17 agosto, 2011

Capítulo 24

Hacía más de dos días que Cid había partido de Cariló y Rubí no había tenido noticias suyas. La tensión en la casa era cada vez más insoportable. Evidentemente Ágata algo presentía y por alguna razón que ella desconocía aún no se había acercado para hablar al respecto. Tampoco lo habían hecho su madre y su tía. Y eso sí ya era demasiado sospechoso.
Además el silencio que las mujeres mantenían era más preocupante que si la hubieran interpelado durante horas. Sin embargo lo que la estaba matando no era la extraña situación familiar. La angustia que le impedía respirar con normalidad era no tener noticias de él. Apenas podía comer y no tenía ánimo ni siquiera para salir a caminar por la playa. Pasaba horas tirada en la cama escuchando música que odiaba con la intención de aturdirse con sonidos que no le hicieran recordar a Cid.
Cada vez que sonaba el timbre del teléfono el corazón le daba un vuelco. La ansiedad le consumía la poca energía que tenía. En más de una ocasión se miró a espejo e intentó insultarse para tratar de encontrar una reacción a tanta inercia.
Todo fue en vano. La mente de alguien que está enamorado es una presa fácil. Es como si un veneno poderoso fuera diezmando la voluntad y todo terminara resumiéndose a una voz, a un cuerpo, a un alma. Se sentía vacía y sólo quedaban vestigios de la antigua Rubí.
Parecía una ironía del destino. Ella que siempre se había burlado de las personas que se consumían por amor, ahora lo estaba padeciendo con una intensidad insoportable. La ausencia de Cid era una verdadera pesadilla. Era como tener el cuerpo en llagas. Como dolía todo esto. Lo peor de todo era saber que ya no había manera de volver el tiempo atrás.
El teléfono sonó un par de veces. El sonido del timbre tuvo un efecto paralizante sobre su persona. Estaba parada frente a la ventana de su cuarto y lo único que hizo fue aferrarse a la barandilla del balcón. Le latían las sienes.
Estaba tan desquiciada que no pudo escuchar los pasos de su hermana que subía corriendo la escalera. Jade abrió la puerta de un tirón y la miró con una enorme sonrisa en los labios. No necesitó decir ninguna palabra. Le guiño un ojo y la dejó sola en la habitación. Las manos le temblaban y apenas podía controlar la respiración. Intentó hablar lo más serena posible ya que odiaba sentirse tan vulnerable y que él pudiera percibir el estado calamitoso en el que se encontraba.
-Hola-dijo con un hilo de voz.
-¡Cuanto necesitaba escuchar tu voz!
La espontánea confesión de Cid derribó sus precarias defensas y sin poder contenerse comenzó a sollozar sin control.
-No llores Rubí…Por favor prinzessin. No lo puedo soportar. Perdón por no haber llamado antes es que…
La chica no le dejó terminar la frase.
-No me expliques nada Cid. Yo sólo quería volver a escucharte. Quería saber si habías sido real o solamente un sueño maravilloso que había tenido una tarde en la playa.
-Quiero que sepas que voy a volver a Cariló en un par de días. Ya no soporto tenerte tan lejos. Mi padre está muy bien y no verte me está volviendo loco.
Rubí no podía hablar. Las palabras de Cid le consumían el alma.
-Te voy a estar esperando Cid.
El muchacho estaba en silencio. Intentaba mantener el control pero sus propias palabras lo traicionaban.
-¿Estás ahí Cid? –inquirió ella con ansiedad.
Antes de responder la pregunta, reflexionó un segundo y acto seguido le dijo:
-Tengo la absoluta certeza que esto que sentimos es capaz de derribar cualquier obstáculo que se interponga. Tenerte me hace más fuerte y sería capaz de hacer cualquier cosa que me pidieses.
Rubí sonrió con ternura y con la voz estrangulada por la emoción, dijo:
-Te quiero, Cid.
Las cartas estaban echadas. El destino los había unido y ahora debían prepararse para enfrentar las consecuencias.



El día estaba muy frío en San Martín de los Andes. Durante la noche había caído una leve nevada que hacía muy peligrosa la calzada. Los transeúntes se desplazaban con sumo cuidado y los automóviles iban a una velocidad más que prudente.
Ópalo estaba en su casa preparando el equipaje que llevaría a la reunión del Clan. Las noticias que llegaban de Chile le informaban que allí el clima estaba bastante cálido y por ese motivo estaba haciendo algunos cambios en su maleta.
Ya faltaban pocos días para el encuentro y ella aún no había preparado su memorando. Tenía muchas cosas en mente para discutir en el ámbito de la reunión, pero si pretendía postularse para reemplazar a Zafiro Pedra, sus argumentos debían ser sólidos e incontrastables. Necesitaba mucha calma para elaborar su posición y sus nietas no habían colaborado en absoluto con respecto a ese tema. En realidad no estaba haciendo justicia con la pobre de Topacio, que los últimos días se había estado esforzando por armonizar con su hermana menor. En cambio Ámbar era una muchacha intratable. Sus maneras desdeñosas y su marcado egoísmo la estaban sacando de quicio. La idea de enviarla un tiempo prudencial a Portugal cada día se afirmaba más en su cabeza. Esa chica sí que estaba necesitando un poco de disciplina.
De pronto y mientras chequeaba la documentación del viaje escuchó abrir la puerta de entrada de la casa. Ámbar irrumpió en el cuarto de su abuela con su habitual falta de educación. La anciana no pudo evitar mirarla con severidad.
-Veo que te estás preparando para el viaje abuelita.
-Así es. Espero que en mi ausencia te comportes como una verdadera mujer y no provoques a tu hermana.
La chica sonrió irónicamente y con sorna dijo:
-No va a ser necesario ningún esfuerzo de mi parte abuela. Pienso viajar a la costa. Topacio va a tener la casa para ella solita.
Ópalo Pierre se quedó de una pieza. Miró a su nieta con intensidad y le advirtió con voz amenazante.
-Ámbar, te prohíbo de manera terminante que vayas a la costa. Se muy bien cual es tu objetivo y no voy a permitir que me perjudiques. Te lo advierto. Soy tu tutora legal y como tal debés obedecerme. Mientras no cumplas tu mayoría de edad vas acatar mis órdenes, te gusten o no. ¿Está claro?
La boca de la joven se había descompuesto en una fría mueca y sus ojos eran dos llamaradas llenas de odio. La anciana ante el terco silencio en que la chica se había plantado, volvió a preguntar con voz seca.
-¿Está claro Ámbar?
Bajó la mirada y con un susurro cargado de ira contenida dijo con los dientes fuertemente apretados:
-Está claro Ópalo.
Sin embargo la anciana no pudo llegar a sospechar que la chica estaba muy lejos de cumplir con su palabra.



Casa de Rubí



2 comentarios:

MIMOSA dijo...

Cuando uno está enamorado pierde los papeles completamente.....las neuronas le dan al off y las hormonas se esparraman a sus anchas.
Rubí, Rubí, Rubí, joven alocada, no podrá luchar contra esa banda.
A la Ambar la encadenaba yo a la pata de la cama hasta la vuelta, je,je,je,je, déjame ir sacando mi vena mala!!!
Besos Beeeeeeeeeee

Bee Borjas dijo...

Hola MImi! Estuve leyendo tus comments. Me encanta que conozcas el ritual de la armonía. La mayoría de la gente no comprende que el equilibrio parte de uno mismo. Que es un ejercicio que debemos practicar todos los días y que nos ayuda a sanar el cuerpo y el espíritu.
Además y entre nosotras, tenemos bien en claro el rol decisivo de las mujeres en la sociedad. :D
Y con respecto al amor... Uyyy cuando llega, arrasa como un tsunami. Creo que Rubí y Cid están subyugados irremediablemente!
Gracias por seguir la historia!!! Besos miles, mujer!!!