02 septiembre, 2011

Capítulo 38 "La carta"

Ya eran más de las 4 de la madrugada en Apóstoles y Claus Finke aún no podía conciliar el sueño. Daba vueltas en la cama y no terminaba de tomar una decisión que había estado postergando desde que había regresado del pueblo bien entrada la tarde.
Un par de días atrás mientras conversaba con uno de los capataces del secadero, encontró la forma de recuperar la nitidez de ciertos documentos deteriorados por el tiempo. Aquel hombre había tenido que recurrir a nuevo método obligado por ciertas circunstancias y ahora le estaba comentando a Claus que gracias a esa empresa había podido solucionar su problema.
Claus no dudó ni un momento. La ansiedad que lo atormentaba desde el descubrimiento de aquella antigua caja de Karl lo impulsó con urgencia a recurrir a los servicios de esta gente. Finalmente hoy le habían llegado los primeros resultados.
No era tarea fácil poder reconstruir aquella documentación. Sin embargo el resultado con la transcripción de una de las viejas cartas reposaba amenazante sobre la mesa de luz de Claus.
Encendió el velador y alargó la mano hasta alcanzar el sobre que guardaba el primero de aquellos secretos.
Acomodó las almohadas contra la cabecera de la cama y por fin se decidió a abrir el misterioso tesoro. Sobre su regazo depositó la carta original y luego comenzó a leer la transcripción de los peritos calígrafos.
Con decepción pudo comprobar que existían espacios en blanco que no habían podido ser traducidos. Se calzó las gafas y comenzó a leer con suma atención.

Mí adorada señora:
El permanecer alejado de usted destroza cada día mi corazón. No puedo ni quiero olvidarla y mi alma…………. A pesar de refugiarme en el amor de mi familia, no puedo dejar de amarla..…………………soy conciente de su elección y no puedo juzgarla por lo que ………… sin embargo trato de aceptar su decisión y …………….
Espero que Dios nos ayude a los dos y que el tiempo nos permita olvidar ………y que este infierno que nos ha tocado  padecer en vida sirva ………….
Quiero que sepa que llevo conmigo su pulsera, que siempre estará junto a mí y que …………… hasta que muera.

Suyo para siempre,
K.-

Dejó caer las cartas sobre las sábanas y apagó la luz del velador. En la oscuridad de su cuarto Claus trataba de imaginar a su padre en la piel de aquel hombre que había escrito aquellas sentidas palabras. Por más que se esforzaba no podía recordar a Karl Finke referirse con tanta pasión a ninguno de sus seres queridos.



Cid acompañó a Rubí hasta el principio del sendero. La chica se refugiaba bajo la campera del muchacho y el calor que él emanaba la complacía en todo sentido. A través de la ropa podía percibir los latidos de su corazón y el aroma que emergía de su piel le provocaba un placer delicioso.
Se miraron con tal intensidad que los dos experimentaron una sensación de debilidad que les dobló las rodillas a ambos. Se rieron a carcajadas mientras trataban de no caer al suelo y despertar con semejante ruido a todos los vecinos.
Volvieron a besarse con exquisita delicadeza y prometieron encontrarse al día siguiente tal como habían pactado. Cid se quedó allí hasta que Rubí entró a la casa. Ella alzó la mano y lo saludó con una amplia sonrisa en los labios.
La casa estaba a oscuras. Rubí se quitó las zapatillas y se dirigió a tientas hasta la escalera. De pronto la luz de la lámpara favorita de Ágata se encendió. La chica estaba de espaldas y tratando de ganar tiempo fue girando con suma lentitud con la intención de buscar alguna excusa para conformar a su abuela. Grande fue la sorpresa cuando descubrió que no era Ágata la persona que la estaba esperando.
Marina estaba hecha un ovillo en uno de los sillones del living arropada por una manta que ella misma había confeccionado años atrás. Tenía los ojos irritados y la cara muy cansada. Rubí pensó que las cosas no podían estar peor.
-Supongo que tendrás una buena explicación para darme.
La chica que se había ido acercando de manera sutil a su madre, rodeó unos de los sillones y se dejó caer en una silla que estaba ubicada justo frente a Marina. Con pretendida calma se fue sacando el abrigo y el gorro que le habían servido para evitar congelarse fuera de la casa. Su mente buscaba febrilmente las palabras precisas para evitar cualquier clase de enfrentamiento. Se dio por vencida cuando volvió a mirar el rostro de Marina. No había opción.
-Tuve una cita con un chico y como sabía que no ibas a aprobar la idea, te oculté la verdad.
La sincera confesión de Rubí dejó totalmente desarmada a Marina que no atinó a decir nada.
-No estoy orgullosa por haberte mentido.
-Sin embargo lo hiciste igual.
-Ya te dije que lo lamento.
-No es suficiente Rubí. –la voz de Marina estaba a punto de quebrarse- Son más de las 4 de madrugada. Ustedes saben que no pueden vagar solas a estas horas.
La chica le respondió a su madre de manera vehemente.
-En ningún momento estuve sola, mamá. Mi amigo estuvo conmigo.
-¡Tu amigo! –exclamó irónicamente la mujer.
-Sí, un amigo muy especial.
-Que probablemente no cumpla en absoluto con ninguna de las condiciones que requiere nuestra familia.
La chica estaba furiosa. Su madre no iba a darle ninguna tregua y ella iba a tener que pelear con uñas y dientes si quería defender su sentimiento.
-Esto es un verdadero desatino, Rubí. No espero que una chica de sólo 17 años tenga la madurez necesaria para elegir la opción correcta, pero tampoco puedo permitir semejante despropósito. Te escapaste de la casa a la medianoche. Estoy segura que contaste con la ayuda de tu hermana mayor. Estuviste sola con una persona que desconozco y encima te atrevés a levantarme el tono de voz.
-Mamá por favor hablemos mañana. No quiero discutir ahora. Estamos muy cansadas las dos.
Marina miró con fiereza a su hija.
-En algo te doy la razón. Estoy muy cansada y también decepcionada. Quiero advertirte que mañana vamos a resolver este tema y no pienso volver a hablar sobre ello nunca más. ¿Está claro, Rubí?
La chica asintió con la cabeza sin decir nada. No podía hablar, estaba tratando de reprimir un impulso que pugnaba por salir de sus entrañas y que con seguridad complicaría mucho más la situación.
Después que su madre desapareció en el piso superior, Rubí permaneció sentada en la misma posición durante un largo rato. La cabeza le daba vueltas y apenas podía controlar las lágrimas que se le escapaban de los ojos. Aún estaba todo oscuro
y hacía rato que no se sentía tan desamparada.
Cid… ojalá estuvieras aquí…



La carta








1 comentario:

MIMOSA dijo...

Ayyyyyy!!! Las cartas de amor que se escribían antes......ya nada es como entonces, snifff!!!
¡Coño! Me recuerda a mi madre esperándome cuando llegaba tarde!!Aunque mi madre no hubiese sido tan condescendiente, seguro me hubiese aplicado el tercer grado hasta que amaneciera el día. La verdad es que la situación se va complicando, aunque Rubí tenga aliados, veo que tendrá que luchar con uñas y dientes.
Besos linda!