16 noviembre, 2011

Capítulo 89 "Deuda de Honor"

Marina Roccia y Claus Finke se despidieron en Buenos Aires. Claus y Callan debían regresar a Apóstoles, ya que allí estaba su vida y desde hacía mucho tiempo la tenían completamente abandonada.
-Gracias por todo Claus, tu familia nos ha salvado la vida –expresó Marina agradecida.
-Te guste o no, nuestras familias ya establecieron un lazo difícil de desatar… -dijo Claus con una sonrisa en los labios.
Marina también sonrió.
-Eso es verdad, estimado suegro.
Claus lanzó una sonora risotada y estrechó a la mujer entre sus brazos.
-Quiero que le digas a Ágata que estamos en permanente contacto.
-Quedate tranquilo, ella estará de vuelta en los próximos días. Seguramente van a poder hablar más relajados.
-Tu madre es una gran mujer.
-Lo sé, Claus.
-Cuídense mucho. –advirtió Claus y mirando a su hijo agregó -¿Me escuchaste Ben?
-Sí, papá.
-¿Cuándo vas a volver a Misiones?
Ben miró a Marina y con las mejillas algo ruborizadas respondió:
-Voy a quedarme un par de días en Cariló y espero llegar a casa el lunes próximo.
-Bien, porque hay demasiadas cosas por resolver en casa y te necesito allí conmigo.
-Ok.
Callan abrazó a Marina de manera afectuosa.
-¡Te voy a extrañar Marina!
La mujer conmovida dijo:
-Yo también, Callan… Y creo que no es necesario recordarte que puedes venir a Cariló cuando quieras.
-Lo sé. –y agregó con picardía -¡Es increíble! La familia Roccia tiene un efecto devastador sobre los Finke.
Todos rieron con ganas. Marina sin soltar a la chica le susurró al oído:
-Gracias a tu valentía, ahora no sólo tengo tres hijas… Quiero que sepas que acabo de adoptar una cuarta. Es una chica preciosa, que tiene los ojos más hermosos del mundo.
Callan sintió que la emoción le ahogaba las palabras. De pronto pensó en su madre. Quizás ella desde el cielo también estaría emocionada. Marina era una buena mujer y Callan sabía que podría contar con ella para siempre.


El viaje a Cariló se concretó sin ningún inconveniente. Ben resultó ser un estupendo conductor y Marina descubrió que a pesar de estar sólo, Claus estaba educando a sus hijos de manera maravillosa.
-Me gustaría hacerte una pregunta, Ben.
-Te escucho, Marina.
-¿Cómo es posible que ninguno de ustedes haya huido de nosotras? Tenemos muy en claro que nuestra historia es muy particular.
Ben se tomó unos minutos antes de responder.
-No voy a mentirte, Marina. En un principio pensé que Cid se había vuelto loco.
-¡Es natural!
-Pero cuando por fin pude conocerlas, mi opinión cambió radicalmente. Creo que en definitiva todos somos seres especiales y que de alguna manera y por algún motivo que todavía desconozco, el destino se ha empeñado en relacionarnos.
Marina miró al muchacho emocionada. Sin duda esos chicos eran personas muy piadosas y no juzgaban a la gente por su condición.
No bien estacionaron la camioneta en la vereda, Esmeralda bajó corriendo por el sendero que salía de la casa. La nena sonreía con alegría y sus deslumbrantes ojos verdes iluminaban todo lo que miraba. Se abrazó a su madre con felicidad.
Jade y Amatista llegaron unos segundos más tarde. Las cuatro mujeres quedaron atrapadas en un abrazo de amor. Ben, que estaba apoyado sobre la camioneta miraba arrobado aquella conmovedora escena.
Mientras Jade y Esmeralda ayudaban a Marina a llevar el equipaje, Amatista se acercó a Ben lentamente. El muchacho miró a aquella mujer con detenimiento. Estaba más bella que nunca. Ella se turbó al percibir la intensa mirada de Ben. Con paso titubeante llegó hasta él. Estiró su mano derecha y aferró con dulzura la mano de Ben.
-Estoy muy feliz de verte…. Creí que te ibas a Apóstoles junto con tu familia.
Ben se acercó más a Ami y con la mano que tenía libre, le arregló un mechón del cabello que caía sobre la frente de la joven. Le besó con ternura la mejilla y dijo:
-Tengo que resolver algo muy importante en Cariló.
Ella bajó la vista y preguntó con pudor:
-¿Puedo ayudarte en algo?
A Ben se le dibujó una esplendida sonrisa en los labios, tomó de la cintura a Amatista y acto seguido comenzaron a subir por el sendero que los llevaba hasta la casa Roccia.


Hermosos tulipanes decoraban primorosamente la entrada de la pequeña casa. Eran casi las 4 de la tarde y el sol primaveral iluminaba con calidez el sencillo jardín. Ágata Roccia había llegado a Gibraltar poco después de las 12 del mediodía y después de tomar un ligero refrigerio fue recogida por el chofer del Clan que la estaba esperando en la puerta de la posada.
La anciana dama estaba cansada, pero aquel último viaje bien merecía el esfuerzo. Tenía una deuda de honor y debía pagarla.
Cuando descendió del automóvil, una mujer alta y robusta la estaba esperando en la entrada de la casa. Su rostro franco y amable, la recibió con una esplendida sonrisa.
-Bienvenida, señora Ágata. –y estrechándole la mano a la anciana dijo -Mi nombre es Gunilla Janssen.
-Un gusto conocerla, Gunilla.
Después de despedir al chofer, ambas mujeres ingresaron al jardín. Recorrieron el sendero de piedras que comunicaba con la entrada principal de la casa. De pronto Ágata la vió. Sonrió con ternura. A pesar de los años transcurridos Berilo Rots seguía manteniendo la distinción que siempre la había caracterizado. Sus cenicientos cabellos estaban trenzados y llevaba puesto un vestido floreado que le daba color a sus pálidas mejillas.
Se tomaron de las manos y después de mirarse mutuamente un par de segundos, ambas se confundieron en un cariñoso abrazo. Emocionada, Gunilla Janssen desvió la mirada y se retiró en silencio por la puerta de atrás.
-Adelante, querida Ágata. –dijo Berilo Rots con cordialidad.
Pasaron más de dos horas conversando. Demasiado años habían pasado sin que ninguna de las dos hubiera tenido noticias de la otra.
-Gracias por todo. Quiero que sepas que voy a estar en deuda contigo toda mi vida.
Berilo sonrió de manera cansada y dijo:
-No podía permitir que otra familia atravesara el infierno que aún hoy debo transitar. Hubiese sido muy mezquino de mi parte.
Ágata la contempló con admiración. A aquella mujer le habían quitado lo único que amaba en su vida, sin embargo su solidaridad y generosidad no conocía de límites.
-No es mi intención hacerte daño, pero quiero comentarte que hemos decidido junto con Zafiro Pedra reabrir la causa de tu hija Esmeralda.
Berilo Rots miró a Ágata con ojos angustiados.
-No pierdan tiempo en algo que no tiene solución. Esmeralda no existe hace mucho tiempo. Se esconde tras el nombre de Lavinia Rots y yo debo respetar su deseo.
-Escuchame, Berilo. Quizás ella nunca haya acabado de recuperar la memoria o algo mucho peor. Quizás aún piense que las Guardianas están a su acecho y por ese motivo prefiere estar oculta.
Berilo no pudo contestar. Las lágrimas corrían por sus mejillas y apenas podía mantenerse en calma.
-Por favor Berilo, necesitamos contar con todo tu apoyo. El Clan tiene una enorme deuda con tu familia y debe hacerse cargo de la misma.
-Es muy peligroso remover el pasado, Ágata. Además Edana ha desaparecido y ella es la persona a la que más temía mi pobre Esmeralda.
-No te preocupes por Edana, toda la policía suiza está tras sus pasos. Tarde o temprano van a capturarla. A pesar de todo es una mujer tan vieja como nosotras ¿No es así? –ironizó Ágata con complicidad.
Berilo sonrió dulcemente.
-¡Ella es más vieja que nosotras! –exclamó la mujer risueñamente.
Se volvieron a tomar de las manos y permanecieron un rato en silencio. Las dos conocían perfectamente los riesgos que iban a afrontar si decidían retomar la búsqueda de Esmeralda. Más de 20 años de silencio las separaban de su noble objetivo. Pero Ágata Roccia estaba determinada. Era su misión devolverle a Berilo la vida que tan brutalmente las Guardianas le habían arrebatado.



Agata

1 comentario:

peyote dijo...

He quedado con las vueltas saboreando un grato relato, pero por la vida moderna y la falta de internet en casa no puedo darle el tiempo que merece tan simpática historia.
Saludos.
Viaje [x] la colgadera