09 septiembre, 2011

Capítulo 43 "Turquesa"

La anciana estaba sentada en el porche de su pequeña casa. Una brisa agradable le besaba la cara y jugueteaba con sus cabellos blancos que parecían hebras de seda color plata. Tenía los ojos muy pequeños y estaban rodeados de cientos de pequeñas arrugas que le daban un aspecto ancestral. Sin embargo el resto de su piel era tersa y parecía de porcelana.
El color de las pupilas parecía confundirse con la tonalidad del mar, que en ese preciso momento observaba con renovado entusiasmo.
La casa era muy acogedora. Con el tiempo había logrado convertirla en un lugar confortable y bello a la vez. Una de sus pasiones era cultivar flores. Pasaba horas removiendo tierra, cortando malezas y cuidando brotes que más tarde se convertirían en especimenes dignos de admiración.
Sus vecinos más cercanos estaban a no menos de 2 kilómetros y siempre la agasajaban con exquisiteces que ella emocionada recibía con gratitud. Hacía tantos años que residía en aquel lugar que la mayoría de los pobladores la conocían y la respetaban casi como si fuera una celebridad.
Recordaba perfectamente el día que había llegado allí por primera vez. Su corazón estaba destrozado y su alma estaba cansada de huir. Venía escapando de una realidad cruel y de un destino que se había empeñado en torturarla.
Desde pequeña imaginaba la manera en que su vida se desarrollaría dentro de las normas establecidas. Estaba conforme con lo que le había tocado en suerte y miraba el futuro con orgullo y con la ansiedad lógica de una adolescente.
Sin embargo todo se desvaneció con la velocidad con que suelen ocurrir las tragedias. Una de las doctoras que la había revisado notó algo extraño en su salud y cientos de estudios médicos-que en su época- apenas comenzaban a desarrollarse le propinaron el golpe más duro de asimilar. Todas sus expectativas habían sido destruidas en un abrir y cerrar de ojos.
Estéril. Ella era estéril. Nada de lo que la ciencia conocía hasta ese momento podría ayudarla con su incapacidad. Nada de lo que había planeado desde pequeña iba a resultar tal como lo había imaginado. Además debería preparase para enfrentar “la condena” que no tardaría en llegar de parte del resto de las mujeres de su clase. Sólo podía contar con la ayuda de su hermana. Ella con seguridad la acompañaría en el terrible proceso.
La noticia de su obligado exilio no tardó en llegar. Debía recluirse en algún lugar que la Cúpula le ordenara y vivir una existencia dedicada a la investigación y preservación del linaje. No podían correr el riesgo de que se enamorara de alguien y pusiera en peligro al resto del Clan. Curiosamente no fue ella la que casi pone al borde del abismo a toda la familia.
La vida tiene esos imprevistos. Su mente recordaba con nitidez el día en que debió recurrir a todas sus fuerzas para evitar que su hermana cometiera un error fatal. Ya era suficiente con su castigo como para agregar otro más a su familia.
El señor Aitor alzando una de sus manos la saludó con entusiasmo.
-¡Buenas tardes, Turquesa! –y agregó a continuación- ¿Necesita algo del pueblo?
La anciana negó con la cabeza y lo saludó a su vez. Sus manos descansaban sobre su falda y jugueteaban con ternura con una carta que había recibido ese misma mañana. Aún no se había atrevido a leerla. El remitente rezaba con claridad quien la había escrito y la procedencia de la misma.
“Ágata Roccia. Cariló. Buenos Aires. ARGENTINA”



Después de darle unas cuantas vueltas al asunto, Ben Finke hizo acopio de todo el valor del que era capaz y decidió ir a conversar con su padre. La internación de Claus no había sido un hecho menor y desde que Callan le había mostrado aquella misteriosa carta, Ben estaba cada día más convencido de que aquel descubrimiento era el responsable del episodio cardiaco que había sufrido su padre.
Bajó de la camioneta que lo traía desde Posadas y fue en busca de su padre. La señora Frida le informó que con seguridad lo encontraría en uno de los secaderos de té, ya que desde temprano se había marchado para allí.
A medida que se iba acercando al portón principal, Ben sentía que el corazón le latía más veloz que de costumbre. Claus era un hombre muy rígido en ciertas cuestiones y no iba a ser nada fácil abordar un tema tan privado y doloroso.
Cuando entró al enorme galpón Ben vió que su padre estaba hablando en la oficina principal. A través de una de las ventanas de vidrio blindado podía ver la figura de Claus que hablaba y gesticulaba con renovada energía. Lo veía sonreír de tal forma, que estuvo a punto de dejar las cosas como estaban y olvidarse por el momento de aquel tema tan inconveniente.
Sin embargo cuando el empleado se retiró de la oficina, la actitud de Claus se volvió sombría y pensativa. Sentó pesadamente en la butaca de su escritorio y se quedó con la mirada perdida como intentando ver algo que hasta ese momento no podía hallar.
Ben cruzó el galpón y entró al box. Su padre volvió de su ensimismamiento y le sonrió con alegría.
-¡Buenos días hijo! ¿Todo bien en Posadas?
-Quedate tranquilo, en Posadas está todo en orden. Ya hice los depósitos y estamos en condiciones de recibir las máquinas nuevas la próxima semana.
Claus sonrió complacido. Su hijo mayor estaba cada vez más comprometido con la empresa familiar y eso lo ponía de muy buen humor. Las cosas se iban encaminando como él tanto deseaba y los chicos respondían con responsabilidad y energía.
La única que le preocupaba era Callan. Era muy joven aún, pero la notaba tan perdida. Lo que daría por tener a su mujer a su lado… Las cosas serían tan diferentes. Amira…
-Papá hace un tiempo que quiero preguntarte algo. –dijo Ben súbitamente.
Claus bebió un sorbo de su café y clavó su mirada en los ojos del hijo.
-Te escucho Ben.
-No quiero que te vayas a enojar conmigo. Yo… Bueno yo no quise…
-Al grano Ben. –la voz de Claus sonó como una orden.
El muchacho respiró profundo y dijo:
-¿Quién es la mujer de la carta?
Claus sintió que se le helaba la sangre. ¿Cómo demonios sabía su hijo la existencia de aquellas cartas? A no ser…
-No quisiera imaginar que estuviste revisando mis cosas personales.
-No fue así exactamente. –titubeó el muchacho- Digamos que fue un descubrimiento casual.
Claus estaba empezando a enfurecerse. Tenía la plena seguridad de que Callan estaba detrás de todo esto.
-Ben, esta es la primera y última vez que vamos a hablar de esto. El tema de las cartas de tu abuelo lo estoy resolviendo a mi manera. Son recuerdos de mi padre y creo tener el derecho de manejar dichas cosas de la forma que me parezcan más conveniente.
El muchacho bajó la mirada y dijo apenas susurrando.
-Lo único que pretendemos es que no te altere la salud. Queremos verte bien, papá.
El comentario de su hijo conmovió las fibras más íntimas de Claus. Era un buen chico y estaba muy orgulloso de él.
Pasó la mano sobre el escritorio y estrechó el brazo de Ben.
-Quedate tranquilo hijo. Este asunto no va a matar a nadie. A lo sumo va a despejar algunas dudas que siempre rondaron mi cabeza y que nunca tuve oportunidad de resolver.
La misma clase de dudas que habrá tenido Úrsula Finke, su madre, cuando veía a su marido Karl pasando largas horas al día con la mirada perdida en el vacío, intentando encontrar un motivo para ser feliz.


5 comentarios:

Miss Bittersweet dijo...

Me tienes en tensión con la tal Ámbar... es misteriosa en todos los sentidos, tanto con Rubí como con su hermana. Te sigo leyendo, magnífica Bee!

Bee Borjas dijo...

Hola Miss!!! Esa chica es de temer. Es inescrupulosa y tiene un encono especial con las hermanas Roccia. Se vienen momentos de tensión!
Gracias por seguir la historia, amiga bonita!
Besos por doquier!

la MaLquEridA dijo...

Yo también quiero que las dudas se despejen y saber quien es esa misteriosa mujer.

Besos.

MIMOSA dijo...

Hoy te leo un poquito, que ya es muy tarde.
Creo que Claus tiene razón, por muy preocupados que estén sus hijos, es un tema que le incumbe a él resolver, y la introducción de Turquesa.....magistral!!! Una duda más que tendré que despejar.
Cari, este finde me acordé mucho de ti y del tema que tratas en esta tu novela (estuve en un taller especial para mi, ya hablaremos...)
Besos Bebe!!!

Bee Borjas dijo...

Hola Mimicha!
Y si, se va incorporando gente al baile (Lo digo por Turquesa :D)
Me encantaría que me contaras cuando tu quieras sobre el taller que mencionas. Sabes que cuentas conmigo SIEMPRE.
Me voy para el próximo capítulo para leer tu otro comment.
Te sigo!