntarle que era lo que estaba sucediendo. Miles de situaciones desfilaron por su mente. La que superaba por amplio margen a las otras, era la posibilidad de que Ágata y Marina le habían prohibido volver a verlo, so pena de enviarla a algún exilio en algún país lo más lejano posible.
El camino hacia el parador se tornó interminable. El día caluroso le impedía apurar más el paso y consideró una verdadera exageración correr como un poseso a la vista de los demás. Llegó exhausto. Subió las escalones de dos en dos y se dirigió al centro de la plataforma de madera. Rubí apareció por unos de los costados del parador y sin decir una sola palabra, se arrojó entre sus brazos y lo abrazó con desesperación. Su cuerpo delgado se agitaba con violencia debido a los sollozos que la ahogaban sin piedad. Cid desesperado, trató de despejarle la cara y mientras le secaba las lágrimas, intentaba imaginar que estaba pasando. Nunca la había visto en un estado tan desesperante. Su evidente vulnerabilidad lo hacía sufrir sobremanera. Un torbellino de emociones se mezclaba en su interior. La necesidad de saber y al mismo tiempo la angustia por no ser capaz de calmarla lo estaban volviendo loco.
-Mi amor ¿qué está pasando?
La chica tenía las facciones desfiguradas por el llanto. Tratando de contenerse, lo miró a los ojos y gimió:
-¡Es un horror, Cid! ¡Me quiero morir!
Las palabras de Rubí paralizaron los sentidos del muchacho. Fue como si el tiempo se detuviera y su cuerpo quedara suspendido en el aire.
-¡Soy una de las Elegidas!
Cid continuaba absorto y con la espantosa impresión de que apesar de no comprender lo que Rubí le estaba diciendo, la gravedad de la historia los iba a arrastrar a un callejón sin salida.
Los gemidos se fueron apagando lentamente. Rubí sin separar su cuerpo de Cid, intentó recuperar algo de la cordura perdida. Tenía los ojos hinchados y un sabor amargo en la boca.
-¿Estás un poco mejor? –susurró Cid cauteloso.
Ella asintió con la cabeza y juntos se sentaron en el piso del parador. Allí, abrazados y en silencio, permanecieron un largo rato. El muchacho no se atrevía a preguntar nada. Sabía que ella le explicaría todo cuando realmente estuviese lista.
Las palabras de Rubí comenzaron a fluir despacio, casi como un largo susurro. Apenas podía contener las lágrimas. A medida que la chica avanzaba con el relato, la indignación de Cid iba creciendo a pasos agigantados. Todo lo que ella le estaba contando no tenía el menor viso de cordura. Experimentó sensaciones tan dispares como la repulsión, la incredulidad,
el desatino, la violencia y sobre todo un profundo deseo de salir corriendo de allí y llevarse consigo a la única mujer por la cual estaba dispuesto a arriesgarlo todo. Incluso su propia vida.
-Si no aceptamos la decisión del Clan, todo puede empeorar…
-¿Empeorar? –gritó con ironía el muchacho
Ella no se atrevió a mirarlo a los ojos.
-La Guardia Secreta es insensible a cualquier pedido... Ellas no tienen ninguna clase de consideración. Fueron entrenadas para hacer cumplir las reglas sin importar el costo de su accionar.
-¿Qué tan poderosas pueden ser? –preguntó Cid desconcertado.
-Son damas muy ancianas. Sus poderes son increíbles y debido a su avanzada edad la última vez que los pusieron en práctica… -Rubí no pudo continuar con el relato.
Cid sin embargo insistió.
-¿Qué sucedió prinzessin? –dijo con ternura.
-Debido a su edad, se descontrolaron al utilizar su poder y provocaron…
Un nudo apretó la garganta de Rubí. Su voz apenas podía escucharse.
-Provocaron la muerte de dos jóvenes portuguesas. Las dos damas perdieron la razón y se arrojaron al vacío desde un peñasco en Vaduz…


La joven dama corrió por las escaleras. Agitada golpeó dos veces la puerta del escritorio principal. La voz de Zafiro la invitó a pasar. Coral ingresó a la habitación y encontró a la Jefa Suprema del Clan mirando ensimismada una carpeta que contenía una enorme cantidad de papeles muy antiguos. Eran folios castigados por el paso del tiempo. Apenas se podían distinguir las palabras que allí estaban escritas. Hacía más de 3 horas que Zafiro estaba encerrada en aquel lugar. Sólo había aceptado una copa de agua y una taza de té. Coral estaba muy preocupada por el aspecto de la dama portuguesa. Desde que habían retornado de Valdivia, su salud estaba desmejorada y las responsabilidades que había tomado le impedían descansar por las noches. Para Coral los presagios no eran para nada alentadores.
-Te escucho, Coral. –dijo Zafiro sin retirar los ojos de los papeles.
-Ágata Roccia está en el teléfono… -anunció la joven con suavidad.
Zafiro suspiró aliviada. Estaba esperando aquella llamada desde hacía un largo rato.
-Gracias, Coral.
La muchacha se retiró del escritorio inmediatamente.
-Ágata. –dijo Zafiro con cordialidad.
-No es mi intención molestarte Zafiro, pero por aquí los ánimos están muy alterados.
-Es comprensible, querida Ágata. –acotó Zafiro de inmediato.
-Necesito que me otorgues todo el tiempo que sea posible… Es un pedido muy especial. –rogó sin pudor la anciana.
Zafiro estaba desconsolada. Ágata era la mujer que más admiraba en la vida y estar envueltas en aquella terrible situación le destrozaba el corazón.
-Además del tiempo estipulado por las leyes el Clan, también hay que considerar los tiempos femeninos de las chicas. No te preocupes, voy a dilatar el ritual el mayor tiempo posible.
El suspiro de alivio de Ágata se pudo escuchar perfectamente a través de la línea telefónica.
-Gracias, Zafiro.
-Es lo menos que puedo hacer por ustedes. –admitió la mujer apenada- Quiero que sepas que siempre están presente en mis rezos…
-Me volveré a comunicar en un par de días. Adiós.
Antes que Zafiro pudiera responder, Ágata cortó la comunicación. Zafiro estaba desvastada, ni siquiera había tenido la oportunidad de agradecerle a la anciana el voto que le había otorgado a su favor en la cumbre de Valdivia.
Tiempos muy difíciles se avecinaban…



Estocolmo





2 comentarios:

la MaLquEridA dijo...

¿Y si Rubí y Cid escapan? No hay otra salida.

Besos Bee.

MIMOSA dijo...

Me gustó mucho esta primera parte, imagino que habrás recabado información para poder hilarla y la has dejado caer de manera concisa, sin redundar para que no se haga demasiado pesada, pero de una forma lo suficientemente descriptiva para situarnos en el lugar.
Has descrito muy bien la sensación de impotencia que debió sentir Cid al escuchar la historia relatada por la boca de Rubí; la impotencia y la rabia.
¿Y por qué no pueden elegir ellas al hombre para tal acción? Rubí perfectamente sabría a quien elegir. ¿Por qué no intenta Ágata luchar por ese derecho si conoce al muchacho y sabe que es un amor verdadero? ¿Puede acaso nacer algo más puro del verdadero amor?
Quizás el Clan debería replantearse ese tipo de cosas, ¿no?

Se que he estado ausente, te agradezco de corazón que entiendas que sigo encantada con la historia pero que necesito ir a mi ritmo.
No defraudas nunca, cada capítulo que avanzo, cada paso que doy, me crea las ansias de seguir subiendo por esta escalera que has ido construyendo con tu bella imaginación.
Espero de veras algún día consigas ver en papel impreso una gran obra por ti escrita.

Besos dulces para una dulce persona!!!