07 noviembre, 2011

Capítulo 82 "Prisioneros"

La residencia de Vaduz se hallaba sumida en un verdadero caos. Después del sorprendente fracaso del Ritual de Iniciación, los hechos se habían desencadenado con inusitada velocidad. Claus y Ben Finke fueron devueltos a la celda en la que habían permanecido encerrados las últimas horas, pero esta vez los acompañó Callan. Después del intento de agresión por parte de Edana, Jean se encargó de que la chica fuera recluida junto con su familia.
Las damas del Clan no corrieron mejor suerte. Ágata y Marina se hallaban detenidas en el sector izquierdo de la residencia, bajo la atenta custodia de Francina y Cordelia. Mientras que Ópalo y Ámbar Pierre junto con Rosa Pietra se hallaban encerradas en las habitaciones que le habían designado desde su llegada a Vaduz.
Las cuatro guardianas permanecían en su escritorio y trataban de encontrar una explicación a semejante afrenta. Edana se desplazaba de un lado al otro del salón como si fuera una fiera salvaje. Sus pupilas dilatadas semejaban dos carbones negros incapaces de recobrar el equilibrio perdido. Clarencia estaba sumida en estado de shock. Therese apenas podía dar crédito a lo que había sucedido. La única que parecía mantener la cordura era Jean. Sentada en uno de sus sillones favoritos, observaba con aparente serenidad, las montañas que se divisaban desde el amplio ventanal.
-¡Se han burlado de nosotras! ¡Deben ser castigados todos por igual! –exclamó Edana fuera de sí.
Jean suspiró y trató de hablar con aplomo.
-Por favor, Edana… Deberíamos haber previsto que Ágata Roccia no iba a darse por vencida tan fácilmente.
Edana giró su cuerpo con violencia y se encaramó sobre Clarencia que estuvo a punto de desmayarse.
-¡Tu poder no sirve para nada! ¿Cómo es posible que no hayas visto lo que estaban tramando?
La voz amenazante de la guardiana obligó a intervenir a Therese.
-¡Basta ya de reproches, Edana! No nos obligues a…
-¿A qué? – preguntó Edana desafiante.
Clarencia lloraba desconsolada en un rincón. Jean se acercó hasta la anciana y la animó con una leve caricia.
-¡Basta de discusiones inútiles! Ahora debemos encontrar la manera de solucionar todo esto.
-Es muy fácil decirlo. –ironizó Edana- ¿Me gustaría saber cuales son tus estupendas sugerencias?
Therese que habitualmente era una de las guardianas más equilibradas, no pudo contener su furia y antes de abandonar el escritorio, manifestó de manera hiriente:
-Cuando Edana se encuentre en condiciones de deliberar, volveré. Por el momento me retiro a mi cuarto.
El portazo que pegó Therese no hizo más que incrementar la ira de Edana que fue detenida por Jean cuando intentaba perseguir a Therese con vaya a saber que malévolas intenciones.
-¡Te prohíbo que abandones este lugar! –gritó Jean severa.
Edana reflexionó un instante y por fin se dejó caer en uno de los sillones del lugar.
-Debemos mantener el control. Si nos desesperamos las cosas van a empeorar.
-¿Pero qué podemos hacer, Jean? –gimió Clarencia.
-Por el momento debemos calmarnos y pensar. Lo que acaba de suceder aquí ya debe haber llegado a oídos de las damas. Sugiero que esperemos la reacción del Clan. A pesar de todo, nosotras tenemos el tesoro más preciado de las Damas…
Edana y Clarencia miraron a Jean con incertidumbre. Esta volvió a mirar a través de la ventana y susurró con tono triunfal.
-Aún tenemos en nuestras manos la vida y el destino de la gente común.


Alina Gestein se encontraba al volante del automóvil que habían rentado en Vaduz. El tren que las transportó desde Zurich llegó a horario. Zafiro alterada, le sugirió a Alina que condujera. Los nervios la estaban traicionando y no se animaba a conducir en un país desconocido.
El mapa que Alina tenía sobre su falda le indicaba con claridad el camino a seguir. De vez en cuando miraba de reojo a Zafiro y la imagen contrariada de la portuguesa le provocaba oleadas de incertidumbre.
-¿Estás bien, Zafiro?
La mujer la miró y le sonrió con una pequeña mueca.
-Es la primera vez que siento tanta inquietud. El carácter combativo de las Guardianas no me relaja en absoluto.
Alina lanzó una carcajada ante el comentario irónico de su compañera.
-Eso es verdad… No son muy amistosas estas venerables señoras.
-Supongo que estarás preparada para utilizar tus dones… -dijo Zafiro Pedra con pesar.
Alina exhaló un profundo suspiro y respondió:
-Es una pena que esas mujeres no puedan entrar en razón. Odio utilizar mis dones de manera coercitiva.
-En este caso parece que no va a haber más remedio. No puedo permitir otro episodio con consecuencias fatales.
Esta vez Alina no se atrevió a mirar a Zafiro. Recordaba perfectamente lo que había sucedido en aquella oportunidad.
Desde la posición en que se encontraban podían divisar la enorme construcción donde residía la Guardia Secreta. De un momento a otro iban a llegar al lugar y sin duda el enfrentamiento no iba a tardar en producirse.


La habitación donde permanecían cautivas Ágata y Marina se hallaba ubicada en el ala opuesta de donde se encontraban encerradas Ópalo y Ámbar Pierre. Sabían que Claus, Ben y Callan estaban detenidos en las celdas que estaban construidas en el último piso de la estancia.
Marina le servía una taza de té a su madre intentando calmar la angustia que la agobiaba. El miedo no le permitía pensar con claridad. Pensaba en Jade y Esmeralda y en Amatista que tenía la responsabilidad de cuidarlas, pero sobre todo pensaba en Rubí. Si bien confiaba plenamente en Cid, su temor residía en las represalias que podían llegar a tomar las Guardianas contra su hija.
-En un momento temí por la vida de Callan… -murmuró Marina con espanto.
Ágata probó un sorbo de té y suspiró muy hondo.
-Tengo que confesarte que mi corazón se encogió cuando esa demente se abalanzó sobre la hija de Claus.
-Fue muy peligroso el plan, mamá. –dijo Marina y agregó- Aún lo es.
-Lo sé, pero era la única oportunidad que teníamos para liberar a Rubí y a Cid.
-Guardo la secreta esperanza de que Zafiro pueda ayudarnos…
Ágata se acercó a la puerta e intentó abrirla. Fue en vano. El picaporte estaba trabado. Una voz suave habló desde el otro lado de la puerta.
-¿Necesitan algo, señoras?
Ágata y Marina pudieron reconocer la voz de Francina. Con seguridad estaría acompañada por otra sacerdotisa. Siempre se desplazaban de a dos. Ágata se apoyó contra el marco de la puerta y respondió:
-¿Hasta cuando piensan las Guardianas tenernos encerradas? Están cometiendo una falta muy grave y no me gustaría que
ustedes paguen las consecuencias…
La velada amenaza de Ágata produjo la reacción esperada. Esta vez no habló Francina. La voz dura de Cordelia aseguró:
-Nosotras estamos cumpliendo órdenes, honorable Ágata. Está fuera de nuestro alcance oponernos a las decisiones de nuestras superioras.
Ágata frunció el seño con contrariedad. Sin duda aquellas jóvenes estaban muy bien entrenadas. Se alejó de la puerta y se dirigió hacia la pequeña ventana que estaba protegida por gruesos barrotes que la atravesaban de forma horizontal.
-Ya son las 12 del mediodía. El sol está en lo alto y debo cumplir con mi deber de meditar.
Marina se sentó en un pequeño banco y comenzó a observar a su madre con admiración. Estaba muy orgullosa de ser su hija. Aquella mujer ni siquiera en los momentos más difíciles de su vida olvidaba cumplir con su deber. El mundo podía quedarse muy tranquilo. Ágata Roccia iba a luchar por su equilibrio hasta el último día de su existencia.


Sin saberlo, Rosa Pietra y Ópalo Pierre se hallaban cumpliendo con el mismo deber. Ambas damas se encontraban sentadas en el suelo de la habitación donde permanecían encerradas, elevando sus mentes y transmitiendo todo su poder energético. Ámbar, recostada sobre una de las camas miraba a las mujeres con displicencia. Su mente estaba lejos de aquel lugar. Aún no podía olvidar la impresión que le provocó descubrir que Rubí Roccia nunca había llegado a Vaduz. La noche anterior en la terraza que comunicaba con el balcón de la habitación de Rubí, por un breve instante creyó que su enemiga íntima estaba recluida como ella. Grande fue su sorpresa cuando descubrió que aquella joven no era Rubí. La imagen de aquella desconocida se había fijado en su mente y no le había permitido descansar en toda la noche. ¿Quién sería esa mujer?
¿Quién arriesgaría la vida de tal forma para salvarle el pellejo a Rubí?









1 comentario:

la MaLquEridA dijo...

Ohhh! Con razón Ámbar se tapó la boca al ver a Rubí porque no era ella.