09 noviembre, 2011

Capítulo 84 "Enfrentamiento fatal"

Alina abrió los ojos lentamente. Su mente giraba como un trompo y ni siquiera podía mantener los párpados abiertos. Apenas pudo gozar de un segundo de lucidez, tiempo suficiente para reconocer que estaba bajo el poder de las Guardianas.
Tratando de recurrir a la escasa razón que aún poseía, comenzó a buscar con desesperación la energía necesaria para recuperar el equilibrio emocional. Imágenes confusas se mezclaban en su mente y le provocaban una extrema fragilidad. Recuerdos borrosos se afanaban en entumecer su cerebro y hundirla en un pozo profundo del cual no podía escapar.
Sin embargo la tozudez de la alemana colaboró para que empezara a recobrar la estabilidad perdida. De pronto la lucidez comenzó a abrirse camino en su interior. En un principio no había podido identificar el lugar donde se encontraba. Con el transcurso de los minutos, su cuerpo fue descubriendo el sitio donde la habían depositado.
Estaba recostada en una cama y el cuarto donde se hallaba estaba prácticamente a oscuras. Un débil haz de luz se filtraba por las hendijas de una persiana y le permitía comenzar a adivinar los objetos que la rodeaban. Se fue incorporando con sumo cuidado hasta que sus codos quedaron apoyados sobre el colchón donde estaba acostada. La puerta que comunicaba con el exterior se encontraba justo frente a ella. Permaneció quieta el tiempo suficiente como para comprobar que nadie la estaba vigilando y se levantó sin hacer el mínimo ruido. Se acercó al umbral de la salida y tocó el picaporte. La llave no estaba echada, de modo que salió de aquel cuarto sin problemas. El pasillo estaba vacío. Como desconocía el lugar, tuvo que tomar una determinación y elegir la dirección que iba a seguir. Obedeciendo sólo a su intuición, giró hacia la izquierda y se encomendó a Dios para que la ayudara. Caminó unos cuantos metros y al mirar a través de un balcón que comunicaba con el exterior advirtió que se encontraba en el último piso de la residencia de Vaduz. Llegó hasta unas escaleras que la depositaron en el piso inferior, el cual sin dudas difería muchísimo del que ella había abandonado momentos atrás.
Esta parte de la residencia lucía espléndida y estaba decorada con refinado gusto y estilo. Cuando estaba a punto de revisar uno de los cuartos, la puerta de la habitación se abrió de par en par y la imagen de una sacerdotisa que salía de allí, la hizo retroceder y ocultarse tras un cortinado. La joven cerró la puerta con llave pero dejó las mismas dentro de la cerradura.
Con paso ligero Alina llegó hasta la entrada de la habitación y sin perder tiempo giró el picaporte e ingresó al lugar. Mayúscula fue su sorpresa cuando encontró dentro de aquel sitio a Ágata y a Marina Roccia. Las dos mujeres al reconocerla se arrojaron sobre ella y la envolvieron en un abrazo pletórico de agradecimiento.
-¡Por Dios mujer! ¡Nunca imaginé que podías llegar a encontrarnos! –exclamó Ágata emocionada.
Alina enmudecida por la sorpresa comenzó a lagrimear como una niña.
-¡Gracias Alina! –dijo Marina con énfasis.
-¡Esto es demasiado para mí! Creo que me voy a desmayar… -gimió la alemana con torpeza.
-¡Ni se te ocurra! –gritó Ágata con vehemencia.
Alina Gestein rió suavemente.
-Después de las cosas que me han sucedido no creo que nada pueda derribarme.
Ágata al escuchar la apreciación de Alina, la observó con atención y dijo de manera preocupada:
-¿Acaso se han atrevido a hacerte daño?
-Edana usó sus poderes en mi contra. Estuve delirando durante un buen rato.
El rostro de Ágata se puso sombrío y sus pupilas llamearon como dos enormes hogueras.
-Esto es demasiado. Ya no hay nada que hacer por ellas. Están condenadas.
Alina Gestein miró a Marina y ambas coincidieron con la mirada. La paciencia de Ágata había llegado a su fin.


El patio de la casa de Vaduz estaba completamente vacío. Desde los pisos superiores se podían observar las magníficas dimensiones que este poseía. Había sido diseñado durante la Edad Media y su construcción fue avanzando a través de las épocas subsiguientes. Las baldosas que recubrían el piso fueron traídas desde Italia y las columnas que le proporcionaban un marco sin igual eran el resultado del minucioso trabajo de un arquitecto suizo.
Ambas mujeres ordenaron que las dejaran a solas. Por sus características personales, Zafiro y Jean eran rivales por naturaleza. Cada una en su ámbito había logrado llegar a lo más alto, por esa razón consideraban que era su absoluta responsabilidad liquidar en persona aquel pleito. Jean sabía que la conducta de la Guardia Sagrada dejaba mucho que desear. Se habían rebelado ante todas las obligaciones para las cuales habían sido creadas. No sólo atacaron con sus poderes a las Damas sino que también los utilizaron en contra de la gente común. El castigo iba a ser muy severo y ninguna de ellas estaba dispuesta a pagar semejante precio. Llegarían hasta el final sea como sea.
Por su parte Zafiro debía reconfirmar la posición jerárquica de las Damas por sobre las Guardianas. Esto debía servir de lección para las nuevas generaciones de sacerdotisas. Era imperioso dejar bien en claro quienes estaban al servicio del Clan.
Si bien ninguna de las dos estaban autorizadas a ejercer sus poderes una en contra de la otra, esta circunstancia era muy especial. El momento exigía una definición.
Con prudencia los diferentes bandos se fueron ubicando en los balcones que daban al patio. De un lado, los sacerdotes y las sacerdotisas miraban con ojos asombrados el preámbulo de una contienda que no tenía precedentes. En el sector opuesto las damas de las familias que habían llegado a Vaduz permanecían en silencio y con la mirada expectante.
Zafiro fue la primera en hablar.
-Apelo a tu buen criterio, Jean. Siempre te he considerado una persona inteligente.
Jean sonrió con hastío.
-No es tiempo de palabras, Zafiro. Ambas sabemos que la suerte está echada.
-Eso no es verdad. Siempre habrá tiempo para resolver las cosas de manera civilizada.
Esta vez Jean lanzó una carcajada histérica.
-No seas ridícula, Zafiro.
De pronto Jean fijó sus ojos en la figura de la Jefa del Clan. La intensidad de su mirada tomó por sorpresa a Zafiro que sintió como si una enorme serpiente se enroscara en sus brazos llevándolos hacia atrás y obligándola a permanecer maniatada.
Sus piernas se doblaron como si fueran de goma y en un santiamén cayó de rodillas frente a la horrorizada mirada de las damas del Clan. Su pecho comenzó a agitarse y la respiración empezó a fallar.
La portuguesa casi sin aliento intentó concentrarse y evitar la dispersión. Debía conectarse con el ser superior y encontrar el equilibrio necesario para confrontar a Jean Sentía que su presión sanguínea bajaba de manera considerable. Recurriendo a su enorme sabiduría y estableciendo un potente contacto con su fuerza interior trató de controlar los latidos de su corazón.
Jean no le daba tregua. Ahora estaba decidida a atacar su sistema nervioso central. A Zafiro le costaba equilibrar sus pulmones y apenas podía mantener la conciencia. Su cuerpo convulsionado se desplomó sobre el piso del patio de Vaduz.
Un alarido generalizado retumbó en las antiguas paredes del lugar. Asomada desde uno de los balcones, Celestina Rocher trató de intervenir en la cruel contienda.
-¡No lo hagas!
El grito de Zafiro la dejó paralizada.
Jean se acercó a Zafiro de modo amenazante.
-Voy a extrañarte tanto, querida Zafiro… -susurró triunfante.
Cuando la mujer sentía que la vida se escurría de su cuerpo, una luz potente y abrasadora recorrió la estancia y dio de lleno en la figura de Zafiro Pedra. Una bocanada de aire fresco recorrió su garganta y sus sentidos recobraron su máxima lucidez.
Nadie alcanzaba a comprender lo que estaba sucediendo pero sin mediar ninguna palabra y como si un poderoso rayo la hubiese alcanzado, Jean cayó desvanecida y quedó desplomada en el suelo de su casa de Vaduz.


Después de titubear durante unos minutos Ágata Roccia y Alina Gestein habían decidido unir las piedras. En cuanto la piedra de Berilo Rots hizo contacto con la piedra que tenía en custodia Ágata Roccia, una intensa luz dorada hizo eclosión dentro de la habitación y arrojó de manera estrepitosa a ambas damas contra la pared de la habitación. Marina profirió un alarido de terror y se quedó paralizada contemplando como la potente luz, rebosante de energía salía despedida a través de la ventana y emergía hacia el exterior con una velocidad sorprendente.
Las piedras que permanecían unidas sobre la pequeña mesa del dormitorio donde las damas habían estado prisioneras, refulgían con esplendor y se habían convertido en una fuente inagotable de poder. Alina fue la primera en incorporarse y sin perder tiempo fue a ayudar a Ágata que aún permanecía en el piso absolutamente embelesada.
El griterío que provenía del exterior, obligó a Marina a acercarse al balcón para ver lo que estaba sucediendo allí abajo. La imagen que apareció ante sus ojos volvió a dejarla sin palabras.
Zafiro Pedra envuelta en la luz que había salido de las piedras, estaba parada a escasos pasos del cuerpo inerte de Jean. La portuguesa parecía flotar en el aire y rebosaba energía. En cambio Jean, permanecía quieta y su rostro se estaba tornando cetrino y fantasmal.
Los sacerdotes seguidos por las sacerdotisas corrieron desesperados hasta donde estaba tirada Jean. Edana, Therese y Clarencia llegaron unos segundos después y ordenaron a los muchachos alzar a Jean y trasladarla hasta el interior de la casa.
Zafiro Pedra inspiró con fuerza y con sumo cuidado fue canalizando la energía que la luz dorada le había entregado.
Lentamente las damas se fueron arremolinando a su alrededor y se quedaron observándola con sumo respeto. Los ojos de Zafiro fueron recuperando la lucidez y con una sonrisa dulce y satisfecha anunció:
-Bienaventuradas sean, hermanas. El Clan de las Piedras por fin ha vuelto a encontrar el camino perdido.



2 comentarios:

la MaLquEridA dijo...

¿Habrá acabado Jean de participar en la historia?

Me sorprende como eres capaz de hilvanar tantos personajes Bee, te felicito.


UN beso.

Bee Borjas dijo...

Querida Flor:
Me emociona que te hayas entusiamado con la historia! Faltan sólo 2 capítulos para el final y ya estoy extrañando tus comentarios. Es complicado escribir una historia larga, por eso la compañía de ustedes no tiene precio!
Gracias por compartir esta aventura y estar a mi lado.
Besos enormes, mi linda amiga!