30 agosto, 2011

Capítulo 35 "Cid y Rubí" El Reencuentro

La noche estaba muy fría y apenas circulaba gente por el vecindario. Había luna llena y el cielo lucía plagado de estrellas. Sin embargo el bosque estaba en penumbras y era una verdadera locura arriesgarse a vagar sola por aquel lugar.
La crudeza del clima la había obligado a cambiar de ropa. Y pensar que había invertido toda la tarde junto con su hermana en elegir las prendas más adecuadas para el encuentro de la noche. A último momento debieron modificar la elección y no tuvo más remedio que recurrir a su campera de abrigo para no morir congelada en medio del bosque.
La salida de la casa resultó todo un éxito. Jade fue la encargada de colocar la escalera de madera que usaba con frecuencia el jardinero justo debajo del balcón de su cuarto. Después de saludar a su hermana y de recorrer el sendero de la casa en puntas de pie, comenzó una carrera loca que terminó abruptamente en la entrada del bosque. Cid y ella convinieron que el lugar adecuado para encontrarse era en el parador que compartieron aquella tarde de sol. Ahora a la distancia todo le parecía muy lejano y cada minuto que pasaba la desesperación por verlo se agigantaba cada minuto más.
Rubí miró por primera vez, el reloj que llevaba en su muñeca izquierda. Se lo había prestado su hermana ya que ella nunca usaba reloj y en esta oportunidad le era imprescindible calcular con precisión la hora del encuentro.
Faltaban sólo 8`para las 12 de la noche y ella corría entre los árboles evitando caerse sobre las gruesas raíces que se empeñaban en hacerla trastabillar a cada paso.
Los latidos de su corazón eran tan potentes que le retumbaban en el pecho como un enorme tambor. Agotada se recostó sobre un tronco húmedo que estaba a unos 100 metros de la entrada del parador. La respiración se le dificultaba y el frío le estaba calando los huesos. Temblaba como una hoja y tenía las piernas entumecidas. Por más que lo intentaba, desde aquella posición no lograba ver nada. Empezó a sentir un miedo sobrenatural. Miles de preguntas se agolpaban en su mente y todas las respuestas se le antojaban odiosas. Cerró los ojos con fuerza e intentó darse ánimo.
No era momento para flaquezas. Cid iba a estar allí como le había prometido. Este desasosiego que se había apoderado de ella era producto de su propia inseguridad. Inspiró con renovadas fuerzas y decidió que era hora de continuar.
Corrió velozmente los últimos 20 metros que la separaban de la entrada del parador. Mientras iba subiendo los escalones, sus ojos buscaban en la oscuridad el objeto de su deseo. Se tropezó varias veces y estuvo a punto de caer y lastimarse la cara.
Finalmente llegó a la plataforma principal. Temblando miró a su alrededor y descubrió con desesperación que allí no había nadie. Con una horrible sensación de abandono le echó una ligera mirada al reloj. Las agujas fluorescentes señalaban con rigurosa precisión las 12.08 de la noche.
Millones de imágenes bombardeaban su mente y un sollozo silencioso la sacudió con la intensidad de un temblor. Se cubrió la cara con las manos y se dejó caer de rodillas sobre el piso de madera del parador.
En un principio pensó que había sido un truco de su imaginación. Después aguzó el oído y volvió a escuchar el mismo sonido lejano que se confundía con la fuerza del viento que azotaba en ese momento el parador.
La larga cabellera se le enredaba en el rostro y no le permitía ver con claridad. Cuando por fin pudo despejar sus ojos descubrió que una silueta alta y delgada se acercaba a ella lentamente. Estaba a menos de 10 metros de distancia y el olor de su cuerpo la envolvió como una ráfaga arrolladora. Comenzó a reír como una desquiciada.
-Viniste… -dijo con la voz entrecortada.
-Claro. ¿Acaso no te dije que iba a venir a buscarte? –la voz de Cid sonó cálida y burlona a la vez.
Ella permaneció de rodillas sin atreverse a mover un sólo músculo de su aterido cuerpo. Cid se fue acercando con pasos veloces y una vez que estuvo cerca le tomó las manos con suavidad y la incorporó lentamente. Al ver el rostro de Rubí salpicado de lágrimas no pudo contenerse y comenzó a besar cada uno de aquellos cristales de pesar con una ternura sobrecogedora.
Se abrazaron con pasión. Estaban unidos y conectados desde un lugar que ninguno de los dos podía explicar lógicamente. Permanecieron enlazados un tiempo hasta que Cid le acarició las mejillas con tierno cuidado. Rubí sentía que su cuerpo estaba irremediablemente pegado al de él. Por ninguna razón podía ni quería separarse de ese hombre que le había embrujado el corazón.
-¿Estabas llorando prinzessin?
-Yo pensé que… yo creí que…
Rubí no pudo terminar la frase. Los labios de Cid se sumergieron en los suyos con una pasión devastadora. Las sensaciones se entrelazaban y eran una mezcla de fragilidad, dulzura, ardor y delirio. Era como si cada cuerpo se inflamara con el combustible del otro. Los ojos de la joven estaban en llamas y Cid no podía dejar de conmoverse ante semejante entrega.
La sangre corría vertiginosa por sus venas y era como si miles de hogueras se prendieran en su interior y lo lanzaran hacia esa mujer y no le permitieran pensar más que en ella.
Rubí apenas podía respirar. Mientras Cid la besaba ella reía y murmuraba palabras que jamás había imaginado llegar a pronunciar. Él era como una poción que le envenenaba las venas. ¿Acaso estaría perdiendo la razón?
-Estás congelada Rubí. Mi camioneta está estacionada detrás del parador.
Ella permaneció colgada de su cuello y le devolvió una mirada cargada de duda. Cid le tomó la cara con ambas manos y colocó su propio rostro a escasos milímetros del de ella. Rubí quedó sin aliento.
-Nunca vamos a hacer nada que no deseemos los dos. Nunca. Además no puedo permitir que tu primera vez sea en la cabina de una camioneta. Te quiero demasiado para ser tan egoísta.
Ella no daba crédito a lo que estaba escuchando. Se esforzó por mantener la cordura, sin embargo las palabras escaparon espontáneamente de los labios.
-Yo nunca te dije que…
-Shhhhhh. –dijo él apoyando su dedo índice sobre su boca- ¿Acaso me equivoco?
Las mejillas de Rubí se encendieron como brasas.
-¿Tan obvia soy?
Cid le envolvió el cuerpo con un abrazo fuerte y masculino.
-Rubí, la única mujer que quiero en la vida está parada frente a mí en este preciso momento. Y de “obvia” no tiene nada.
Mientras caminaban juntos hacia la camioneta, Rubí cobijada por el amoroso brazo de Cid recordó algo que él le había dicho tiempo atrás.
“La suerte está echada. Nada va a volver a ser como antes para ninguno de los dos.”



La hostería que había encontrado Ámbar para alojarse estaba ubicada a pocas cuadras del centro de Cariló. Estaba muy satisfecha con la elección ya que la posada no era demasiado costosa y los dueños del lugar eran un matrimonio muy amable.
A pesar de ser temporada baja le habían acondicionado una habitación muy agradable y la comida que le habían servido estaba exquisita.
Era demasiado tarde para dar una vuelta por el pueblo de modo que dejaría para la mañana siguiente uno de sus objetivos principales. Experimentaba un especial deleite al imaginar la cara de Rubí Roccia cuando la viera por allí.
Las dos se detestaban pero sin lugar a dudas ella era mucho más rencorosa que Rubí. Con seguridad la muy infeliz estaría tan vulgar como de costumbre, con ese aspecto desaliñado que ella detestaba tanto.
¡Qué mujer tan poco femenina! Por más que se esforzaba, no podía recordarla usando otra cosa que no fueran unos jeans desgastados y esas camisetas holgadas dignas de un jugador de fútbol.
Eran tan diferentes… Ella adoraba la moda y nunca dejaba de cuidar su imagen. Ya tenía en mente la ropa que iba a usar para el encuentro y moría por ver la expresión de sorpresa de aquella pelirroja estúpida.
Había manejado varias opciones, pero sin duda la excusa ideal era pasar “casualmente” por la casa de la familia Roccia para visitarlas y enviarles saludos de parte su abuela Ópalo.
Faltaban pocas horas para empezar a divertirse como a ella le gustaba.
Sólo era cuestión de esperar.



Cid y Rubí



1 comentario:

MIMOSA dijo...

¡Un encuentro mágico!
Aunque mágico me temo será también el reencuentro con la innombrable!!
Besos cielo!