28 agosto, 2011

Capítulo 33

Hacía más de dos horas que Jade y Rubí estaban encerradas en su cuarto. La habitación parecía el probador de una tienda de ropa para adolescentes. Rubí le suplicaba a su hermana que la ayudara a elegir el equipo más apropiado para su encuentro con Cid.
Ella nunca se había interesado demasiado por la ropa y ahora padecía su falta de experiencia.
Ni hablar de utilizar maquillaje. Y mucho menos dedicarle más de 5`al arreglo de su indomable cabellera, que hasta el momento de conocer a Cid siempre llevaba sujeta en una simple cola de caballo.
Ahora estaba desquiciada y no sabía como comportarse. Todo parecía estar en su contra. Tenía tantas cosas que hablar con Cid. Además debía revelarle el secreto de su familia con todo lo que ello implicaba. ¿Y si se horrorizaba? ¿Y si creía que ella era una demente que inventaba toda esa historia?
Sí, definitivamente se estaba volviendo loca. La voz de Jade la devolvió a la realidad.
-¡Rubí! Hace media hora que te estoy hablando.
-Perdoname Jade es que…
-Ya sé no me digas nada. En tu lugar yo estaría igual. Pero ahora no tenemos tiempo para perder.
-Ok. ¿Qué hago entonces?
-Si siente algo parecido a lo que yo imagino, nada va a poder detenerlos. Lo importante es que sepa la verdad. Debe aceptarte con tus defectos y tus virtudes. ¿Entendido?
-Entendido. Jade…
-¿Qué?
-Gracias.
Chocaron las manos en el aire como si hubieran convertido un tanto en el paddle. En ese momento alguien llamó a la puerta.
Era Amatista. Las chicas no sabían que hacer. Si la dejaban entrar, su tía iba a ver el cuarto y adivinaría de inmediato lo que estaba sucediendo. Como no recibió respuesta alguna, Amatista susurró a través de la puerta.
-Me gustaría ayudarlas.
La puerta se abrió lentamente y Rubí permitió que su tía ingresara a su habitación. Los ojos de la mujer se abrieron como dos enormes platos.
-¡Dios mío! ¿Acaso hubo un terremoto y yo no me di cuenta?
Las tres comenzaron a reír a carcajadas. Realmente el sitio parecía una zona de guerra. Amatista se sentó en la cama de Jade y miraba asombrada el despliegue de jeans, remeras, faldas y demás prendas de vestir que inundaban el lugar.
Sin duda ya era hora de poner orden en semejante caos visual.



Faltaban pocas horas para que cayera lo noche sobre la capital de Portugal. Las damas que asistían a Zafiro Pedra redactaban sin descanso las cuartillas que cada una de las jefas de familia iban a recibir el día del encuentro en Valdivia.
Si bien durante siglos esta ceremonia venía repitiéndose exactamente cada dos años, era imprescindible tener un recordatorio de cada una de las normas que se debían cumplirse durante el desarrollo del evento.
Los puntos más sobresalientes de dichas reglas eran las siguientes:
-Las representantes de cada familia deben asistir al ritual y presentar el trozo de piedra sagrada que tienen en custodia.
-Cada una de ellas tienen prohibido utilizar sus dones durante el desarrollo de dicho encuentro.
-Dichas mujeres deben exponer de manera escrita y oral las novedades que se hayan producido en sus respectivas familias.
-Las damas encargadas de las Relaciones Exteriores deben exponer un resumen de la situación mundial, basado en sus contactos con los principales líderes políticos.
-Presentar de manera escrita las modificaciones que consideren deben debatirse en el seno del Clan.
-Por votación se debe ratificar o rectificar la Jefatura General del Clan.

Zafiro sabía que la mayor parte de la organización estaba prácticamente resuelta, sin embargo no podía relajarse y un sentimiento de inquietud le impedía descansar durante las noches. Acontecimientos importantes iban a desencadenar
momentos de tensión en las diferentes familias. Conocía a cada participante y podía intuir cada una de sus reacciones.
No iba a ser nada fácil poder controlar dicha situación. Por ese motivo los últimos días se había estado aferrando a las palabras del texto sagrado y había tratado de imbuir su alma de la enorme sabiduría que aquel libro contenía desde hacía tantos siglos atrás.
La actitud de Ópalo Pierre y el regreso sorpresivo de Rosa Pietra le provocan una inequívoca señal de alarma. Ambas mujeres eran damas de mucho prestigio y su permanencia al frente de sus respectivas familias le había conferido un poder que impresionaba de manera particular al resto de los clanes. Zafiro creía firmemente que cada una de esas damas poseían dones benéficos, sin embargo y a pesar de haber sido casos muy aislados, algunas mujeres de familias muy honradas se habían visto tentadas por la codicia y la ambición.
Su capacidad para sintonizar con el ser superior le otorgaba la posibilidad de ver situaciones futuras y lo que últimamente estaba vislumbrando no le provocaba alivio alguno. Todo lo contrario.



Sólo faltaban un par de horas para que Cid llegara a Cariló. Había conducido casi sin parar y a pesar de estar cansado y con los músculos doloridos por tantas horas manejando, la ansiedad por encontrarse con Rubí era superior a cualquier contratiempo físico. Para distraerse había cargado la camioneta con una veintena de cds que iba escuchando a lo largo de los miles de kilómetros que lo separaban de la mujer que le quitaba el sueño.
Una canción en particular martillaba su cabeza y le causaba un estremecimiento especial cada vez que la escuchaba.
“Ella parece sospechar parece descubrir, en mí
que aquel amor es como un océano de fuego.
Oh mi corazón se vuelve delator,
la fiebre volverá de nuevo.”
Aquellas palabras eran como puñales que le perforaban el cuerpo y lo dejaban frágil y vulnerable. Rubí era una persona casi desconocida, apenas habían compartido unas pocas horas juntos, sin embargo su presencia lo hacía sentir vivo y su ausencia lo sumía en una inexplicable desazón.
Deseaba con desesperación volver a ver a esa mujer. Al mismo tiempo no podía dejar de aceptar que Rubí apenas era una adolescente que quizás en un par de días se aburriera de él y lo abandonara sin más.
Los sentimientos se le enredaban en el corazón y su habitual sentido de la lógica se perdía entre el deseo y la necesidad imperiosa de abrazar a aquella pequeña mujer.
Los ojos de Rubí brillaban como enormes hogueras en las que él se consumía con absoluto placer. Las veces que había rozado sus manos comprobó la suavidad que emanaba su piel. Era tan espontánea al hablar, que lo sobrecogía tanto derroche de naturalidad. A pesar que él le llevaba 8 años, ella demostraba mayor seguridad y confianza.
Sin duda y aunque el destino más tarde le jugara una mala pasada, nada iba a impedir que él se sumergiera sin reservas en la vertiginosa corriente que lo llevaba hasta donde ella lo estaba esperando.






4 comentarios:

MORGANA dijo...

Bee,vuelvo a insistir,me atrapas con tu libro...si lo vendes desearía comprarlo.
Más besos.

Miss Bittersweet dijo...

Creo que lo que hay entre Rubí y Cid es verdadera magia... si no, no tiene ninguna explicación lógica. Un beso, Bee, te sigo leyendo!

Bee Borjas dijo...

PODEROSA MORGANA:
Gracias, Mor! Qué va, mujer! El libro va a ser un regalo para tí!
Besos enormes, guerrera!
MISS BITTERSWEET:
Totalmente de acuerdo contigo, Miss! Entre esos dos existe una conexión mágica!
Gracias por seguir la historia, amiga!

MIMOSA dijo...

¿De dónde sacas las letras de las canciones??? ¿Me pregunto si existirán de verdad?
Es muy poético y muy romántico todo este devenir de los acontecimientos que se sucederán.
Un abrazo linda!