28 septiembre, 2011

Capítulo 55 "La Guardia Secreta"

El sol iba desapareciendo por detrás de las cadenas montañosas y una brisa fría bajaba lentamente hasta el centro del valle. Era primavera en Vaduz y las cimas de las montañas se estaban preparando para recibir las últimas nevadas.
Hacía más de 5 siglos que la Guardia Secreta se había establecido en la capital del principado de Liechtenstein. La ciudad fundada durante el siglo XIII está dominada por la imagen del imponente castillo del príncipe que fue construido en la época Medieval.
A escasos kilómetros del río Rin y enclavada en una de las montañas más ríspidas, se encontraba la residencia oficial de La Guardia. Con el propósito de pasar desapercibidas, la estructura del lugar era muy similar al del resto de las construcciones alpinas.
Se movían a pie o en automóvil y bajaban a la ciudad con el sólo fin de adquirir víveres y utilizar las oficinas del correo principal que las mantenía en contacto con las familias del Clan.
Las sacerdotisas más jóvenes y el trío de sacerdotes que oficiaban de guardaespaldas eran los encargados de viajar al exterior en caso de ser necesario. Además tenían la responsabilidad de mantener la estancia en excelentes condiciones y asistir a las sacerdotisas más longevas en todo lo que fuera necesario.
La tarea de estas mujeres era demasiado importante como para tener que ocuparse de las necesidades cotidianas. Además eran ancianas muy poderosas que debían tratar de mantener la mayor lucidez posible. Cualquier momento de desconcentración podía llegar a resultar decididamente fatal. Las mujeres más jóvenes les temían y los hombres apenas podían sostenerles la mirada.
Su jerarquía había ido mutando a través de los siglos. En un principio, el poder del que gozaban no tenía límites. Junto con los sumos sacerdotes habían delineado la vida futura de las damas del Clan. El estallido de la Piedra Sagrada las había obligado a generar un nuevo orden que los ayudara a reconstruir rápidamente el equilibrio perdido. A pesar de todo el esfuerzo realizado, los acontecimientos trágicos de una época tan conflictiva como la Edad Media, fueron minando sus esperanzas. Con el tiempo comprendieron que su labor iba a ser muy ardua y que el resultado final tardaría muchos años en llegar.
Muchos sacerdotes, sacerdotisas y honorables damas perdieron la vida de diferentes formas. Algunos murieron en la hoguera, otras cayeron víctimas de las Peste Negra y muchas huyeron tratando de vivir una vida simple y lejos de cualquier mandato divino. Las damas del Clan que resistieron con bravura los embates del exterior lograron consolidar su situación y les exigieron a los sacerdotes que ellos se convirtieran en sus custodios. A partir de ese momento, su misión fue proteger con sus vidas la continuidad del Clan. Debían mantener oculta su verdadera identidad y tratar de que el resto del mundo permaneciera ajeno a sus actividades.
Los últimos años habían sido muy difíciles para la Guardia Secreta. Debido a unos desafortunados hechos con dos jóvenes que habían huido del Clan y en los que se vieron implicadas muy seriamente, las damas les habían prohibido utilizar sus poderosos métodos de persuasión. Esta situación las tenía muy alteradas y creían firmemente que no se las estaba juzgando como correspondía.
La sala principal de la casa gozaba de una vista maravillosa. Desde allí, las cuatro ancianas dominaban el valle de Vaduz y el camino que ascendía hasta su hogar. En el horizonte las aguas del Rin bañaban las costas de la ciudad y el castillo del príncipe se elevaba imponente en medio del relieve montañoso.
Estaban las cuatro sentadas frente al ventanal y acababan de terminar con la meditación vespertina. Eran las descendientes directas de las familias más antiguas de Europa. Habían heredado su posición a través de los años y pronto deberían dejar su lugar a las sacerdotisas más jóvenes. En su caso sólo la muerte, permitía el relevo de posición.
Jean, Clarencia, Edana y Therese se acercaban inevitablemente al final de sus vidas. La mayoría rondaba los 90 años y apelaban a todas sus fuerzas para mantenerse lúcidas y fieles a su legado. Sin embargo aquel episodio con las jóvenes desertoras a menudo regresaba a su memoria para mortificarlas con obstinada rudeza.
-Jean… -murmuró Clarencia con los ojos entrecerrados.
-¿Si? –dijo la anciana con súbito interés.
-Hace un par de días que vengo soportando estas visiones. Algo extraño está por suceder en Valdivia. Debemos estar muy atentas. ¿Therese?
La mujer que se había inclinado sobre el borde de la ventana y aspiraba el perfume de unas flores silvestres que se colaban por el marco, dijo con suavidad:
-Yo también lo siento. Creo que vamos a tener novedades muy pronto…
Edana que había permanecido al margen de la conversación y que era la más joven de todas, sonrió con ironía y exclamó:
-¡Parece que las señoras tienen deseos de volver a la acción!
Las tres mujeres la miraron con irritación. Como de costumbre, Jean tomó la palabra.
-No es necesario tanto sarcasmo de tu parte, Edana. Solamente nos preocupamos por cumplir con nuestro deber.
La mujer juntó sus apergaminadas manos y sus anillos brillaron bajo la mortecina luz del sol. Sonrió de manera siniestra y dijo:
-Querida Jean, hace tanto tiempo que nos conocemos… No es necesario engañarnos a nosotras mismas.
Therese miró a Edana con fiereza.
-Es suficiente, Edana.
Alguien llamó a la puerta. Las cuatro mujeres instantáneamente adoptaron una posición casi monacal. Parecían componer una escena propia del Renacimiento. Clarencia fue la que dio la orden de entrar. La puerta se abrió y una joven de unos 20 años ingresó al lugar. Era una mujer muy espigada. Casi no hacía ruido al desplazarse, parecía flotar en el aire.
-¿Aldonza? –preguntó Jean con suavidad.
La jovencita sin levantar la mirada y con la cabeza inclinada hacia el suelo, apenas susurró unas palabras.
-Señora, ya es hora que vayamos al pueblo a retirar las provisiones que encargamos esta mañana.
-Muy bien. Quiero que Cordelia te acompañe. Elije a alguno de los sacerdotes para que conduzca el automóvil.
-Como usted ordene, Señora.
La muchacha desapareció tan velozmente como había ingresado. Therese se quedó mirando el lugar por donde había salido la joven mujer. Miró a Jean y dijo con voz esperanzada.
-Creo que Aldonza va a ser una excelente guardiana. Tiene la disciplina y el talento necesario para serlo.
Jean asintió con delicadeza. La nueva generación de sacerdotisas estaba educándose bajo su estricto control. Era necesario recobrar el prestigio perdido. En ello les iba la vida…



Topacio había intentado almorzar rápidamente. No quería permanecer más tiempo del necesario en compañía de su hermana. La última conversación que habían mantenido estuvo a punto de terminar de una manera calamitosa. Ámbar la había atacado con ferocidad y ella se había encerrado en su habitación con la intención de mantenerla lo mas alejada posible.
Desde aquel horrible enfrentamiento no se habían vuelto a ver. Faltaban unas horas para abrir el local, pero prefería hacer tiempo sentada en la plaza y no tener que afrontar una nueva discusión con su hermana.
Sin embargo la suerte no estaba de su lado. Mientras terminaba de lavar los cubiertos que había utilizado, Ámbar entró como una ráfaga a la cocina.
-¡Quiero saber qué cosa está tramando la abuela! –gritó Ámbar exasperada.
Topacio hizo oídos sordos al reclamo de su hermana y continuó lavando la vajilla. Sabía que esta actitud iba a encolerizar a Ámbar pero no tenía ninguna intención de hablar con ella en esos términos. Ámbar furiosa ante la indiferencia de Topacio le agarró el brazo con suma violencia y la hizo girar de un tirón. La chica forcejeó tratando de liberarse de su hermana. De pronto sintió que el aire le faltaba y que un sudor frío y pertinaz le paralizaba el cuerpo. Sabía perfectamente lo que estaba sucediendo. Las palabras de su abuela regresaron a su mente en menos de un segundo. “Si es necesario utiliza tus dones para defenderte de ella”.
Tratando de recuperar el control de su mente, enfocó su mirada en los ojos de su hermana. Una de sus virtudes era combatir la ira y los celos. El poder de su mente era implacable. Sus ojos se fundieron con dureza en las pupilas de Ámbar que se fueron dilatando lentamente.
-¡No me obligues a lastimarte Ámbar! –gritó Topacio con desesperación.
Ámbar rugió como una fiera acorralada y utilizando su poder se negaba a soltar a su hermana. La presión que ejercía sobre
el brazo de Topacio le estaba cortando el flujo sanguíneo y le provocaba entumecimiento en los músculos. La chica recurrió a toda su fuerza y la empujó contra la pared de la cocina. Ámbar tropezó con sus propios pies y cayó al piso de manera aparatosa. Estaba ciega de ira y mientras trataba de incorporarse volvió a atacar a su hermana con su poder.
Topacio que respiraba con dificultad se lanzó sobre Ámbar y le lanzó una cachetada que le cruzó la mitad de la cara.
-¡Ya basta! –vociferó desquiciada. -¡No me obligues a denunciarte ante Clan!
La amenaza de Topacio causó el efecto que ella esperaba. Ámbar podía ser muy caprichosa, pero a la vez era demasiado inteligente. Conocía los límites y sabía que si insistía con su actitud Topacio no iba a dudar en entregarla. Súbitamente la calma retornó al lugar. Topacio agotada se sentó en una de las sillas de la cocina y trató de recuperar el ritmo de su respiración.
Ámbar permanecía acurrucada en el piso con la cara oculta entre las manos. Se sentía ultrajada y al mismo tiempo sabía que no podía seguir enfrentando a su hermana. En lo profundo de su mente reconocía la fortaleza de Topacio y sabía que no tenía ninguna chance de vencerla. Además estaba el tema del Clan. Y precisamente eso era lo que más la preocupaba.
Topacio se levantó lentamente y se dirigió hacia la puerta. Antes de salir de la cocina dijo con voz lacónica:
-A partir de este momento no quiero que volvamos a hablar. –y agregó de manera sombría- Nunca más.
La frialdad de Topacio impactó con implacable rudeza en los oídos de Ámbar. Por primera vez en su vida sintió miedo. Un temor oscuro y asfixiante. Maldijo una y mil veces. Tuvo que admitir con resignación que por soberbia había cruzado una límite del cual ya no podía regresar…




Castillo de Vaduz



6 comentarios:

Anónimo dijo...

Le decía que el sujeto Humberto Dib, lleva en más de 200 blog, poniendo el mismo comentario, si a usted no le tocó, esa actitud baja, donde invita a que vayan a su blog y queda evidente y patente que no leyó el post del blog al que entró, si eso no es denigrante yo me pregunto que espera usted, bueno son muchos los que defienden actitudes denigrantes, les toque o no les toque, sociedades enteras defienden gobiernos corruptos por ejemplo para mantener sus lugares o diversiones, el ser humano es muy vendible, y carente de criterio moral, sobre todos los de medias luces, que no luchan por ideales más dignos de la cultura humana, los anónimos existen porque Blogger lo permite, para este tipo de casos, y hay muchas sociedades anónimas que contribuyen más que usted y yo. En cuanto al nivel de los post de este sujeto sería otro análisis, muy extenso, y alguno cita allí la envidia, yo no tengo envidias por cosas de estas características, sería yo un sujeto muy pobre, y los sujetos pobres no escriben tan claramente como ustedes bien saben que lo estoy haciendo, tengo un mundo maravilloso como para envidiar estupideces, me dedico a descubrir personas carentes de solidaridad con los demás y que utilizan a seguidores incautos, e irreflexivos, muchos ya he notado que no permitirán esa deslealtad que se ha puesto a la luz, reitero más allá de si los post son entretenidos, hay muchas cosas entretenidas en la vida, y no tenemos por que tolerar un buscador de seguidores que no respeta un blog ajeno, el asunto lo difundo porque la prueba está al alcance de cualquiera. Yo aviso porque es mi obligación, cada uno sabe donde deja discurrir su vida, como alienta y protege su autoestima e integridad personal. Gracias por permitir los anónimos a veces son útiles. Estoy feliz, este sujeto está cambiando su actitud, o bueno, cuidado, puede ser una estrategia más solapada, pero deja hasta dos comentarios juntos, pero no cortados y pegados. Saludos Ah! no te guardo rencor, de seguro eres muy bella como persona, pero tienes un bajo nivel de cómo se debe comportar un sujeto en la sociedad, tarde o temprano la naturaleza te reclamará tu bajo sentido de la misa, algún día te acordarás de esta palabra ENFOQUE.

Bee Borjas dijo...

Cada uno de mis blogs permiten el comentario del que quiera dejarlo.
Sin censura, sean anónimos o no.
Creo con fervor en la libertad de pensamiento y también creo en la capacidad de cada uno de los lectores para elegir los blogs que les apetece visitar.
Vivir y dejar vivir.

fus dijo...

Bee borjas me ha gustado como relatas y como es tu blog, seguirè por aqui para volver a leer tus nuevas entregas..

un fuerte saludo


fus

pd. te invito a pasar por mi blog

Bee Borjas dijo...

Es un placer tenerte por aquí, Fus!
Espero que la historia te guste.
Te dejo un abrazo cordial!
P/D: Muy buen blog el tuyo (Cierto que ya te lo dije x FB) :D

la MaLquEridA dijo...

Ámbar se encontró con la horma de su zapato, Topacio ya le puso el alto, muy bien.


Un abrazo Bee.

MIMOSA dijo...

¡Qué gusto ver como Topacio reacciona y le para los pies a su hermana!
¿No la podrían encerrar en ese páramo donde vive la guardia?
Igual consiguen allí amansar a la fiera que lleva dentro la Ambar, ja,ja,ja.
Bueno guapa, hasta aquí pude avanzar hoy, espero poder seguir haciéndolo y no volver a perderme, pero es que a veces siento esa necesidad imperiosa de desaparecer que..........tú me entiendes ¿verdad?.
Besos dulces con toda mi alma y una dulce semana que comienza para ti.