01 noviembre, 2011

Capítulo 78 "Prisionera"

Las damas de la familia Pierre y Rosa Pietra habían pasado la primera noche en la residencia de la Guardia. Finalmente y por decisión de Jean se había suspendido la cena de recepción ya que el estado de Ámbar era preocupante. A la jovencita se la notaba muy desmejorada y apenas lograba coordinar unas pocas palabras.
Ahora la actividad en la casa de Vaduz era frenética. Mientras las sacerdotisas más novatas se alistaban para comenzar a preparar el almuerzo, las jóvenes más adelantadas se iban a encargar de llevar a Ámbar a dar un paseo por los alrededores.
Para tal ocasión, Jean eligió a Aldonza y a Francina. La actitud de Jonás de ofrecerse como acompañante, llamó la atención de Jean. ¿Acaso deberían rever la elección de Lucio y Markus como posibles candidatos al Ritual?
El aspecto de Ámbar no había mejorado demasiado. A pesar de todo la joven Pierre era una muchacha muy bella. Llevaba el cabello suelto con una bandana que le mantenía el rostro despejado. Usaba unos jeans oscuros y una blusa violeta que resaltaba el color dorado de su cabellera. Las sandalias eran de cuero y no tenían taco. Su cuerpo era espigado y esbelto.
Las cuatro Guardianas vieron partir al grupo de jóvenes desde el ventanal de su escritorio. A ninguna de ellas se le escapó el detalle de Jonás tomando la mano de Ámbar con el fin de ayudarla a cruzar unas rocas que obstaculizaban el camino.
-Les repito, queridas compañeras. Creo que debemos reevaluar la elección de nuestros muchachos. –manifestó Jean adusta.
Edana sin ninguna clase de pudor, exclamó ladina:
-¡Parece que el español te está robando el corazón!
-¡No seas impertinente, Edana! –rugió Jean- Esto no tiene nada que ver con el corazón.
-¿A no? –insistió Edana con una sonrisa irónica en sus labios
-Teniendo en cuenta el pésimo estado en que se encuentra esa chica, es preferible relacionarla con alguien que simpatice con ella. ¿Es tan descabellado lo que digo o acaso estás perdiendo la intuición de la que siempre hiciste gala?
El diálogo entre las dos mujeres se estaba tornando demasiado tenso. Therese intervino de inmediato.
-Por favor señoras, necesitamos mantener la calma. Recuerden que Rubí Roccia aún no ha llegado a Vaduz. Ese tema sí debería preocuparnos.
Clarencia se incorporó de su sillón y declaró:
-Therese tiene razón. Si bien tenemos confirmada la llegada de las damas Roccia a Zurich, no voy a quedarme tranquila hasta que esas mujeres no crucen el portal de nuestra casa.
-Además debemos estar listas para luchar. Recuerden que nuestros informantes nos dijeron que aquellos hombres argentinos las están acompañando. –murmuró Therese preocupada.
Edana no dejó pasar la oportunidad de destilar su innato gusto por las batallas.
-Los sacerdotes se encargarán de esos soberbios infelices…
-¡Por favor, Edana! Deberías controlar mejor tu cólera.
-No necesito tus consejos, Jean. –replicó Edana mordaz.
Alguien llamó oportunamente a la puerta.
-Adelante.
De forma discreta, Rosa Pietra asomó su rostro a través de la puerta.
-Buen día para todas. No es mi intención molestarlas.
Clarencia la invitó a pasar y le acercó una silla para que se pusiera cómoda.
-Espero que hayas pasado una buena noche, querida Rosa.
-¡Excelente noche, Jean! Fue un descanso reparador. El viaje fue demasiado largo para una vieja dama como yo.
-Me alegro mucho. ¿Ya has desayunado? ¿Y Ópalo cómo se encuentra? –preguntó Jean con cordialidad.
-Ambas hemos desayunado de manera estupenda. Ópalo está más tranquila. Ámbar parece mucho más animada.
-Es verdad. Creo que el paseo por la montaña va a recargar sus energías.
Un incómodo silencio se adueñó del salón. Rosa Pietra no perdió un instante de tiempo.
-Me han llegado novedades desde Portugal. ¿Es verdad que Zafiro Pedra está tratando de impedir la práctica del ritual?
Los rostros de las guardianas se fueron desfigurando de uno a la vez. ¿Cómo era posible que esa vieja zorra ya se hubiera enterado de aquel desafortunado episodio? Jean atacó sin piedad.
-Supongo que no has hablado de esto con Ópalo Pierre ¿verdad?
La pregunta sonó tan amenazante que Rosa Pietra sintió un escalofrío que le recorrió toda la espina dorsal.
-Por supuesto que he mantenido el secreto con respecto a este tema. Mis damas me lo informaron anoche y se comunicaron directamente a mi teléfono celular. Nadie conoce esta noticia.
-Mejor así… -gruñó Edana iracunda.
Jean miró a la dama italiana y le dijo con tono severo.
-Confío en tu buen criterio, estimada Rosa. No vamos a permitir que algún error arruine nuestra misión.
Rosa Pietra apenas podía articular palabra alguna. Aquellas mujeres eran demasiado peligrosas y ella –como de costumbre- se había metido donde no la llamaban. Se prometió a sí misma mantenerse lo más alejada posible de cualquier tema que pudiera alterar la estabilidad de la Guardia.
Le iba la vida en ello…


Los denodados esfuerzos por recuperar la memoria de Alina Gestein por fin habían dado sus frutos. El poder de las damas alemanas finalmente acabó derrotando el nefasto hechizo de Therese. Durante toda la noche las jóvenes mujeres se fueron turnando con el fin de estabilizar el equilibrio mental de Alina. Alrededor de las 4 de la madrugada y en medio de una enorme incertidumbre, la jefa de la familia Gestein recuperó la memoria.
Cuarzo y Citrino se abrazaron emocionadas mientras Ónice Gestein se encargaba de poner a Alina al tanto de todo lo que había sucedido. La alemana estaba furiosa y apenas podía controlar la cólera que la embargaba. Las Guardianas se habían vuelto a exceder. De modo más que evidente, esas mujeres debían ser castigadas y expulsadas de manera definitiva de las huestes del Clan. Atacar a una de las damas e impedir que se respete cualquier decisión tomada por la Jefa Suprema del Clan merecía un castigo aleccionador.
Alina saltó de la cama y abrigándose con un ligero chal corrió hasta su escritorio y telefoneó a Zafiro Pedra. La portuguesa no pudo ocultar la alegría que le provocó escuchar la voz de su querida compañera.
-¡Alina! Estaba tan preocupada…
-Quedate tranquila. Ahora me siento mejor que nunca. ¿Cómo están las cosas?
Zafiro suspiró apesadumbrada.
-Las damas Pierre ya se encuentran en Vaduz y Ágata junto con Marina y Rubí están a punto de llegar.
-¡Dios mío! ¡Es imprescindible que Berilo Rots nos entregue la piedra!
-Turquesa Roccia se ha comunicado conmigo.
Alina apenas pudo controlar un grito de sorpresa.
-¿Turquesa Roccia?
-Si –dijo Zafiro y agregó- Es una historia que te contaré después. Ella va a intentar hablar con Berilo. Desconozco el resultado de esa misión. Hace más de 3 horas que trato de comunicarme con Turquesa Sólo me queda pedirte algo.
-Te escucho.
-Necesito que viajes a Gibraltar y visites a Berilo Rots. Si Turquesa fracasó en su intento, tu presencia allí será la última carta que me queda por jugar.
Alina se quedó pasmada. Era demasiada la responsabilidad que Zafiro depositaba sobre sus hombros.
-Puedes rehusarte, Alina. Lo entendería perfectamente.
Las comprensivas palabras de su amiga la ayudaron a tomar la decisión.
-De ninguna manera. De nuestros actos depende el futuro del Clan. No hay tiempo para la desesperanza o el temor. Cuenta conmigo. En cuanto tenga todo en orden, viajaré al peñón y hablaré con Berilo.
-Gracias, Alina. Mi alma te estará por siempre agradecida. Yo estoy alistándome para partir hacia Vaduz. Debemos mantenernos en permanente contacto. Con o sin la piedra necesito que estés conmigo en el principado.
-Las cosas se pueden complicar bastante ¿no?
Zafiro se aclaró la voz y de manera severa confesó:
-Ya no puedo confiar en las Guardianas. Están descontroladas. Va a ser una batalla difícil de enfrentar.


El camino hacia Vaduz se convirtió en una verdadera pesadilla. Dos de los sacerdotes enviados por las Guardianas, las estaban esperando en la estación del ferrocarril. Rubí se aferró de manera instintiva a su abuela y permaneció oculta tras el cuerpo de su madre. La imagen imponente de Lucio y de Markus las intimidaba y las obligaba a pensar las pocas posibilidades que los Finke tenían frente aquellos verdaderos gladiadores. Con cordialidad las invitaron a abordar el Mercedes en el cual las estaban esperando. En absoluto silencio, Ágata, Marina y Rubí se ubicaron en el asiento trasero.
Los sacerdotes ubicaron el equipaje en el baúl del automóvil y comenzaron la travesía por la intrincada ruta que los llevaría hasta la residencia de la Guardia Secreta.
Los ojos de Markus no dejaban de observar a Rubí a través del espejo retrovisor. Aquella jovencita lo había encandilado desde el comienzo. A pesar de estar refugiada entre su abuela y su madre, su cuerpo vibraba de energía. Sin duda estaba furiosa y contrariada y de ser posible hubiera atacado a Markus y a Lucio sin ninguna clase de misericordia.
El viaje apenas duró poco más de 20`. A medida que se iban acercando a la entrada principal, Rubí no podía disimular su gesto de asombro. La residencia de la Guardia Secreta era una construcción arquitectónica sencillamente maravillosa. Descendieron del auto lentamente y permanecieron en la puerta, mientras los hombres se encargaban de bajar las maletas.
De pronto una mujer muy anciana, pero con una figura esbelta y vestida de manera exquisita salió a recibirlas.
-¡Bienvenidas a Vaduz! Es un verdadero placer poder saludarte honorable Ágata.
-Lo mismo digo, Jean.
De modo que aquella imponente mujer era la jefa de las Guardianas. Rubí no le quitaba los ojos de encima. La anciana era un personaje muy especial. Su mirada traslucía una inteligencia innata y sus gestos eran precisos y envolventes. Jean saludó cortésmente a Marina y luego fijó su atención en Rubí. Se acercó a la chica y con suavidad la tomó de las manos.
-Increíblemente bella… -susurró satisfecha.
Rubí ruborizada, bajó la mirada y permaneció en absoluto silencio. Ágata sin perder un segundo de tiempo, se interpuso rápidamente entre Jean y su nieta.
-Jean, me gustaría que tanto mi hija como mi nieta pudieran descansar.
-Por supuesto Ágata, las habitaciones ya están listas.
-Si me permites, mientras ellas van a descansar, me gustaría que tuviéramos una conversación en privado.
Jean frunció el seño con desconfianza. Rápidamente sopesó los pro y los contra de negarse a hablar a solas con Ágata y terminó admitiendo que una respuesta negativa de su parte, podría poner en jaque la armonía con que se estaban desarrollando los acontecimientos.
-Con mucho gusto, querida Ágata. –y mirando a los sacerdotes ordenó- ¡Lucio! ¡Markus! Por favor acompañen a las damas a sus habitaciones. Que Cordelia y Francina se pongan a disposición de nuestras invitadas.


Jean y Ágata se reunieron en el escritorio principal. Jean invitó a la dama Roccia a sentarse en el sillón que se encontraba del otro lado de su escritorio. Las dos mujeres quedaron frente a frente. Ágata decidió atacar de manera inmediata.
-Voy a ser lo más clara posible, Jean. Mientras volábamos para aquí, recibimos noticias muy desconcertantes. Me gustaría saber de tu propia boca qué es lo que está ocurriendo con el Clan.
Jean suspiró con expresión lánguida y dijo:
-¿Podrías ser más específica, Ágata?
Ágata la miró de manera amenazante. La paciencia se le estaba acabando.
-¿Es cierto que Zafiro Pedra te ha ordenado suspender el Ritual de la concepción forzada?
Jean no respondió. Ágata continuó implacable.
-¿Es verdad que alguna de ustedes cometió una grave falta contra Alina Gestein?
La guardiana permanecía encerrada en un absoluto mutismo.
-¿Acaso la Guardia Secreta está desobedeciendo las órdenes provenientes de las damas a las cuales prometieron custodiar y entregar su vida, en caso de ser necesario?
Jean se levantó lentamente y se acercó a la ventana de la habitación. En ningún momento miró a Ágata a los ojos. Permaneció de espaldas a la vieja dama y con voz gélida manifestó:
-Lamento todo esto, Ágata. Pero no podemos permitir que el Clan vuelva a relegarnos a una posición tan denigrante.
-¡El Clan no tuvo más remedio que desplazarlas! ¡Sus propios y descontrolados actos las condenaron para siempre!
La voz de Jean rugió como si fuera una fiera.
-¡Estamos hartas de tanto desprecio y tantos cuestionamientos! ¿Acaso tengo que recordarte lo útiles que fuimos para el Clan cientos de años atrás? ¡Muchas de nosotras perdimos la vida por ustedes!
-Lo mismo digo, querida Jean. Nosotras también sufrimos desgraciadas muertes gracias a los servicios que nos prestaron. ¡Ni siquiera pueden controlar sus poderes! ¡No voy a permitir que lastimen a nadie más!
Jean con los ojos encendidos por el odio, miró a Ágata y dijo de manera amenazante:
-¡No estás en condiciones de darnos ninguna orden! Tu soberbia te está cegando, Ágata. Ahora todas ustedes están en nuestros dominios y no dudes que de ser necesario utilizaremos nuestro poder para conseguir lo que pretendemos.
-No te atrevas a desafiarme. Yo también puedo utilizar mis dones… -dijo Ágata con tono amenazante.
De pronto la puerta se abrió. Therese, Clarencia y Edana ingresaron al escritorio. Jean con la cara desencajada ordenó:
-Edana, quiero que escoltes a Ágata hasta su habitación. Permanecerá allí hasta nuevo aviso.
Ágata le dirigió una mirada airada y exclamó:
-¿Acaso me he convertido en tu prisionera?
Jean volvió a darle la espalda a la dama Roccia y esperó que Edana la condujera fuera del salón. Therese y Clarencia estaban pálidas y parecían no poder controlar los nervios que las consumían.
Jean se expresó con autoridad y sin titubear un momento.
-Quiero que todo esté en orden para la práctica de la iniciación. Mañana va a ser un gran día…






1 comentario:

la MaLquEridA dijo...

Esto se está poniendo de pocas-pocas pulgas, el problema es cuando se llegue el momento de la concepción que a estas alturas pienso que no se dará.
Que bueno que Alina recobró la memoria.


Un beso Bee.