13 noviembre, 2011

Capítulo 87 "Furia asesina"

La caravana de vehículos que abandonaba Vaduz era numerosa. Las jóvenes sacerdotisas habían partido hacia Portugal media hora antes. Las encargadas de guiarlas hasta su nuevo destino eran Jaspe y Coral Pedra.
Aldonza, Agustine, Cordelia y Francina intentaron despedirse de las Guardianas pero las cuatro mujeres se negaron de plano.
Las muchachas novatas permanecían en la residencia de la Guardia Sagrada bajo la tutela de los sacerdotes a la espera de que sus familias pasaran a recogerlas. Cada una de ellas debía regresar a su respectivo hogar y aguardar las órdenes del Clan.
Por su parte, Marina Roccia viajaba junto con Alina Gestein hacia Zurich con el objetivo de reunirse con la familia Finke y de allí emprender el regreso a Argentina. Viajaba sola, ya que a último momento Ágata había decidido retrasar unos días su retorno a Buenos Aires.
Celestina Rocher y Azabache Felsen eran las responsables de trasladar a Jean y a Therese hacia el centro de Vaduz.
El auto de atrás era conducido por Cuarzo y Citrino Gestein que viajaban junto a Clarencia y a Edana. Cerraba la fila la camioneta que estaba a cargo de Diamante Stein con la compañía de Rosa y Alejandrita Pietra.
Todas tenían un destino en común. Debían llegar hasta Vaduz y de allí tomar el tren que las llevaría hasta Zurich. A partir de allí, los caminos de cada grupo se dividía según el destino que iban a tomar.
El momento era muy tenso. Las emociones se mezclaban y aún las damas no podían quitar de su mente los momentos de angustia por lo que habían atravesado. Por ese motivo, Zafiro Pedra junto con Ágata Roccia decidieron permanecer unas horas más dentro de la casa de las Guardianas para asegurarse de que todas sus ordenes iban a ser obedecidas.
Celestina Rocher miró por el espejo retrovisor y se encontró con la mirada penetrante de Jean. La dama belga mantuvo la mirada firme y después de unos interminables segundos, obligó a la soberbia guardiana a desviar los ojos hacia la ventanilla.
Por el contrario Therese parecía estar decididamente abatida. Viajaba reclinada sobre el asiento trasero del coche y apenas podía mantener los párpados abiertos.
La situación no era muy diferente en el vehículo en que viajaban Clarencia y Edana. Cuarzo Gestein que se encontraba al volante, no dejaba de vigilar los movimientos de las dos mujeres que se hallaban ubicadas detrás. Citrino estaba algo nerviosa y no dejaba de restregarse las manos en un evidente gesto de incomodidad. No confiaba en absoluto en aquellas mujeres. La habían defraudado y no esperaba nada bueno de parte de ellas.
Para tranquilizar a las damas que estaban a cargo del operativo, Zafiro se había encargado de proporcionarle a cada una de las detenidas una poción que ella misma había elaborado. Basada en una receta ancestral, Zafiro preparó un brebaje que mantenía a la persona que la bebía en un suave estado de somnolencia.
Ya habían concretado la mitad del camino. De pronto algo extraño sucedió. El automóvil de Cuarzo Gestein comenzó a tambalearse y se cruzó de carril de manera brusca. La joven alemana comenzó a hacer sonar la bocina con desesperación.
Celestina Rocher intentaba visualizar lo que estaba ocurriendo, pero temía quitar los ojos de la ruta y provocar un serio accidente. Diamante Stein que conducía la última camioneta observó con horror como el auto de Cuarzo se desplazaba de un lado a otro del camino. Las sacudidas eran violentas y se escuchaban gritos que provenían desde el interior del coche.
En un momento el Mercedes frenó de golpe y una de las puertas de atrás se abrió con violencia. El cuerpo de una mujer salió despedido a gran velocidad y desapareció al atravesar la banquina.
Las frenadas se escucharon al unísono. Fue un momento de dramática tensión. Las mujeres comenzaron a descender de los vehículos y corrieron desesperadas a auxiliar a la persona accidentada.
Marina Roccia y Alina Gestein fueron las primeras en llegar al lugar de la tragedia. Cuando se asomaron a la banquina vieron a Cuarzo y a Citrino que descontroladas le practicaban masajes de resucitación al cuerpo ensangrentado de Clarencia.
Marina se arrastró por entre las piedras de la banquina y llegó hasta donde estaban las damas alemanas.
Celestina Rocher que había llegado al lugar junto con Rosa Pietra, miraba horrorizada el cuerpo inerte de la vieja guardiana.
-¡No entiendo que sucedió! –exclamó Cuarzo con la voz desgarrada.
-¡De pronto enloqueció! Era como si no pudiese controlar su mente… -sollozó Citrino acongojada.
-¡Debemos llamar a una ambulancia! –sugirió Rosa impresionada.
La respuesta de Marina fue brutal.
-Ya no es necesario. Clarencia acaba de morir.
Gritos de profundo dolor se escucharon en el lugar. Algunas damas se tomaban la cabeza y no alcanzaban a comprender cómo había podido suceder semejante tragedia. Otras, en cambio, permanecían con los ojos clavados en el cuerpo maltrecho de Clarencia sin animarse a pronunciar siquiera una palabra.
Alina Gestein giró sobre si misma y comenzó a correr hacia el auto que trasladaba a Jean y a Therese. Ambas mujeres permanecían sentadas en un estado de ensoñación. Era evidente que la poción de Zafiro había logrado su objetivo en ellas.
La alemana abandonó su posición y se dirigió rápidamente hacia el coche accidentado. Iba en busca de Edana que quizás también se encontraba herida. Su sorpresa fue mayúscula cuando al abrir la puerta de atrás encontró el asiento vacío.
De manera frenética comenzó a gritar el nombre de la guardiana. En su angustiante búsqueda se unieron Alejandrita Pietra y Azabache Felsen que aún no alcanzaban a comprender la magnitud de aquella tragedia.
De repente la voz potente de Marina Roccia las dejó paralizadas.
-¡No busquen más! –gritó Marina con tono grave- No creo que puedan hallarla.
Alina miró a su compañera con los ojos entrecerrados. Intentaba descifrar la razón de aquella orden pero no encontraba el motivo de la misma. Marina esbozó una amarga sonrisa y se sentó exhausta sobre el cemento de la ruta. Su ropa estaba manchada de sangre y su cara cubierta por lágrimas de indignación.
-Fue Edana… Seguramente simuló beber la poción de Zafiro, pero en realidad nunca lo hizo.
-Pero… -murmuró Alina desconcertada.
-¿Escuchaste lo que contó Citrino? Dijo que de pronto fue como si Clarencia perdiera la razón…
Alina Gestein abrió los ojos de manera desmesurada.
-¿Usó su poder contra su compañera? Pero…
-Usó su poder contra Clarencia y aprovechó la confusión para huir como una verdadera rata.
Alina no daba crédito a lo que estaba escuchando.
-¡Es una asesina! Juro por Dios que no voy a detenerme hasta que pague por el crimen que ha cometido.
Marina suspiró con resignación.
-Primero vas a tener que encontrarla. Y te apuesto que eso no va a ser nada fácil…


Desde que la familia había partido a Vaduz, los días de Amatista se habían convertido en un verdadero calvario. Delante de sus dos sobrinas se las ingeniaba para disimular la angustia que la acompañaba a todas horas. Jade y Esmeralda eran dos chicas maravillosas. A pesar de lo angustiante de la situación, cada una a su manera se había encargado de hacerle la vida más ligera. Ninguna se quejaba, por el contrario colaboraban con el cuidado de la casa y apenas preguntaban lo suficiente con respecto a lo que estaba sucediendo en Liechtenstein. Se turnaban para que no realizara esfuerzos innecesarios y la obligaban a descansar en la medida que las ocupaciones se lo permitieran.
Estaba sola en la casa cuando el timbre del teléfono comenzó a sonar. Apenas hacía unos pocos minutos que Jade había llevado a Esmeralda a la escuela. Corrió hacia el aparato que estaba en la cocina y atendió la llamada con desesperación.
-¡Hola!
La voz que escuchó le cortó la respiración.
-Hola Ami, soy Ben.
La mujer comenzó a temblar.
-¡Qué alegría escucharte, Ben! –exclamó con sinceridad.
-Lo mismo digo… -susurró el muchacho y agregó- Llamaba para avisarte que todo salió como lo planeamos.
Amatista no pudo contener el llanto.
-No llores Ami, todos estamos bien. – le rogó Ben dulcemente.
-Estaba muy preocupada… ¡Yo no sabía qué hacer!
-Quiero que te calmes, Ami. En unas horas todos estamos regresando a Buenos Aires.
Amatista continuaba llorando de felicidad.
-En realidad, tu madre nos acaba de avisar que va a quedarse en Europa un par de días más.
-¿Por qué? –preguntó la joven preocupada
-Prefiero que ella misma te lo cuente. Descuida, es por un buen motivo.
-No me estás mintiendo ¿verdad?
Ben sonrió y dijo:
-Nunca te mentiría, Amatista.
La mujer experimentó un increíble sentimiento de placer cuando el muchacho pronunció su nombre.
-¿Cómo están las cosas por allí?
Ella que ya había dejado de sollozar, respondió alegremente.
-Todas estamos en prefectas condiciones. Las chicas no se pelearon ni una sola vez y yo estuve cocinando y logré hacerlo sin incendiar la casa.
Ben lanzó una sonora carcajada al escuchar semejante comentario.
-¡Esa es mi chica! –aseguró Ben sin medir las consecuencias de sus palabras.
Amatista turbada por el tierno comentario se quedó paralizada. Benjamín ruborizado dijo:
-Ahora debo cortar –murmuró de manera apresurada- Te vuelvo a llamar cuando lleguemos a Madrid.
-Ok. Les deseo buen viaje.
-Amatista…
-¿Si?
-Nos vemos pronto.
La mujer no pudo contestar. Las palabras se le ahogaron en la garganta.


La noticia de la muerte de Clarencia y de la huída de Edana las había dejado en estado de shock. Celestina Rocher fue la encargada de darles la tremenda información. De manera inmediata y mientras Celestina era asistida por uno de los sacerdotes, Zafiro Pedra y Ágata Roccia se encerraron en el antiguo escritorio de las Guardianas y trataron de reflexionar sobre aquella inesperada tragedia.
-No puedo creer que Clarencia esté muerta… –manifestó Zafiro azorada.
-Edana está peor de lo que imaginábamos. –dijo Ágata para luego agregar –Debemos encontrarla lo antes posible.
-Lo sé. En el estado en que se encuentra es capaz de hacer cualquier cosa.
-Incluso de asesinar a una de sus más antiguas compañeras. –murmuró Ágata indignada.
Zafiro Pedra respiró profundamente y sin meditarlo demasiado se comunicó con las autoridades del principado de Liechtenstein. Ordenó la búsqueda y la captura inmediata de Edana Kairos.
A pesar de la angustia que la horrible situación les había provocado, ante la inminencia de la partida de cada una de ellas a sus diferentes destinos, no tuvieron otra opción que discutir sobre los últimos temas que les restaba tocar.
-Tu piedra y la piedra de Berilo van a ser trasladadas a Portugal. Tengo decidido mantenerlas bajo estricta custodia en nuestra residencia de Lisboa.
-Estoy de acuerdo. Debemos proteger esa maravillosa fuente de energía bajo cualquier costo. –coincidió Ágata.
-Además debemos poner en conocimiento a los gobiernos del mundo y reclamarles mayor cooperación de su parte.
-Eso lo dejo en tus manos. La política no es lo mío.
Zafiro sonrió con picardía.
-Esa es una soberana patraña.
Ágata miró a Zafiro de reojo y torció la boca en una mueca graciosa.
-No quiero presionarte, Ágata. Pero debemos reunir a las damas para una reunión excepcional. El tema de las desercione de nuestras jóvenes mujeres y la continuidad de nuestra raza es un problema que debemos afrontar.
La anciana evitó mirar a la dama portuguesa y desvió sus ojos hacia el enorme ventanal de la sala. Pensaba en Rubí y en la remota posibilidad de que llegara a reconsiderar su posición. La pasión por Cid, que Ágata había visto en las pupilas de su nieta, confirmaba plenamente su sospecha.
No importaba lo que fuese a suceder, Rubí Roccia nunca renunciaría al amor que sentía por Cid Finke.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, como estas... de nuevo por aca leyendo una de tus entradas antiguas, el cual me gusto , saudos.
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