11 septiembre, 2011

Capítulo 44 "La confesión de Agata"

Eran casi las 2 de la tarde cuando Cid y Rubí llegaron a la entrada de la casa de la familia Roccia. Iban tomados de la mano y apenas habían intercambiado alguna palabra en todo el trayecto. La reunión en el hotel de Cid les había servido para que Rubí le adelantara al muchacho otras “peculiaridades” con respecto al Clan. El joven apenas podía creer las cosas
que la chica le relataba. La situación era demasiado compleja y le parecía decididamente irreal. Si no hubiese sido por la demostración que Rubí le había hecho de uno de sus talentos, le habría sido muy difícil poder creer todo lo que ella le estaba contando. Sin embargo la intensidad del sentimiento que experimentaba era tan poderosa que estaba decidido a llegar hasta el final de toda esa aventura.
Cruzaron el jardín en silencio y por fin decidieron ingresar. Rubí se detuvo por un instante y sin mediar comentario alguno se colgó de su cuello y lo besó con avidez. Para Cid fue como una inyección de pura adrenalina. La abrazó con intensidad y le susurró tiernamente al oído.
-Quedate tranquila, nada va a pasar mientras estemos juntos.
Ella sonrió con ternura y le dijo:
-Esto que te voy a decir es muy extraño para mí pero no puedo dejar de admitirlo.
-¿Qué cosa Rubí?
Lo miró con tal intensidad que Cid pensó que su cuerpo se iba a consumir en la hoguera en que se habían convertido sus ojos.
-Te amo.
Se estrecharon en un abrazo tan frenético que casi vuelven a caer al piso. Rieron con ganas. De pronto la puerta se abrió y la imponente figura de Ágata apareció en el umbral de la entrada.
El impacto visual que recibió la anciana fue muy potente. El rostro de Cid le era absolutamente conocido. Su poderosa mente buscaba en los archivos de la memoria pero no podía encontrar el dato que le sirviera de referencia.
Rubí notó la turbación de su abuela y tratando de aprovechar ese momento de inesperada debilidad dijo con voz segura:
-Abuela, él es Cid. –y luego agregó- Cid, ella es mi abuela Ágata.
El muchacho con suma cortesía estrechó la mano de la anciana.
-Encantado de conocerla señora Ágata.
Ella sonrió y dijo:
-El gusto es mío Cid. Entren por favor.
Rubí le tomó la mano a Cid y le hizo un pequeño guiño cómplice. Ágata se sentó en su sillón favorito. Ellos hicieron lo mismo ubicándose en el sofá que estaba justo frente a la anciana. Cid trató de disimular la curiosidad que aquella dama le despertaba. Era una mujer muy peculiar. Debía tener casi 80 años, sin embargo aún gozaba de una figura sobresaliente.
Su mirada era penetrante pero al mismo tiempo compasiva y uno no podía dejar de sentirse cómodo en su presencia.
Muchos de los gestos que amaba de Rubí ahora comprendía de donde provenían. La fuerza de esas dos mujeres radicaba en el poder de sus ojos. La anciana por lo serenidad que demostraba y Rubí por el frenesí que destilaba a su paso.
Era como una partida de ajedrez. Nadie había hecho ningún movimiento pues todavía ninguno sabía quien jugaría con las piezas blancas.
Ágata tomó la decisión de empezar la partida. Cid recordó en ese momento la letra de una canción que siempre escuchaba antes de enfrentar algún desafío nuevo.
“Tengo en la mano la carta para jugar el juego, cuando quieras…”
Sin ninguna clase de preámbulo la anciana miró a Cid y dijo:
-Cid ¿Rubí le ha contado que la relación de ustedes la ubica en una situación de grave peligro?
El muchacho quedó congelado ante semejante pregunta y Rubí pegó un respingo que la hizo saltar del sillón como si fuera un resorte. La chica le dirigió una mirada iracunda a su abuela e intentó protestar. Fue en vano. Ágata continuó atacando.
-¿También le informó que nuestra familia tiene un compromiso milenario con la estabilidad emocional del Universo?¿Qué nuestras decisiones ponen en riesgo a millones de personas?
Cid continuaba azorado. Su mente era incapaz de elaborar un sólo razonamiento y el tenor de las palabras de aquella mujer
lo sumían en un estado de absoluta incredulidad y desconcierto.
-Cid, confiando en su discreción, permítame relatarle una vieja historia que considero va a ayudarlo a comprender mejor lo que intento explicarle.
El muchacho asintió con la cabeza y esperó en silencio. Rubí se acercó a él y le tomó la mano. La miró con dulzura y le acarició el cabello con el fin de calmarla.
“Corría el siglo XIV y comenzó una de las etapas más oscuras de la historia de la Humanidad. La Peste Negra, las guerras, las epidemias y el hambre se llevaron gran parte de la población de Europa y Asia. La burguesía estaba instalándose como nuevo orden social y los antiguos límites de la sociedad medieval se fueron borrando a pasos acelerados.
Un siglo atrás el Clan de las Piedras controlaba con sus poderes los vaivenes espirituales de la nobleza que era la elite social que gobernaba la política de esa época, con el transcurso del tiempo los caballeros fueron perdiendo poder y los mercaderes comenzaron a dirigir los destinos de las diferentes comunidades.
El caos empezó a ser el verdadero protagonista de esta historia. Durante un concilio organizado por los sacerdotes más de 8 siglos atrás, nuestra suerte como eje del equilibrio espiritual de los líderes sociales, fue decretada e impuesta a todo nuestro linaje.
Los dones que cada una de nosotras poseíamos se tornaron imprescindibles para mantener la estabilidad mundial y la única forma de perpetuar este orden era transmitiendo nuestros talentos a través de la sangre.
Como Rubí ya le habrá contado, por algún motivo que nuestros antepasados nunca pudieron descubrir, nuestros dones son heredados por las mujeres. Los hombres son sólo el vehículo para la concepción. Durante este tiempo de oscuridad muchas de las damas del Clan empezaron a sentir la crudeza de nuestro destino. Las deserciones estaban al orden del día y rápidamente las consecuencias comenzaron a cobrar las primeras víctimas.
Las monarquías se vieron enfrentadas a los señores feudales que reclamaban más poder. Los campesinos morían de hambre y apenas podían mantener a sus familias. Con el fin de reunir la mayor cantidad de riqueza y dominio, los países se embarcaron en guerras interminables y sanguinarias que diezmaron a la mayoría de la población masculina.
Fue una época de terror y desesperación. Las damas del Clan que permanecieron fieles a nuestro origen apenas podían controlar el odio, la muerte y la devastación.
Es tan misterioso nuestro orden que solamente las jefas de clan tienen la potestad de meditar cada día de nuestras vidas y transmitir con nuestro conocimiento superior, las emociones correctas que le permitan a las personas encargadas del destino político y social del mundo tomar las decisiones acertadas y evitar una nueva época de sufrimiento y desolación.
La inevitable evolución de la especie y el desarrollo de nuestra sociedad nos obligan a redoblar nuestro esfuerzo por mantener el espíritu de servicio que debe movilizar a cada una de nuestras damas.
La situación actual no nos permite seguir perdiendo a los miembros más jóvenes. Cada deserción es una posible consecuencia fatal para el destino común.”
Ágata hizo silencio y respiró con profundidad. Rubí permanecía con la mirada baja y continuaba aferrada a Cid con intensidad. La voz del muchacho delataba una nota de incredulidad imposible de ocultar.
-Ágata ¿Usted me está queriendo decir que las damas del Clan controlan nuestro equilibrio emocional? –e insistió con tozudez- ¿Qué somos incapaces de hacerlo por nosotros mismos?
La anciana suspiró una vez más. A pesar de todo ese muchacho le caía muy bien.
-No Cid. No todos necesitan de nuestra “ayuda”. La mayoría de las personas tiene una vida simple y no se ven obligados a tomar decisiones que alteren el medioambiente. Sin embargo y aunque parezca una paradoja, los encargados de dirigir el orden mundial muchas veces carecen de la lucidez y el sentido común necesarios para cumplir con sus obligaciones.
Cada una de nosotras según nuestros dones de origen controlamos diferentes estados emocionales.
-¿Por ejemplo? –preguntó Cid con sincera curiosidad.
-Mis talentos están relacionados con el control de los miedos y las fobias. También puedo interferir en la solidez emocional.
- ¿Y Rubí?
La chica le dirigió a su abuela una mirada suplicante. Lo último que deseaba era que el hombre al que amaba la mirara como a un fenómeno de la naturaleza. Ágata hizo caso omiso a la silenciosa súplica.
-Rubí está capacitada para reforzar el sentimiento del honor, mejorar la intuición y aumentar la capacidad negociadora.
Cid miró a la chica y le sonrió con dulzura. Estaba aterrado pero su amor por esa mujer no le permitía abandonar la lucha.
-Ágata, usted comprenderá que esto es muy complejo para mí. Soy un hombre simple que está enamorado de la mujer que está a mi lado. Le voy a hablar con toda sinceridad. No quisiera que nuestro amor sea el detonante de ninguna situación desgraciada, pero debo admitir que no está en mis planes perder a la persona que me devolvió la vida. Su nieta me rescató de una pesadilla y no estoy dispuesto a abandonarla. Excepto –miró a Rubí con intensidad y agregó- que ella misma me lo pida.
Rubí se refugió en su pecho y con vehemencia le dijo a su abuela.
-Lo siento nana. Lo quiero más que a mi vida. Suena cursi, pero es así.
Ágata estaba agotada. Su mente había visto con claridad que ambos decían la verdad y que todo iba a ser más doloroso de lo que había imaginado en un principio. Tomó una decisión y con suma franqueza les habló a los jóvenes que la miraban expectantes.
-Quiero pedirles un favor especial. Necesito que me concedan una tregua hasta que regrese de la reunión del Clan en Valdivia. Son sólo unos días. ¿Es posible que acepten esta petición?
Cid no pudo reprimir un suspiro de alivio. Después de todo lo que había escuchado hasta ese momento, el pedido de Ágata le pareció una propuesta difícil de declinar.
-Por mi parte estoy totalmente de acuerdo. Le doy mi palabra de honor que nada cambiará hasta su regreso.
Rubí se acercó a su abuela y se sentó a su lado con timidez.
-Coincido con Cid, nana. Estaremos aquí esperando por tu vuelta. Quiero que vayas a cumplir con tus deberes con la seguridad de que nada va a cambiar… Por lo menos hasta que volvamos a hablar.
Ágata abrazó a su nieta con adoración. Las cosas estaban demasiado complicadas, un pequeño receso no le vendría nada mal a cada una de las partes.
A pesar de su comprobada clarividencia, aún no lograba visualizar con total certeza las consecuencias que aquella conversación les depararía en sus vidas…



El Clan de las Piedras

6 comentarios:

MORGANA dijo...

Aunque no comente te leo,y disculpa e lno hacerlo,ya que he de reservarme fuerzas.
Me está gustando muchísimo.Cuando la saques a la venta,te compraré un ejemplar,eres una gran escritora.
millones de besos.

Bee Borjas dijo...

PODEROSA MORGANA:
Yo sé que estás junto a mí, bella mujer! Eres muy generosa con tus palabras y confío que el primer ejemplar será un regalo para tí! ;)Un abrazo enorme, Mor!

la MaLquEridA dijo...

¿Ágata es la misteriosa mujer de la carta?

Bee Borjas dijo...

Hola Flor!
Has leído un montón de capítulos, amiga! Que placer que te siga gustando la historia!
No quiero adelantarte nada, pero las historias están más entrelazadas de los que los protagonistas pueden llegar a imaginar! Se vienen la revelaciones y los secretos ancestrales!
Besos miles, querida Flor!

MIMOSA dijo...

Este capítulo ha estado realmente interesante.
Está claro que a la gran Agata no hay nada que se le pueda ocultar y además, su forma de narrar los acontecimientos para hacerle entender al chico la importancia de cada una de ellas en el Clan, ha estado magistral.Además, les ha dejado un chance para esos días que ella pasará fuera, eso me gusta, la hace una mujer comprensiva y es una virtud que admiro mucho en las personas.
Besos linda, me voy a la cama que me levanto a las 6 y no voy a dar pie con bola,ja,ja,ja.

Bee Borjas dijo...

Aquí estoy!
El personaje de Agata es uno de mis favoritos porque encarna muchas de las virtudes que admiro desde muy pequeña. Como tú bien dice, es comprensiva y muy sabia. Goza del respeto de su familia e intenta adaptarse a los nuevos tiempos.
Te cuento que aquí ya son las 0.55 de la madrugada y yo también mañana no sé como voy a hacer para levantarme.
Besos miles y hermoso comienzo de semana, bella Mimi!