05 noviembre, 2011

Capítulo 81 "Suceso inesperado"

En cuanto la vió, advirtió las evidentes señales de cansancio en su rostro. Era imprescindible llegar al final de este asunto. Demasiada gente estaba haciendo un esfuerzo supremo para conseguir que toda esa locura terminara de una vez por todas.
Además quedaba poco tiempo. El desequilibrio mundial estaba provocando desastres no solo naturales sino también conflictos armados que sin duda causarían más pena y dolor. Momentos antes de partir hacia Zurich, el presidente de un país sudamericano se había comunicado con ella y en representación de todas las naciones de la región le había comentado la enorme preocupación que sentían. Era esencial lograr el objetivo que se había propuesto desde el mismo instante en que había descubierto el manuscrito del padre Tolomeo.
Zafiro Pedra caminó la distancia que la separaba de Alina Gestein lo más rápido que pudo. La mirada agotada de Alina le encogió el corazón. Ambas se confundieron en un abrazo cariñoso y prolongado. Demasiadas cosas estaban en juego.
Alina satisfecha susurró en el oído de Zafiro:
-La tengo.
La Jefa Suprema del Clan dejó escapar una exclamación de júbilo.
-¡Maravilloso, Alina!
-Todavía me cuesta creerlo.
-Dios está de nuestro lado, querida amiga…
Avanzaron juntas a través del Aeropuerto Internacional de Suiza. Sólo le quedaban 2 horas para tomar el tren que las llevaría hasta Vaduz. Con la mirada sombría, Zafiro manifestó:
-Estoy muy preocupada, Alina. No puedo llegar a imaginar qué tan mal están las cosas en Vaduz.
-Conocemos de sobra la actitud de las Guardianas cuando se ven acorraladas.
-Por ese motivo creo que debemos estar preparadas. Ya he ordenado que las jefas de varias familias viajen hasta Vaduz. Cuanto antes se reúnan con nosotras, menos posibilidades tendrán las Guardianas de resistirse a nuestro pedido.
El automóvil que las trasladaría hasta la estación del ferrocarril las estaba esperando en el lugar pactado. El chofer las ayudó a subir al vehículo y emprendió el viaje rápidamente.
-¿Y Berilo?
Antes de responder, Alina sonrió dulcemente.
-Me estaba esperando detrás de la puerta. –dijo suavemente y agregó- Supongo que nunca sabremos el contenido de la carta de Turquesa Roccia, pero sin duda fue lo suficientemente convincente.
Zafiro suspiró y posó su mirada en el bello paisaje montañoso.
-Esas dos damas deberían ser una fuente de inspiración para las futuras generaciones…
Alina frunció el seño y dijo:
-¿Existe alguna forma de ayudar a Berilo?
La dama portuguesa continuó con la mirada perdida en las montañas.
-Hicimos todo lo posible por encontrar a su hija. Temo que ella se haya empecinado en desaparecer para siempre de nuestras vidas.
-Motivos no le faltaron. –murmuró Alina comprensiva.
-Desde luego. La única esperanza que nos queda es que alguna vez su corazón le indique que ya es hora de abandonar la huída. Las damas nunca haríamos nada en su contra. Esmeralda ha hecho una elección y nadie va a cuestionarla.
-Quizás ella no lo sepa.
Zafiro observó a Alina con incredulidad.
-¿Crees que eso sea posible?
Alina respondió con convicción.
-Por supuesto. Si Esmeralda Rots se alejó por completo de nosotras, es muy probable que aún piense que todo sigue igual.
Zafiro se quedó reflexionando durante un largo rato. Había tomado una decisión. Una vez que resolviera el terrible conflicto en el que se veía envuelto el Clan, su principal objetivo sería tratar de localizar a Esmeralda.
Se lo debía a Berilo Rots.


Las Guardianas despertaron muy temprano. La noche había estado muy agitada como consecuencia de los últimos acontecimientos. Claus y Ben Finke fueron encerrados en una de las celdas que se encontraban en el último piso de la residencia de Vaduz, Cid aún no había aparecido y Jean no logró sustraerle la piedra de la custodia a Ágata Roccia.
Demasiados inconvenientes en el momento menos oportuno. Para colmo Edana no dejaba de presionar a Clarencia con respecto a su incapacidad para vislumbrar lo que podía llegar a suceder y Therese no lograba convencer a Edana para que dejara en paz a Clarencia. Su don nunca funcionaba bajo extrema presión.
A pesar de todo Jean tenía muy en claro que aquel era “el día”. Por ese motivo ordenó redoblar la vigilancia en todas las entradas a la casa. Temía que Cid apareciera en cualquier momento y estropeara la ceremonia de iniciación. Por otra parte, Ámbar Pierre lucía mucho más animada y hasta ese momento Rubí Roccia no representaba ningún riesgo para la práctica del ritual. Tanto Ágata como Marina Roccia permanecían encerradas en sus habitaciones y Ópalo Pierre junto con Rosa Pietra hacía mucho tiempo habían aceptado la decisión del Clan.
Faltaban solo 15`para las 10.30 de la mañana cuando las Guardianas hicieron su ingreso triunfal al templo de Vaduz. Alrededor del altar se hallaban dos filas de sillas finamente ornamentadas. Ya estaban ubicadas en sus respectivas posiciones
Cordelia, Francina y el resto de las jóvenes sacerdotisas. Lucio y Markus estaban sentados cerca de las muchachas y aguardaban a Jonás que se encontraba ausente, pues él era el encargado de escoltar a Claus y a Ben hasta el templo.
La decisión de obligarlos a presenciar el ritual de iniciación había sido de Jean que fue presionada ostensiblemente por Edana para que así fuera. La más joven de las Guardianas se había convertido en una mujer perversa que disfrutaba con el padecimiento de los demás.
En absoluto silencio hicieron su ingreso Ópalo Pierre y Rosa Pietra. Acto seguido Ágata junto con Marina entraron al salón y se ubicaron cerca de las otras damas.
El primero en aparecer por la imponente puerta fue Claus Finke. El hombre estaba esposado y lucía agotado. Su mirada buscó rápidamente a Ágata. La anciana al ver al hombre maniatado experimentó un sentimiento de horror. Nunca había imaginado verlo de aquella manera. Se mordió los labios y se obligó a permanecer quieta. Ben siguió los pasos de su padre. La herida cortante en su ceja estaba hinchada y lucía muy mal. Tenía el cabello mojado y parecía estar afiebrado. Jonás lo empujó y lo obligó a ubicarse al lado de su padre. Marina Roccia al observar aquella brutal escena apenas podía contener las lágrimas.
Tres jóvenes sacerdotisas comenzaron a entonar una canción muy antigua que correspondía a la liturgia de aquella importante ceremonia. Las dulces voces de las muchachas no lograban conmover a Ágata Roccia que permanecía rígida observando el maltrato al que las Guardianas estaban sometiendo a los Finke. Ellas conocían perfectamente las reglas y con total descaro las estaban violando. Tenían prohibido atacar o herir a cualquier civil. Su actitud debía ser denunciada y penada por el Clan de las Piedras. Ella en persona se iba a encargar de que así fuera.
Rubí y Ámbar ingresaron al templo escoltadas por Aldonza y Agustine. Las dos muchachas llevaban unas túnicas de fino hilo color blanco. Ambas estaban descalzas y tenían una pequeña corona de diamantes que simbolizaba el Amor Eterno.
Ámbar a diferencia de Rubí, tenía el rostro cetrino y apenas podía mantener el equilibrio. Estaba aterrada y era incapaz de disimularlo. De pronto Rubí estiró su mano y aferró la de Ámbar con sorprendente energía. Guiadas por las sacerdotisas se ubicaron frente al altar. Acto seguido, Jean se ubicó detrás del mismo y con voz potente y segura dijo:
-Estamos aquí para ser testigos de uno de los rituales más antiguos del Clan de las Piedras. Estamos orgullosas de volver a servir a nuestro amado Clan y cumplir de esta manera con una de nuestras principales obligaciones.
El eco de las palabras de la guardiana resonaba en cada uno de los rincones del Templo. Jean miró con severidad a Ámbar y dijo con tono solemne.
-Ámbar Pierre. Repite conmigo.
A la muchacha le temblaba la voz. Respiró profundamente y por fin hizo el juramento.
-Yo, Ámbar Pierre, me comprometo solemnemente a cumplir con el ritual para el cual el Clan de las Piedras me ha elegido.
Ópalo Pierre no pudo evitar las lágrimas y un tibio sollozo escapó de su garganta. Jean ignoró aquella demostración de pesar y continuó impertérrita.
-Ahora es tu turno, Rubí. Repite conmigo.
Antes que Jean pudiera comenzar a enunciar el voto de cumplimiento de deber, Rubí miró a su alrededor y con voz desafiante dijo:
-Es imposible que yo pueda cumplir con ese juramento.
Jean indignada ante la soberbia de aquella jovencita, se acercó a ella intimidante y le preguntó:
-¿Me gustaría saber el motivo que te lo impide?
En ese preciso momento la muchacha hizo un movimiento rápido y casi teatral. La falsa cabellera cobriza se estrelló contra el piso del centenario templo. Las exclamaciones de asombro retumbaron en todo el salón.
El cabello negro de Callan resplandecía bajo los rayos del sol que penetraban por las antiguas ventanas ojivales. Con suma parsimonia la muchacha se deshizo de los lentes de contacto y el azul de sus ojos resplandeció ante la mirada atónita de todos los presentes. Edana fue la primera en reaccionar. Salió disparada de su silla y se arrojó con violencia sobre Callan.
-¿Quién es esta mujer? –gritó desencajada.
Jean temiendo lo peor, se interpuso entre la guardiana y la joven y ordenó:
-¡No te atrevas a tocarla!
El caos que se originó en el Templo fue muy difícil de controlar. Las dramáticas consecuencias no tardarían en llegar.


El automóvil atravesaba la ruta a toda velocidad. Faltaban pocas horas para el mediodía y aún no se habían detenido ni una sola vez. Cid tenía la mirada fija en el camino mientras Rubí le acariciaba la pierna con ternura. Ninguno de los dos dejaba de lanzarse miradas de ánimo. Estar juntos les provocaba una felicidad difícil de describir, pero la situación por la que estaban atravesando era demasiado preocupante. Era imposible partir y dejar atrás a toda su familia enfrentando una situación tan dramática. De pronto Cid detuvo el auto y se quedó observando el horizonte en absoluto silencio. A Rubí se le hizo un nudo en la garganta y apenas pudo contener la congoja que la estaba martirizando.
-¿Deberíamos volver? –preguntó Cid angustiado.
Rubí no pudo responderle. Se arrojó sobre el muchacho y lo abrazó con desesperación. Cid la envolvió con sus brazos y comenzó a frotarle la espalda con la intención de reconfortarla.
-No llores, prinzessin… -susurró Cid suavemente.
Rubí lo miró con los ojos cubiertos de lágrimas. Estaba enojada y asustada a la vez. Le acarició la mejilla y dijo:
-Tengo miedo por lo que pueda llegar a suceder. Callan…
-Shhhhhh. No te tortures, mi amor. Callan quiso ayudarnos, eso es todo.
El corazón de Rubí estaba sumido en una mezcla de emociones. Demasiadas personas que ellos amaban estaban arriesgando sus vidas. Se sentía una cobarde y no podía evitar experimentar un horrible sentimiento de culpabilidad.
-Sé muy bien lo que estás pensando. A Claus le costó mucho tiempo convencerme con respecto a lo que debíamos hacer.
-Ágata también estuvo hablando conmigo. Me dijo que esto que hacíamos no sólo iba a ser importante para nosotros…
Cid se la quedó mirando con curiosidad.
-Mi abuela me aseguró que a partir de esto, muchas cosas iban a cambiar en el Clan.
El muchacho volvió a abrazar a Rubí y le besó los labios con intensidad. Ella suspiró embelesada. El celular de Cid comenzó a sonar. Le fue imposible responder la llamada. Inmediatamente un mensaje de texto ingresó en su casilla de correo.
“Zafiro Pedra y Alina Gestein están llegando a Vaduz. No se detengan hasta llegar al lugar acordado. Los quiero, Ami.”
Ambos se quedaron mirando la pantalla del móvil. Aquel parecía un mensaje llegado del cielo. No lo dudaron más.
Debían continuar hasta el final.







1 comentario:

la MaLquEridA dijo...

nunca imaginé que Callan pudiera suplantar a Rubí, esto se está poniendo interesante, ya no podrán seguir con el ritual ¿o si?



Besos Bee.