06 septiembre, 2011

Capítulo 41 "Rivales"

Jade y Rubí salieron de la casa y atravesaron el jardín a grandes zancadas. Iban tomadas de las manos y alcanzaron la calle principal en pocos minutos. Rubí había intentado cientos de veces comunicarse con Cid pero el celular del muchacho estaba fuera del área de cobertura. Desesperada le pidió a su hermana mayor que la acompañara hasta el hotel donde el joven se alojaba. Necesitaba hablar con él y explicarle que su abuela quería conocerlo. Era indispensable planear una estrategia que les otorgara la oportunidad de enfrentar los argumentos de Ágata.
El día estaba cálido y las chicas seguían corriendo a toda velocidad. El semáforo de una de las esquinas del centro de Cariló les hizo detener la marcha. Estaban agitadas y apenas podían intercambiar un par de palabras.
De pronto y como si todo se sucediera en cámara lenta la imagen de una llamativa joven se materializó en la esquina opuesta a la de ellas. No tardaron mucho tiempo en reconocerse mutuamente. La sonrisa irónica de Ámbar Pierre impactó de lleno en los ardientes ojos de
Rubí Roccia. Jade sorprendida por la repentina e inesperada aparición de Ámbar, dirigía su atónita mirada de una chica a la otra sin saber como reaccionar.
La luz verde de paso fue el comienzo de una verdadera pesadilla. Ámbar lucía impactante. Era una mujer muy hermosa y además se esmeraba en resaltar esa virtud con la que Dios la había dotado. Sus piernas largas iban enfundadas en unas calzas color negras que combinaban a la perfección con una remera de color violeta que se ajustaba a su figura. El cabello era rubio y brillaba al sol como si fuera un velo cubierto de brillantes naturales. Cruzó la calle con tranquilidad y se fue aproximando a las chicas que aún permanecían paradas al otro lado de la acera.
“Jade está como siempre, eternamente prolija y nunca fuera de lugar. Sin embargo la odiosa de Rubí luce diferente. Algo extraño está sucediendo. Por Dios, esa chica en su vida se había puesto una falda…” pensó Ámbar con malicia.
Siguió sonriendo como si estuviera a punto de saludar a dos de sus mejores amigas. Podía ser tan condenadamente falsa cuando lo necesitaba.
-¡Qué alegría encontrarlas! –dijo con la voz afectada y una mueca de desprecio en los labios.
Jade no terminaba de salir de su asombro. Apenas murmuró un “Hola” y volvió a cerrar la boca. Por el contrario Rubí se hizo escuchar con desafiante claridad.
-¿Qué estás haciendo en Cariló, Ámbar? ¿Disfrutando de vacaciones atrasadas?
Las peguntas eran una mezcla de verdadera curiosidad y de una rabia apenas contenida. Ámbar comenzó a reír descaradamente.
-¿Acaso no estás contenta de haberme encontrado? Qué pena… y yo que pensaba ir a saludar a tu familia a la hora del té.
Rubí se horrorizó ante la perspectiva de tener a Ámbar en su casa justamente el día en que ella y Cid debían encontrarse con Ágata. Jade adivinando los pensamientos de su hermana menor habló y trató con sus palabras de zanjar la cuestión.
-Te agradezco la amabilidad Ámbar, pero Ágata está preparando su viaje a Valdivia y se encuentra muy ocupada. De todas formas yo personalmente le voy a transmitir tus saludos. Espero que te diviertas en Cariló. Nos vemos.
Dicho esto la joven agarró de un brazo a Rubí y la arrastró a través de la calle. Ésta indignada, cruzó a regañadientes y se volteó un instante para mirar a Ámbar que se había quedado parada en la vereda. La rubia alzó la mano como si fuera una reina y saludó con pretendida gracia.
-Espero volver a verlas pronto. –y mientras veía desaparecer a las hermanas Roccia por la esquina opuesta, repitió con tono desafiante- Muy pronto…



La segunda carta que Claus tenía entre sus manos no pertenecía a su padre. Estaba tan deteriorada como la anterior y apenas había podido ser reconstruida. El perito calígrafo que la había tratado de traducir le comentó que el papel de este documento era de una antigüedad llamativa. Sin duda la textura y la calidad eran superiores al utilizado por Karl en la primera esquela. Sin embargo la tinta utilizada se había deteriorado demasiado. Claus sentado en la cabina de su camioneta, estacionada en medio de unos de los caminos que recorrían las plantaciones de yerbamate, apenas podía contener la ansiedad que lo embargaba. Por fin se decidió y comenzó a leer con avidez las palabras de aquella misteriosa mujer que había desvelado el corazón de su padre.

“Mi querido Karl:
No quiero que piense que mi mente dejó de pensar en usted….….….….por ese motivo le respondo a su carta y se la devuelvo con la esperanza de que no caiga en manos ajenas.
No puedo permitir que su vida familiar se vea amenazada por este amor que resulta imposible para los dos. …. …. …. …. …. sus hijos merecen ser criados dentro de un matrimonio bien avenido y amoroso y no …. …. …. por mi culpa …. …. …. …. en lo que a mí respecta.
Esta es la última vez que va a saber algo de mí. Le deseo una vida maravillosa y le ruego a Dios que lo proteja siempre y que cubra de bendiciones a su amorosa familia.
Con todo mi corazón,
A.-

Los ojos de Claus estaban nublados por las lágrimas. Ahora comprendía que era incapaz de detenerse y que no había nada en el mundo que le impidiera llegar a descubrir la verdad sobre esta misteriosa historia.
Su padre no sólo se lo debía a él, principalmente se lo debía a su madre…



Marina estaba en el negocio de artesanías desde muy temprano. Los recuerdos de la discusión con Rubí, la habían dejado exhausta y con una profunda amargura en el alma.
Le dolía mucho la cabeza y apenas había bebido una taza de té antes de salir para el local. Tenía el estómago hecho una madeja de nervios y aún no sabía cómo enfrentar la difícil situación que se estaba presentado en su casa. Las cosas se le estaban yendo de las manos y apenas podía idear la manera más adecuada de hablar con su hija. Todo le parecía una verdadera pesadilla.
Era como si el destino se empeñara en recordarle con brutal intensidad su propia experiencia de vida. Ella también había tenido que elegir y hasta este momento nunca se había vuelto a replantear dicha elección. Sin embargo la empecinada actitud de Rubí no hacía más que evocarle su propio carácter terco y tenaz. Y sin duda la voluntad de hierro que ostentaba la heredaba de su propio padre.
Podía recordar con total claridad el empeño y la insistencia con que aquel hombre había querido combatir la decisión de Marina. Los ojos de Rubí eran una réplica perfecta de los de su propio padre. Las pupilas se encendían como brasas ardientes cuando no lograba conseguir lo que deseaba. Sólo la poción de esmeraldas había podido apagar aquella hoguera. Había tenido que optar por un recurso superior para poder vencer tan formidable resistencia.
De pronto se descubrió llorando como una niña. Los sollozos eran espasmódicos y le impedían continuar con lo que estaba ordenando en el local. Decidió sentarse por un momento y trató de recobrar lentamente la calma.
Amatista ingresó al negocio en el mismo momento en que su hermana mayor se dejaba caer en una de las sillas que tenían detrás del mostrador principal. La joven se acercó hasta Marina y le pasó su brazo por la espalda.
-Estoy desconcertada Ami –gemía Marina sin cesar- No se como reaccionar. Me siento cansada. Cansada de ocultar nuestra vida, simulando una normalidad que dista mucho de la que goza el resto de la gente. Sufro cada día más por lo que va a ocurrir con mis hijas. Tengo miedo de no saber ayudarlas en este proceso. Pienso sin cesar en lo que nos dijiste el otro día con respecto a tu bebé. Creo que tu actitud es mucho más generosa de lo que he sido yo misma para con las chicas…
-No digas eso Marina. Soy yo la que estoy en falta. Sabemos desde un principio cuales son nuestros deberes para con el Clan. Si supieras… En mi interior estoy librando una batalla feroz.
Marina miró a su hermana con preocupación. Los ojos de Amatista estaban sumidos en una profunda tristeza.
-Ami no quiero que te sientas mal. Por el momento el Clan no puede exigirte nada más. Cumpliste con dos de las premisas más importantes de nuestro linaje: la prolongación de la sangre y la…
Amatista miró con desesperación a su hermana y dijo con la voz cargada de emoción:
-Y con la eliminación del padre de mi hija.
-¡No hables de esa forma! No has matado a nadie.
-¿Acaso borrar de la memoria de ese hombre cualquier recuerdo sobre la existencia de una hija no te parece un crimen lo suficientemente horroroso?
Marina desesperada trató de buscar en su mente algún fundamento válido para contrarrestar la cruel lógica de su hermana.
-Entonces si comparto tu razonamiento, ¿las mujeres que engendran a sus hijos con un donante anónimo están cometiendo el mismo crimen atroz del que te estás culpando?
Amatista le respondió con voz glacial.
-Justamente ahí está la diferencia. No es lo mismo utilizar un donante que por elección propia brinda esa posibilidad a una mujer que no puede concebir, a elegir con total impunidad a un hombre a quien desde el comienzo le vas a ocultar para siempre la posibilidad de conocer la verdad sobre el papel que jugó en nuestras vidas.
Las palabras de la joven dejaron a Marina sin aliento. Los cuestionamientos con respecto a su misión en la vida acababan de empezar y con temor empezó a pensar hasta donde llegaría todo esto.








2 comentarios:

MIMOSA dijo...

Sobre la actitud de Ambar.....en alguna ocasión tuve alguna rival de esa calaña, exuberantes mujeres que te hacían sentir chiquitas, hoy por hoy, me hacen hasta gracia y me quedo observándolas pensando que les lleva a ir demostrando lo que es evidente. Prefiero la sencillez y la naturalidad de todas todas.
¡Mira que si se presenta a la hora del té se va a liar la marimorena!

La carta.....le doy vueltas...y si Cid y Rubí tiene algo que ver familiarmente hablando???? ¿Te imaginas? Bueno claro, tu lo imaginas mejor que nadie, es tu obra....seguiré a la espera del desenlace.
La pregunta y el razonamiento de Amatista, da mucho que hablar, es una polémica larga y tendida diría yo, si tuviese que sacar mis conclusiones a colación, pero como no es el caso, en boca cerrada no entran........
Besos linda

la MaLquEridA dijo...

No quiero pensar que Ámbar separe a Rubí de Cid.


besos Bee.