30 julio, 2011

Capítulo 4

Caminaba por la playa y el viento le cubría la cara con su propio cabello. Hacia un rato largo que una llovizna molesta le empapaba el vestido de algodón.
¡Quien la había mandado a salir sin la campera rompevientos! Encima se había puesto ese ridículo vestido que se le pegaba al cuerpo y la hacía tropezar a cada rato.
“Estúpida” se repetía a si misma y miraba al cielo buscando alguna clase de explicación. Todo por llevarle la contraria a su madre que la torturaba con su presunta falta de feminidad.
Qué locura. Algo estaba pasando en su interior que se estaba dejando llevar por semejante idiotez. Hasta la abuela Ágata había complotado. Lo último que faltaba era que la única persona en la que confiaba se pusiera del lado de las demás. Jade y Esmeralda no contaban para nada. La primera por ser lo opuesto a ella y la otra porque aún jugaba con las muñecas.
Últimamente un sentimiento de enorme soledad la estaba persiguiendo. Se sentía extraña, vulnerable. Frente a su familia lo disimulaba con uñas y dientes. Pero por primera vez sentía una especie de incertidumbre que le quemaba las entrañas.
Nunca se le había ocurrido cuestionar su vida. Mucho menos lo que el destino le tenía preparado desde la cuna. Pero ahora el tiempo le estaba jugando una mala pasada. Cada vez se acercaba con más rapidez el momento de cumplir con el mandato familiar y ella no estaba muy segura de poder lograrlo. Aún albergaba en lo más profundo de su ser la posibilidad de entregarse a su suerte sin demasiados conflictos.
Sin embargo los cuestionamientos habían comenzado a atormentarla unos cuantos meses atrás. Su carácter se había puesto más belicoso y sus reacciones cada día eran más violentas. Ágata trataba de apaciguarla pero sus emociones estaban mezcladas y se sentía impotente ante semejante confusión.
Su madre la venía presionando y ella era incapaz de controlar su lengua. Las discusiones eran interminables y las dejaban exhaustas a las dos. Solamente encontraba consuelo cuando se refugiaba en la playa y caminaba por la orilla del mar.
“Se necesita tanta agua para apagar tanto fuego”, la conocida frase apareció en su mente y Rubí no pudo contener una estruendosa carcajada.


El negocio de artesanías que atendía Marina estaba ubicado en una de las esquinas más bonitas del centro comercial de Cariló. El local de ventas era uno de los más visitados por los turistas gracias a la variedad de productos que se ofrecían y a la encantadora personalidad de su dueña.
Todas las mañanas Marina se reunía con su hermana Amatista y confeccionaban una larga lista donde anotaban las novedades que deseaban traer para incentivar la preferencia de los visitantes por su negocio.
La verdad era que su familia no dependía de aquel medio para ganarse la vida. Pero era absolutamente necesario poseer algo que las igualara al resto de la gente. De otra forma tarde o temprano se descubriría la verdad y deberían abandonar esa ciudad a la que amaban tanto y en la cual se habían refugiado casi un siglo atrás.
La voz de Ami la sorprendió mientras trataba de codificar unas nuevas vasijas que habían llegado del norte del país.
-¿Todo en orden?
Marina respondió con una enorme sonrisa en los labios.
-Te estaba esperando. La verdad las piezas son maravillosas. Buena elección.
-Gracias hermana. ¿Tomamos café?
-Claro, me estaba muriendo de ganas.
Unos minutos más tarde Ami regresó portando una bandeja con dos tazas de café y un plato de galletas. En silencio se acomodó sobre la alfombra en la que estaba sentada su hermana. Le ofreció el café y las galletas y suspiró profundamente.
Marina dejó las vasijas en el piso y mientras sorbía un poco de café la miró fijamente a los ojos.
-Vamos, no demos más vueltas. ¿Cuál es el problema?
La mujer suspiró nuevamente y respondió con voz baja y armoniosa.
-Ayer Esmeralda estuvo interrogando a Jade sobre la historia de la familia. No estoy muy segura cual es exactamente el tema que la intriga. Pero la cara de Jade era de  preocupación. Después de insistir bastante, Esmeralda se dio media vuelta y le dijo que si no quería responderle, mucho no le importaba, porque seguro Rubí no iba a dar tantas vueltas como ella.
Marina frunciendo el ceño murmuró:
-Sólo tiene 10 años…
-Los tiempos cambian y todo sucede más rápido. Nuestra aceptación a las reglas de la familia está a años luz de lo que las chicas pueden llegar a comprender y pretender para sus vidas.
No hace mucho tiempo que sucedió la rebelión en el clan portugués. La dama de Pedra tuvo que utilizar todos sus poderes para que las chicas continuaran cumpliendo con la misión.
Marina volvió a sorber un poco de café y con voz equilibrada sentenció:
-Mañana sin falta nos reuniremos con Ágata y encontraremos la forma de hablar con las tres.
Las dos hermanas se miraron e intentaron relajarse mutuamente. A pesar del esfuerzo, solamente un nombre seguía instalado en la mente de ambas.
“Rubí”

2 comentarios:

la MaLquEridA dijo...

¿Cuál será la historia? Hay que esperar.


Besos.

MIMOSA dijo...

UUUmmmmmm!!! Y apareció la intriga!!!! ¿¿¿Qué será, qué será???'
Me gusta Rubí y sus paseos a la orilla del mar........
(.....más enganchada aún,gggrrrrr.....)
Besos, (aunque no debería), je,je,je.