24 agosto, 2011

Capítulo 29

Se había alistado con sumo cuidado. Nadie debía saber que tenía todo preparado para viajar a Cariló. Gracias a sus eficaces encantos consiguió un pasaje en el último ómnibus que salía desde San Martín de los Andes. Ópalo y Topacio estaban ocupadas en el negocio de la familia y su ausencia le facilitó el camino para organizar la partida.
Sabía que esta aventura iba a culminar en un verdadero enfrentamiento con su abuela, pero la excitación que le provocaba revelarse ante las normas del Clan bien valía la pena. Además existía otra razón muy poderosa para viajar a la costa.
El desprecio que sentía por Rubí Roccia funcionaba como un combustible altamente inflamable en su carácter altivo y rencoroso. Aquella pequeña infeliz la había desafiado en muchas oportunidades y ahora creía saber por donde atacarla.
Por su culpa su abuela la había reprendido delante de todos y la humillación que sintió aquella vez era una espina que nunca había podido quitarse del pecho. Definitivamente Rubí iba a padecer en carne propia lo que ella había sufrido.
Entornando los ojos trató de imaginar la expresión en la cara de su hermana cuando se descubriera su partida. Pobre Topacio, otro triste ejemplo de subordinación y de insoportable abnegación. No podía creer que fuera su hermana.
Con íntima satisfacción disfrutaba de antemano de sus próximos días a pura diversión.
Ámbar cargaba en su mochila sus objetos más preciados. El IPod, su celular, los infaltables cosméticos, el diario personal y su billetera con el dinero que tenía celosamente ahorrado. De todas formas llevaba la extensión de la tarjeta de crédito de Ópalo. Una siempre debía estar preparada para los imprevistos que se presentan en cualquier viaje. La chica sonrió con malicia y ocultó su equipaje debajo de la cama. Era imprescindible mantener en secreto su inminente aventura. Cualquier descuido podía resultar fatal.
Y si algo tenía en claro Ámbar Pierre era que nada ni nadie le impedirían viajar a Cariló esa noche.



Benjamín y Cid recorrían la finca en la camioneta azul de Claus. La tarde estaba maravillosa y la tierra roja de Apóstoles parecía arder más que nunca bajo los radiantes rayos del sol. El espeso monte que bordeaba el camino de la propiedad ocultaba a la vista del viajero un pequeño salto que era un verdadero manantial. Los dos jóvenes se dirigían allí con la firme intención de disfrutar de un momento de absoluto descanso y tranquilidad.
De pequeños su madre solía llevarlos a ese lugar y pasaban todas las tardes de verano jugando en las cristalinas aguas del fantástico salto.
Estacionaron la camioneta y caminaron entre las rocas hasta llegar al borde mismo donde yacía el lago. La paleta de colores que la naturaleza había desplegado allí era impresionante. Las diferentes tonalidades de verde de la vegetación se mezclaban con la tierra roja y el azul intenso del agua. Echados sobre la acolchada alfombra que les proporcionaba la vegetación, permanecieron en silencio un largo rato.
Ben fue el primero en hablar. La pregunta fue directa y logró sorprender a Cid.
-Me gustaría saber el motivo real por el que regresás a la costa.
Cid no respondió de inmediato. Su mente trabajaba velozmente y barajaba posibles y poco comprometedoras respuestas.
-Ok, no es asunto mío. –dijo Ben con amabilidad.
-Conocí a alguien.
La franca respuesta de Cid tomó por sorpresa a Ben. Incorporándose lentamente sobre sus codos, el muchacho miró a su hermano con absoluta perplejidad. Cid sonrió.
-No esperabas esa respuesta ¿no? –agregó sin dejar de sonreír.
-Estoy muy pero muy sorprendido y a la vez tengo mucha curiosidad. Me gustaría saber el nombre del milagro.
Gracias al eco que proporcionaba el lugar, la risotada de Cid se amplificó de manera estridente.
-Es verdad, yo también pienso que es un pequeño gran milagro.
Mientras Cid hablaba Benjamín no dejaba de asombrarse ante las emocionadas palabras de su hermano. Hacía mucho tiempo que no escuchaba su voz tan encendida y llena de pasión. Estaba poseído por una energía pura y positiva. Los ojos le brillaban y gesticulaba con vitalidad. Todo su cuerpo vibraba de una forma muy especial. Trataba de recordad la última vez que había visto a su hermano así y no podía encontrar ninguna respuesta.
-No puedo esperar un día más Ben, necesito ver a esa mujer. Desde la primera vez que la vi, no puedo dejar de pensar en ella.
Ben estaba conmovido. Su hermano era un hombre muy analítico y verlo tan visceral lo dejaba sin palabras.
-Estoy muy contento Cid. Es la primera vez en años que te veo de este modo. ¡Felicitaciones hermanito!
Se dieron un abrazo cargado de emoción. Ambos sabían que ese momento era muy especial.
Sin embargo no sabían cuan especial iba a resultar para sus vidas.



Ágata sentada en el jardín contemplaba las primeras sombras del atardecer. Estaba inquieta y sentía un persistente malestar en su espíritu. La intranquilizaba saber que las cosas no estaban tomando el curso debido. Amatista le había comentado sobre Cid y ella aún no podía encontrar la forma adecuada de enfrentar a Rubí.
Conocía muy bien a su nieta y sabía perfectamente la reacción que iba a tener la jovencita. Era apenas una mujer pero desde pequeña demostraba una determinación y una pasión muy llamativas.
Algunos muchachos del pueblo intentaron algo serio con ella, pero ninguno había logrado conquistar su corazón. Habitualmente se burlaba de los conflictos amorosos de sus conocidas y le restaba importancia a los vaivenes lógicos del amor. Sin embargo algo diferente había sucedido en los últimos días. Rubí apenas lograba probar bocado y se la notaba nerviosa y con el carácter irritado e inestable. Aquel día ella la había mirado y descubrió la verdad casi instantáneamente.
La mano de la muchacha le acarició el hombro con suma ternura. Ágata posó su propia mano sobre la de su nieta y se quedó en silencio esperando la reacción de Rubí. La chica se sentó a su lado y respiró profundamente.
Habló con determinación pero evitando la mirada de la anciana.
-Conozco perfectamente las normas, abuela. La última vez que hablaste sobre la historia de nuestra familia yo no estaba muy de acuerdo con el tema pero había decidido aceptar las reglas porque ustedes son las personas que más quiero en mi vida y no quería provocarles ninguna decepción. Pero ahora todo es diferente. Estoy tratando de encontrarle una buena explicación a lo que me está sucediendo pero mi mente y mi corazón parecen haberse rebelado y me siento presa de un hechizo imposible de enfrentar.
Ágata curvó sus labios en una sonrisa delgada y amarga. Su nieta no imaginaba cuanto podía comprenderla. Lo cerca que ella había estado de renunciar a todo por culpa de ese extraño “hechizo”.
-Ese hechizo se llama “Amor” mi querida Rubí –y agregó con tristeza- Suena cursi ¿no?
La chica la miró sorprendida. Había estado buscando esa palabra días enteros y su abuela la había pronunciado con una certeza desgarradora.
-A veces creo que es como una especie de maldición. Cada vez que intento apartarlo de mi cabeza, su presencia se hace más fuerte y me invade el alma burlando todas mis defensas. Lo siento Ágata, esa es la verdad.
-No voy a darte ninguna explicación que pueda confundirte más Rubí, pero es mi deber advertirte que hay ciertos caminos que tenemos prohibido transitar. Sobre nuestras espaldas reposan deberes que superan cualquier deseo personal.
La joven miró a su abuela con desaprobación. Le indignaba lo que le estaba diciendo y no acertaba a comprender la razón de semejante discurso.
-Pero abuela…
Ágata la interrumpió con la voz cargada de autoridad.
-Necesito que me permitas terminar de hablar.
Rubí hizo silencio, pero sus entrañas comenzaron a arder y una sensación de impotencia se iba apoderando de su mente.
-Todas las personas tienen una misión en el Universo. No es importante el tamaño o la calidad de dicha responsabilidad. Lo realmente beneficioso para todos es que cada uno cumpla con esa misión con humildad y sin egoísmos personales. Quizás ahora no puedas apreciar lo que te estoy diciendo pero tarde o temprano vas a comprender cual es la opción indicada.
-¿Acaso la opción indicada es sacrificar la única oportunidad que tengo en la vida de conocer al hombre que quiero?
Ágata miró a la joven con una dulzura infinita. Se odiaba a si misma por lo que estaba haciendo pero no podía eludir su deber y quería evitar con desesperación que su nieta sufriera las consecuencias de una mala elección.
-Así es Rubí. No voy a mentirte. Desde que nacemos nuestro camino está señalado y es más saludable para nuestro corazón saber aceptarlo.
Las lágrimas de Rubí caían por sus mejillas y sus ojos apenas podían vislumbrar el rostro de su abuela. Con la voz entrecortada por el llanto habló con obstinación.
-Supongo que mi mamá y Amatista están de acuerdo con lo que me estás diciendo.
La mujer asintió con la cabeza pero no emitió ninguna palabra. Rubí se levantó con deliberada lentitud y se retiró a su cuarto sin mirar atrás. Estaba destrozada. Le dolía el alma.
De pronto un deseo intenso y sorpresivo apareció en su corazón. La sorpresa fue mayor cuando la voz de Cid se hizo presente en su mente. Miró hacia todos lados pero no pudo encontrarlo. Sin embargo estaba segura de haberlo escuchado hablar. Las palabras aún resonaban en su interior y le provocaban una sensación indescriptible.
“Te rescataré Rubí.”




2 comentarios:

MIMOSA dijo...

Pero mala, mala, mala, remala que es la tipa!!!! Grrrrrrrrrrrrr!!!!

Otro grrrrrrrrr por la complicidad entre hombres...... ¿acaso la hermana no tenía derecho a enterarse de la situación.....?? La ha dejado totalmente al margen,ggrrrrrrrrrrrr,
"2 PUNTO MENOS GUAPA".

¿No se pueden compaginar ambas cosas??? Habrá mejor manera de nivelar el universo que con AMOR?????

Besos desesperados!!

Bee Borjas dijo...

Esta Ambar es odiosa por naturaleza! Qué mujer más engreída y déspota!

Has visto Mimi como son los hombres? Hacen causa común y dejan a la hermana afuera! Machistas!

Tengo esperanza de que a estas damas se le abra un poco la cabeza y el corazón. Veremos, vermenos...
Besos millones!