31 octubre, 2011

Capítulo 77 "incertidumbre"

El fracaso de la breve conversación con Berilo Rots había dejado desconsolada a Zafiro Pedra. Berilo era la única oportunidad que tenían para impedir el ritual y sin embargo la dama no le había dado ni una sola chance.
Apenas pudo dormir un par de horas. El resto de la noche fue un ir y venir por su cuarto tratando de encontrar una manera de convencer a la anciana dama. Debía apelar a toda su inteligencia y hallar alguna forma de conmover el corazón endurecido de la holandesa. Aquella mujer había sufrido tanto en su vida, que apenas podía con su alma, sin embargo Zafiro estaba segura que debajo de aquella muralla de dolor y resentimiento aún quedaba algo de la antigua dama. Berilo había sido una de las mujeres más importantes y una de las personas más inteligentes y bondadosas que había conocido en la vida. Si no hubiese sido por la intromisión de la Guardia Secreta…
Coral llamó a la puerta de la habitación. La joven entró al cuarto cargando el desayuno de Zafiro. El aroma a té recién preparado le despertó el apetito a la Jefa del Clan. Zafiro solía desayunar junto al resto de la familia, pero esa mañana temía preocupar a las jóvenes mujeres con su aspecto agobiado.
-¿Todo en orden, Coral?
-Si. Las muchachas están realizando sus labores y Jaspe hace ya una hora que partió hacia Lisboa a completar los trámites en los bancos.
-Muy bien.
Coral era una de las colaboradoras más estrechas de Zafiro y la conocía a la perfección. La cara de la mujer dejaba mucho que desear. Era más que evidente que no había pasado una buena noche y estaba segura que si continuaba con ese ritmo, su salud tarde o temprano se iba a resentir.
-Deberías cuidarte, Zafiro. Duermes pocas horas y no te alimentas bien.
Zafiro miró a la joven con tristeza.
-Tengo muchas preocupaciones, Coral. Y a pesar de haber encontrado algunas soluciones, las cosas no están resultando nada fáciles.
-Lo sé. Pero también sé que todo el Clan te necesita más fuerte que nunca.
La portuguesa suspiró con signos de cansancio en los ojos.
-Es indispensable recuperar nuestra energía. El mundo se está convirtiendo en una verdadera bomba de tiempo. La Naturaleza está perdiendo la paciencia y los hombres no parecen darse cuenta. La soberbia y la afanosa búsqueda de poder está inclinando peligrosamente la balanza.
El teléfono celular de Zafiro comenzó a sonar de manera insistente. El identificador de llamadas le informó que Jaspe intentaba comunicarse.
-Jaspe.
-¡Gracias a Dios que atendiste!
-¿Qué sucede?
-Acabo de encontrarme con una de las damas Felsen. Ámbar Pierre está en Vaduz y Rubí Roccia ya vuela hacia Suiza.
Un grito ahogado escapó de la boca de Zafiro. Estaba desesperada. Alina no había recuperado la memoria y su misión de avisarle a las mujeres que no viajaran había quedado en la nada. Debía actuar de manera urgente o todo terminaría en una verdadera catástrofe…


Ágata, Marina y Rubí esperaban la llegada de los Finke en el aeropuerto de Zurich. Cada movimiento debía estar perfectamente coordinado, si la Guardia Secreta descubría la presencia de los hombres en Vaduz el plan resultaría un verdadero fracaso. Además era sumamente peligroso exponer a aquellos hombres a la belicosidad de las poderosas ancianas. El paso del tiempo las estaba convirtiendo en armas mortales. La mayoría de las veces, Jean debía recurrir a todo su control para mantener a raya al resto de sus compañeras. Sin duda Jean era una mujer sorprendente. Su inteligencia era notable y sus dotes innegables. Era la única que aún no había caído presa del delirio místico que dominaba al resto de la guardia. Desde que el Clan había decidido prescindir de sus servicios, las ancianas se habían hundido en un espiral de rabia y desesperación. La oportunidad que se les estaba presentando era excepcional. El ritual debía realizarse.
Rubí divisó a Claus a la distancia. Hacía más de cuatro horas que estaban esperando su llegada. La joven alzó una mano y saludó a los hombres con una enorme sonrisa en los labios.
-¿Qué tal estuvo el viaje? –preguntó Ágata con una sonrisa cansada.
Los signos de agotamiento estaban haciendo estragos en los ojos de Claus.
-Envidio tu fortaleza, Ágata. Estoy destruido…
Se acercaron a unas mesas que estaban dentro de una pequeña confitería y pidieron una ronda de cafés con bocadillos. Todos estaban callados y presa de un enorme cansancio.
-Es importante que tomen el tren que sale después del nuestro. No quiero perderlos de vista. No es conveniente que permanezcan lejos de nosotras. –manifestó Ágata contundente.
Claus hizo un gesto de contrariedad y sin disimulo dijo:
-Espero un poco más de confianza de tu parte. No tenemos tus poderes pero aún seguimos siendo fuertes.
Ben lanzó una carcajada y exclamó hilarante:
-Como dice Cid, nunca pongas en duda el valor de un alemán.
Excepto Claus Finke todos se distendieron por un breve instante y rieron con ganas.


Hacía más de 15 años que ignoraba el paradero de aquella magnífica mujer. Desde que asumió la Jefatura del Clan nunca pudo lograr convencer a la anciana dama para que recapacitara y regresara del exilio que se había impuesto. El tiempo curaba todas las heridas y no existía una sola familia dentro del Clan que se atreviera a desafiar la decisión que Zafiro Pedra había tomado con respecto al caso de Turquesa Roccia. Su falta ya había expirado y la honorable dama podía regresar con su familia en el momento que lo deseara. Sin embargo tanto Zafiro como Turquesa sabían que las guardianas no iban a permitir que eso sucediera de manera tan sencilla. Lamentablemente, Zafiro no podía garantizarle a Turquesa un regreso placentero. Además las heridas en el alma de la anciana difícilmente fueran a cicatrizar algún día.
La inesperada llamada de Turquesa dejó a Zafiro en estado de shock. Estaba tan asombrada que apenas podía articular palabra. Turquesa volvía a hablarle después de mucho tiempo, sin duda la mujer estaba al tanto de todo lo que ocurría con su familia y con aquel llamado intentaba colaborar en la resolución de semejante conflicto.
Zafiro no tardó más de 10 minutos en ponerla al tanto de los últimos acontecimientos. Así fue como Turquesa se enteró de la importancia que tenía encontrar a Berilo Rots y convencerla para que cediera la piedra que poseía en custodia. También y para su preocupación conoció la actitud de la Guardia Secreta, que habiendo ignorado la orden de suspender el Ritual de la concepción forzada, ocultaron aquella decisión a las familias de las Elegidas, las hicieron viajar a Vaduz y estaban preparadas para desafiar de manera violenta la autoridad de la Jefa del Clan.
-Estoy muy preocupada, Turquesa. Berilo se rehúsa a hablar conmigo y las guardianas tienen todo preparado para poner en práctica el Ritual. Ámbar Pierre ya se encuentra en Vaduz y Rubí va camino hacia allí.
-Yo voy a encargarme de Berilo. Debes tener decidido quien va a ir a recoger la piedra una vez que yo la haya conseguido.
La seguridad que se desprendía de las palabras de Turquesa logró calmar la ansiedad que Zafiro venía padeciendo desde que regresara de Valdivia. Aquella dama era inigualable.
-Disculpame Turquesa, pero… ¿y si Berilo se niega a colaborar?
La anciana sonrió de manera cansada.
-Yo sé muy bien como convencer a esa cascarrabias.
-Gracias por todo. Sería un verdadero honor volver a verte algún día.
-No es personal querida muchacha. Pero dudo mucho que algo así pueda suceder. Que Dios nos acompañe.
La conversación finalizó más rápido de lo que Zafiro hubiese deseado. No era muy habitual poder dialogar con uno de los pilares más importantes que había tenido el Clan de Las Piedras. La joven portuguesa sonrió conmovida.
A pesar de todo, una luz de esperanza comenzaba a vislumbrarse en el final del camino…



Zafiro habla con Turquesa




28 octubre, 2011

Capítulo 76 "Amnesia"

La casa Gestein era un verdadero hervidero. Las damas corrían de un lado para el otro y apenas podían llegar a comprender la pesadilla que estaban viviendo. Eran casi las 2 de la madrugada y aún no lograban comunicarse con Zafiro Pedra. Cuarzo y Citrino observaban la mirada desorientada de Alina y no podían disimular el pánico que las estaba atormentando.
Desde que Alina había llegado a Berlín algo muy extraño había sucedido con su mente. Su memoria había desaparecido por completo. No podía recordar absolutamente nada. Su vida era una página en blanco. No era capaz de reconocer a nadie y mucho menos adivinar donde se encontraba. Al principio y como consecuencia de la desesperación, las damas la habían bombardeado a preguntas de todo tipo. Lo único que lograron fue alterar a la pobre mujer que por más que se esforzaba, no conseguía coordinar un sólo recuerdo.
Cuarzo insistió tanto que finalmente logró comunicarse con la casa de Portugal. Las agujas del reloj indicaban las 3.20 de la madrugada. La voz de la Jefa del Clan sonó adormecida.
-Hola…
-¡Gracias a Dios, Zafiro! –exclamó Cuarzo esperanzada.
-¿Quién habla?
-Soy Cuarzo Gestein y nos encontramos en graves problemas.
Zafiro Pedra se despabiló rápidamente. Un terrible presentimiento la ayudó a quitarse de encima el sopor que tenía.
-¿Alina llegó a Berlín? –preguntó la dama preocupada.
-Precisamente ella es el problema. Alina padece una amnesia profunda. El tema es que no ha sufrido ningún golpe que pueda ser el causante de semejante estado. Estamos muy preocupadas, Zafiro. Tememos que se trate de algo más grave.
De pronto Zafiro frunció el ceño y se quedó pensando unos segundos. Una idea nefasta cruzó su mente como un verdadero rayo. Casi podía adivinar de qué se trataba todo esto. La pregunta pugnaba por salir de su boca. Todo dependía de la respuesta que Cuarzo le fuera a dar.
-Cuarzo ¿sabrías informarme si Alina cuando llegó a Berlín tuvo la oportunidad de hablar por teléfono con alguien?
-De ninguna manera, Zafiro. Alina apenas descendió del avión se encontró con nosotras.
Los labios de Zafiro Pedra se tensaron en una fina línea recta. Era capaz de jugarse la vida y estaba segura de no perderla.
-Therese… -murmuró la dama indignada.
Cuarzo Gestein no entendía nada.
-No comprendo…
-No te asustes. Cuarzo. Necesito que me escuches con mucho cuidado. Creo saber que es lo que está sucediendo con Alina.
¿Citrino está despierta?
-¡Por supuesto! Ninguna de nosotras puede dormir. Las damas más jóvenes están orando por la salud de Alina.
Zafiro sonrió con dulzura. Las alemanas eran mujeres excepcionales, no sólo por su conducta sino también por el amor que profesaban por su Jefa y guía espiritual.
-Muy bien, entonces escuchame con atención. Estoy casi segura que una de las guardianas está vinculada con el estado amnésico de Alina. Es necesario que junto con Citrino utilicen sus dones para neutralizar la energía negativa. Convoca a Ónice para que use su poder de equilibrio y luego la proteja de cualquier embate exterior. Después de estos ataques las damas solemos quedar extenuadas.
Cuarzo estaba en estado de shock. La Guardia Secreta se había atrevida a atacar a una dama. Eso era imperdonable. Una fría cólera fue ganando su interior. Ya se encargaría de resolver aquel tema con la Guardia Secreta…
Pero primero estaba Alina. Lo primordial era recuperar la salud de su líder.
-Descuida, Zafiro. Tan pronto corte la comunicación comenzaremos con la curación.
-Te ruego que me mantengan informada. Dudo mucho que esta noche vuelva a recuperar el sueño…


El vuelo a Madrid partía dentro de una hora. Claus y los muchachos habían llegado con el tiempo suficiente como para despachar el equipaje y presentar la documentación necesaria para viajar. Claus se acercó a sus hijos y le palmeó los hombros a cada uno. El gesto fue más que reconfortante. Los nervios estaban consumiendo el escaso control que hasta ese momento habían llegado a desarrollar. Cid no podía dejar de retorcerse las manos y Ben se mordía de manera constante el labio inferior de la boca. Claus reconocía perfectamente aquellos síntomas de ansiedad que manifestaban sus hijos. Desde muy pequeños aquellas manías eran la forma que habían encontrado de mostrar su alteración.
Los tres decidieron acomodarse en una pequeña mesa del aeropuerto y tomarse un par de cafés. Ben rompió el fuego.
-No puedo creer todo lo que nos está sucediendo… -murmuró anonadado.
-Aún tienen tiempo de dar marcha atrás. –dijo Cid con sinceridad.
-Tu hermano no quiso decir eso, Cid. –afirmó Claus rápidamente.
-¡Claro que no, Cid! –exclamó Ben molesto- Tengo motivos muy parecidos a los tuyos para arriesgarme a hacer esto.
Claus y Cid miraron a Ben asombrados. Semejante declaración debía tener una explicación más que importante. Ben se ruborizó de inmediato. Había hablado demás y ahora se veía obligado a emitir algún comentario. Se maldijo en silencio.
-No creo que sea el momento apropiado para hacer ninguna clase de declaración.
-Opino todo lo contrario.
Ben miró a su padre y no supo elaborar ningún comentario apropiado que lo sacara de aquella incómoda situación.
-Cuando regresemos de Vaduz, quizás esté listo para comentarles algo al respecto.
Claus conocía muy bien a su hijo mayor. Esas habían sido sus últimas palabras. Sin duda deberían esperar hasta la vuelta para conocer el secreto que Ben les estaba ocultando. Sin embargo Cid que conocía la atracción que Ben sentía por Amatista, no dudó en atacar.
-¿Acaso Amatista…?
Ben no le permitió terminar la pregunta. Sus ojos de un azul transparente se habían oscurecido por completo.
-A la vuelta, Cid.
-Ok, como prefieras.
Claus que notaba la tensión que experimentaba Ben, miró a Cid y dijo:
-¿Estás listo Cid?
El muchacho bebió el último trago de café y le respondió a su padre.
-Creo que sí. Mi única preocupación es Rubí.
-Ella va a estar bien. Confío plenamente en Ágata.
-Yo también, papá. Pero todo es tan sobrenatural que me cuesta adaptarme a las circunstancias.
-Te entiendo, Cid. –y agregó pensativo- La vida tiene giros verdaderamente inesperados…
De pronto Ben reflexionó en voz alta.
-A pesar de conocer el secreto de Ágata y el abuelo Karl, no puedo sentir rencor contra ella.
-No existen motivos para el rencor. Ágata y mi padre nunca estuvieron juntos. El único reproche que le haría a Karl es no haber podido conseguir un poco de paz a lo largo de su vida.
La vista de Claus se nubló por unas repentinas lágrimas que no alcanzó a contener. La persistente tristeza de su padre era un tema que nunca había podido superar. Su madre tampoco. Unos días antes de morir, le había confesado algo que lo sumió en un profundo dolor. “Cuanto lamento no haber hecho feliz a tu padre”. Esas palabras fueron como dagas que le desgarraron el corazón. Úrsula Finke murió y nunca comprendió el motivo que provocó la eterna pena que consumió la vida de su esposo.
-Ágata es una gran mujer y supo formar una buena familia. Esas mujeres merecen todo mi respeto. No creo que muchas personas tengan las agallas que ellas poseen.
-Eso es verdad, Claus. –dijo Ben emocionado.
Cid consulto el reloj. Miró a su padre y a su hermano.
-Ya es hora.
Los tres salieron juntos del lugar. Caminaban casi pegados. Sabían que la aventura que iban a afrontar era una de las más importantes de sus vidas.
-Que Dios nos acompañe. –rogó Claus para sus adentros.


El sol se estaba poniendo en Cariló. Amatista y Esmeralda regaban el jardín y cortaban las malezas que dañaban los rosales. En un momento, Amatista se quedó asombrada observando la mirada de su pequeña sobrina. Los ojos de Esmeralda estaban más verdes que nunca. Esa nena era muy especial. Desde el principio había demostrado una madurez muy difícil de igualar. A pesar de que todas intentaban mantenerla al margen de tanta locura, Ami sabía que Esmeralda estaba al tanto de todo lo que ocurría en la familia. Nunca había formulado ninguna pregunta inapropiada ni había alterado su comportamiento cotidiano. Era muy considerada y demasiado madura para la edad que tenía. Amatista no estaba segura si eso era una bendición o una verdadera maldición para aquella hermosa criatura.
De pronto Jade apareció corriendo por el sendero del fondo. Tenía las mejillas coloradas y venía cargando el teléfono que estaba en la cocina. Después de recuperar el aliento dijo:
-Alguien quiere hablarte. –después de entregarle el aparato a su tía agregó- Esmeralda, necesito que me ayudes con las regaderas. –ante la mirada molesta de su hermana, dijo- Ahora mismo.
Cuando las chicas desaparecieron por el jardín trasero, Amatista respondió la llamada.
-Hola.
-Tu voz es tan parecida a la de tu madre… -susurró una mujer que hacía mucho tiempo que no escuchaba.
-¿Turquesa? ¡No lo puedo creer!
La dama Roccia sonrió al otro lado de la línea telefónica.
-Hace mucho tiempo que no hablamos ¿verdad?
Amatista apenas pudo ahogar un sollozo desesperado. Turquesa preocupada dijo:
-¿Estás bien, Ami?
-¡Estoy muerta de miedo, tía! Si supieras las cosas que están sucediendo…
La vieja dama volvió a sonreír y con aplomo respondió:
-Tranquila Ami, estoy al tanto de todo. Tu madre me escribió hace unos días y por ese motivo estoy llamando.
-Ya viajaron a Vaduz. – reveló Amatista algo más recompuesta.
Las facciones de Turquesa se endurecieron.
-¿El plan ya está en marcha?
Amatista no pudo decir nada. Su tía estaba más informada que ella sobre los pasos que su familia iba a seguir.
-Conozco sólo una parte del plan. Mamá quiere mantenernos lo más lejos posible de esto. Me pidió que cuide a Jade y a Esmeralda y que piense en bienestar del bebé que viene en camino.
-Me parece muy inteligente de su parte. Cuantas menos personas participen de todo esto, mucho mejor.
A la joven volvió a encogérsele el corazón.
-Tía, estamos desafiando al Clan…
Turquesa respiró hondo y reflexionó en voz alta.
-El Clan no me preocupa tanto como la reacción de la Guardia Secreta. Esas mujeres están viejas y locas.
Una risa histérica escapó de los labios de Amatista. El humor ácido de su tía siempre la hacía reír aún bajo las peores circunstancias.
-Van a dar pelea ¿no? –preguntó temerosa.
-No lo dudes. Pero confío plenamente en tu madre. Además no están solas…
Amatista suspiró con una repentina confianza.
-Es verdad, los Finke son personas muy valientes. Aunque no puedo negarte que temo por su seguridad. Ellos no saben el poder al que se enfrentan.
-Recuerda que las guardianas tienen prohibido atacar a las personas comunes. Esa es una excelente ventaja.
-Ellas van a ponerse furiosas. Además son muy peligrosas. Nadie puede olvidar lo que hicieron con las damas portuguesas.
De repente la mirada de Turquesa se ensombreció. Recordaba perfectamente aquel nefasto episodio.
-Ami, si tu madre se llega a comunicar quiero que le digas que el plan sigue tal cual lo diseñamos.
-De acuerdo.
Antes de finalizar la conversación, Turquesa dijo:
-¿Cómo están tus hermanas?
-Bien. Jade es de gran ayuda, en especial con Esmeralda.
-Muy bien, quiero que cuenten conmigo para lo que necesiten. Sé que sólo soy una vieja que se encuentra a más de 14.000km de allí, pero muy a mi pesar mis poderes siguen tan fuertes como siempre.
Amatista sonrió aliviada.
-Gracias, tía. Quiero que sepas que te extraño mucho. Si bien respeto tus decisiones, espero volver a verte algún día.
La voz se estranguló en la garganta de Turquesa. Ella sabía que su exilio la obligaba a permanecer lejos de su familia.
Era el precio que debía pagar por su libertad…



La amnesia de Alina




26 octubre, 2011

Capítulo 75 "Berilo Rots"

Como todos los comienzos de primavera, los turistas comenzaban a invadir el antiguo peñón. Sin duda ese lugar en el mundo es uno de los sitios más visitados por los viajeros de diversas nacionalidades. Es un sitio pletórico de historia y su belleza natural es una de sus características más apreciada. “The Rock” como la denominan los ingleses es una ciudad fuera de lo común. Lugar cosmopolita por excelencia y envuelto en un conflicto territorial que ya llevaba más de tres siglos, para los españoles es sencillamente Gibraltar. Culturas opuestas convergen allí y convierten al peñón en un imán muy difícil de ignorar.
Berilo Rots hace más de 20 años que habita una pequeña casa en The Rock. Su vivienda se halla en una zona de riscos y completamente alejada del circuito turístico. La única compañía que tiene la mujer es la de su antigua ama de llaves, una holandesa de buena cuna que la cuida con suma devoción. Gunilla Janssen no sólo se destaca por su imponente físico, sino también por un invalorable sentido de la nobleza. Desde el terrible episodio que marcó para siempre la vida de Berilo Rots, no ha pasado un solo día sin que Gunilla vele por el bienestar de la anciana dama.
Berilo Rots era la representante más antigua dentro del Clan de las Piedras. Su familia siempre se destacó dentro del Clan por sus continuos aportes y por su profunda devoción. Sin duda Berilo estaba destinada a tener una participación más que destacada dentro del grupo. Después de cruzar el umbral de los 16 años y una vez que había cumplido la mayoría de edad, Berilo comenzó a padecer una serie de tragedias personales que ensombrecieron su vida. A pesar de no experimentar ninguna clase de deficiencia orgánica, Berilo no pudo quedar embarazada hasta la edad de 38 años. Las sucesivas muertes de su madre y su hermana, la primera de manera natural y la segunda en un terrible accidente automovilístico, le provocaron una depresión que a la hora de concebir le impedía concretar su único anhelo.
Finalmente en el umbral de los 40 años Berilo dio a luz a una niña que fue bautizada con el nombre de Esmeralda. Aquella criatura se convirtió rápidamente en la luz de sus ojos. Esmeralda significaba “el renacer” de toda la familia. El apellido Rots revivía con cada respiro que aquella pequeña niña exhalaba. Esmeralda nació el día que daba comienzo a su signo zodiacal, por ende su origen era puro por naturaleza. Los dones de la niña se desarrollaron con rapidez. Su capacidad para estimular la purificación del espíritu y su habilidad innata para abrir el tercer ojo, la convirtieron en una jovencita muy prometedora. Berilo estaba orgullosa y Esmeralda se fue criando en un ámbito donde su destino de Dama la colmaba de orgullo y felicidad.
Todo cambió de manera trascendental un mes después de cumplir los 24 años. Aquella mañana Esmeralda paseaba junto a uno de sus perros por el campo de tulipanes que se extendía a unos 300 metros de su casa. Los ojos del oficial holandés se cruzaron con los de Esmeralda y la atracción fue inmediata. A pesar que ese día apenas intercambiaron unas pocas palabras, los encuentros entre la muchacha y el joven oficial se repitieron a lo largo de todo un mes. Fue la primera vez que Esmeralda le ocultaba algo a su madre. Estaba confundida y experimentaba sentimientos encontrados. Si bien su anhelo era continuar con la tradición que su condición de Dama le otorgaba, el deseo y el amor que sentía por aquel hombre eran cada vez más fuertes. Se rehusaba a la posibilidad de engendrar una criatura con aquel joven y luego verse obligada a quitarlo de su vida para siempre.
Berilo comenzó a advertir los cambios en el carácter de Esmeralda a partir del segundo mes de la secreta relación que su hija mantenía con el soldado holandés. Una noche antes de retirarse a dormir, decidió que ya era tiempo de confrontar a su hija. Algo estaba sucediendo y ella necesitaba saber de que se trataba. Esmeralda se derrumbó en cuanto comenzó a hablar. Berilo apenas podía creer lo que estaba escuchando. Sin embargo el profundo amor que profesaba por su hija le impidió tomar una determinación apresurada. Tratando de calmar la angustia que agobiaba a la joven, le prometió que juntas iban a tratar de solucionar aquel problema.
Berilo conoció a Willem, el joven oficial de 28 años del que estaba enamorada su hija, y comprendió de forma inmediata que no tenía ningún sentido oponerse al sentimiento que los unía a ambos. No dudó mucho en tomar una decisión. Habló con Esmeralda seriamente y le dijo que sólo existía un camino para resolver aquel entuerto.
No quedaba otra solución que comunicar lo que estaba sucediendo al Clan y enfrentar con valor la terrible reacción de la Guardia Secreta…


El tren que las trasladó desde Zurich a Vaduz llegó en horario. El viaje fue absolutamente magnífico. Ópalo Pierre y Rosa Pietra no daban crédito de lo que veían sus ojos. El paisaje era maravilloso. Ninguna de las dos conocía el principado de Liechtenstein y este maravilloso lugar les estaba obsequiando una espléndida sorpresa. Las cúspides de las montañas aún cubiertas de nieve conformaban un cuadro natural muy difícil de igualar.
Sin embargo toda esta maravilla de la naturaleza no parecía conmover ni un ápice a Ámbar. La chica continuaba tan desanimada y ausente como el primer día. Nada ni nadie podía llegar a rescatarla del limbo en el que se hallaba abstraída. Ópalo Pierre había optado por dejar que las cosas transcurrieran sin mayores presiones y esperaba que llegadas a Vaduz, las guardianas pudieran ayudarlas con la apatía que padecía la jovencita.
Descendieron del tren a las 16.30hs. Mientras un empleado de la estación las ayudaba con el equipaje, Rosa Pietra advirtió la presencia de un joven hombre que las observaba con suma atención. Una vez que las tres mujeres quedaron solas en el andén, el muchacho se acercó hasta ellas y las saludó cordialmente.
-Buenas tardes, señoras. Mi nombre es Jonás y vengo a buscarlas. Las Guardianas las están esperando.
A pesar de la pobre imagen que Ámbar presentaba en ese momento, el sacerdote no pudo quitarle los ojos de encima. Sin dudas Ámbar era una joven muy atractiva. Llevaba el cabello sujeto en una trenza y usaba un vestido floreado que le otorgaba un aspecto casi angelical. Aunque calzaba una sandalias sin tacos. su altura era superior a la media. Jonás deseaba poder descubrir sus ojos, pero Ámbar no se quitó los anteojos negros en ningún momento. Ni siquiera emitió un pequeño comentario. Parecía estar en un evidente estado de ensoñación. Una vez que Ópalo y Rosa ingresaron al Mercedes negro, Jonás extendió la mano y se la ofreció a la muchacha con el fin de ayudarla a entrar al auto. Ella titubeó unos segundos y sin decir palabra apoyó su palma sobre la del muchacho y rápidamente subió al vehículo.
Arribaron a la residencia de Vaduz pasadas las 17.00hs. Dos jóvenes mujeres las estaban esperando en la entrada principal.
-Bienvenidas a Vaduz, señoras. Mi nombre es Cordelia y ella es Francina.
Ópalo Pierre y Rosa Pietra saludaron con amabilidad. Ámbar permaneció tan ausente como siempre. Las sacerdotisas la miraron extrañadas. Algo parecía funcionar mal. Francina miró a Ópalo y dijo:
-¿La señorita se encuentra bien?
Rosa Pietra sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Ámbar la estaba encolerizando. Si se empeñaba en mantener aquella actitud, no iba a tener más remedio que exponerla a los métodos de las Guardianas. Ópalo era demasiado condescendiente con aquella quisquillosa jovencita. ¡Qué no daría ella por que su Alejandrita estuviese en su lugar! ¡Zorra consentida!
-Ámbar esta extenuada. El viaje fue muy largo… -afirmó Rosa mirando a Ópalo con astucia.
-Es verdad. –confirmó Ópalo con premura- Necesita descansar unas horas.
-¡Por supuesto! –exclamó Cordelia- Todo está preparado para que se sientan como en su propia casa. Las Guardianas prefieren encontrarse con ustedes en la cena de recepción.
-¡Excelente! –exclamó Rosa con mal disimulado júbilo.
-Por aquí, señoras.
Todas las mujeres ingresaron a la estancia. Ámbar permaneció parada en el mismo lugar donde se había estado desarrollando la conversación. Sentía que las piernas no le respondían y un sabor amargo le invadía sus resecos labios.
De pronto alguien apoyó suavemente una mano sobre su cintura y la invitó a entrar. Fue apenas un leve roce. Cuando Ámbar miró sobre su hombro, los ojos de Jonás le sonreían abiertamente.
-Le suplico que entre, señorita. Va a ser un honor para mí acompañarla.
Ámbar no supo que responder. Aquel hombre le infundía una tranquilidad que hacía mucho tiempo no sentía. El esbozo de una pequeña sonrisa se asomó en la boca de la muchacha. Fue como un remanso en medio de tanto desesperación.
¿Acaso ese hombre podría llegar a imaginar la desolación que ella estaba padeciendo en aquel momento?


“Es un amor imposible”, le dijo la jefa Suprema del Clan a Berilo Rots. La Guardia Secreta no se quedó atrás. Si bien en un principio trataron de disuadir con buenas maneras tanto a Berilo como a Esmeralda, ante la obstinada negativa de ambas mujeres no dudaron en recurrir a sus poderes.
La tarde en que Esmeralda y Willem pensaban escapar de Ámsterdam, Jean y Edana se hicieron presentes en la casa de Berilo. Esmeralda estaba sola en la finca. Jean obligó a la muchacha a escribir una nota de despedida tanto a su madre como a su enamorado. La joven dama fue incapaz de resistirse, ya que el poder de Jean de controlar los movimientos de la personas le impidieron rebelarse. En un descuido de las Guardianas, Esmeralda logró evadir el cerco que habían construido en torno a su cuerpo y huyó hacia el lugar donde Berilo y Willem esperaban por ella.
Sin embargo Edana logró alcanzarla y sin ninguna clase de piedad utilizó su perverso don sobre la chica. Edana era la única guardiana que tenía prohibido abusar de su poder. Tener la capacidad de quitarle la razón a una persona era el último de los recursos que podían utilizar aquellas mujeres. Sólo en situaciones límites estaban autorizadas a desarrollar ese cuestionado don. A pesar de todo, Edana no tuvo consideración. En apenas un segundo, Esmeralda cayó de bruces sobre el camino de tierra. Su cuerpo permaneció inmóvil y sus pupilas se fueron dilatando lentamente. Cuando Jean llegó a su lado, Esmeralda apenas podía controlar sus pensamientos.
El grito de Berilo al ver el cuerpo caído de su hija provocó la huída inmediata de las Guardianas que temían ser denunciadas por la noble dama holandesa. Berilo se arrojó sobre la muchacha y trató de incorporarla. Esmeralda tenía los ojos muy abiertos y una saliva espesa se colaba por la comisura de los labios. Intentó decir algo pero tuvo una convulsión que la dejó casi inconciente. Berilo desesperada, colocó la mano sobre la frente de su hija y después de concentrarse le infundió a la joven toda la energía positiva de la que era capaz. Sus dedos parecían estar electrificados y las fuerzas empezaban a abandonarla.
De pronto y ante la espantada mirada de Willem, los ojos de Esmeralda comenzaron a recuperar el brillo perdido. Entre los dos cargaron a la jovencita y la llevaron hasta la casa. Durante una semana, damas de todo el mundo llegaron hasta el hogar de Berilo Rots y se concentraron para lograr la cura de Esmeralda. Día tras día la chica daba pequeñas señales de progreso. Willem pasaba las horas junto a la cama de Esmeralda y le hablaba suavemente con el fin de que se sintiera reconfortada.
Una noche Berilo Rots se despertó después de escuchar un extraño ruido. Los postigos abiertos de la habitación de Esmeralda golpeaban ferozmente la pared de la casa. Con horror, Berilo descubrió que su hija no se encontraba en su cuarto. La búsqueda de Esmeralda Rots duró casi 2 semanas. En realidad y después de haber transcurrido 20 años, la búsqueda de la joven dama nunca fue abandonada por parte de su madre.
Sin embargo Berilo nunca volvió a ver a Esmeralda. Seis años después de su desaparición, una vieja dama noruega creyó reconocer a Esmeralda en un pequeño pueblo cerca de Oslo. Aquella mujer se hacía llamar Lavinia y estaba casada con un hombre alto y con fuerte acento holandés. Cuando Berilo Rots llegó al lugar, ya no quedaban rastros de quien podía llegar a ser su hija. Berilo nunca supo si su hija alguna vez logró recuperar por completo la razón. Quizás los esfuerzos por recobrarla dieron finalmente sus frutos, y la muchacha aterrorizada había decidido huir y desaparecer para siempre. Lo cierto es que Esmeralda nunca volvió a comunicarse con su madre.
Berilo intentó en repetidas ocasiones vengarse de la Guardia Secreta, pero Ágata Roccia logró disuadirla. La pobre mujer asistió por última vez a uno de los concilios que el Clan llevaba a cabo cada dos años. Su exposición fue desgarradora.
“Como descendiente de una de las familias más tradicionales del Clan voy a proteger la piedra que está bajo mi custodia el resto de mi vida. Sin embargo ustedes me quitaron a mi única hija. Maldigo al Clan de las Piedras y a toda su casta. Esta es la última vez que sabrán de mí. Renuncio a todos mis dones y espero que no intenten detenerme porque soy capaz de utilizar todo mi poder para defenderme. Que Dios se apiade de sus almas.”

Ya era de noche cuando Zafiro Pedra intentó comunicarse con la casa de Gibraltar. Finalmente una voz cansada atendió la llamada.
-Hola.
A Zafiro el corazón le galopaba. Hacía más de 10 años que no escuchaba la voz de Berilo Rots.
-Berilo… -murmuró Zafiro conmovida.
-¿Quién habla? –preguntó la anciana intrigada.
-Necesito tu ayuda Berilo. No cortes por favor. Soy Zafiro Pedra.
La única respuesta fue un duro silencio.
-Por favor Berilo… -insistió la dama desesperada.
La comunicación se interrumpió de manera abrupta. A su manera, Berilo Rots había respondido a la súplica de la Jefa Suprema del Clan…



Gibraltar






25 octubre, 2011

Capítulo 74 "Se mueven las fichas"

Los intentos de parte de Ópalo Pierre y Rosa Pietra para distraer a Ámbar fueron en vano. Habían llegado a Suiza durante la mañana y recién partirían al día siguiente en el primer tren que se dirigía a Vaduz.
Zurich era una ciudad fascinante que ofrecía al visitante miles de oportunidades para distenderse y disfrutar. Sin embargo nada de lo que Ópalo y Rosa programaron para distender a Ámbar dio resultado. La joven se deslizaba por la hermosa ciudad como si fuera un fantasma. Sus ojos apagados parecían no tener la capacidad de apreciar todo lo que la rodeaba. Apenas probaba bocado y su cuerpo cada vez más delgado se negaba a compartir cualquier clase de paseo. Cada vez que encontraba un sitio donde sentarse, se instalaba lánguidamente y permanecía en silencio el mayor tiempo posible.
Ópalo y Rosa desesperadas, habían utilizado sin ningún prejuicio sus dones naturales para infundir en el ánimo de la chica un poco de emoción. Nada había dado resultado.
Ámbar parecía haber caído en un pozo profundo del que no podía o no quería salir.
Ya eran las 3 de la madrugada y Ópalo no conseguía recuperar el sueño. En la cama que se hallaba junto a la suya, Ámbar dormía con placidez. Esa parecía haberse convertido en su actividad favorita. Tratando de no despertarla y después de revisar la documentación que debían presentar al día siguiente, decidió salir de su habitación e ir en busca de Rosa Pietra que se hallaba descansando en el cuarto contiguo. No necesitó golpear la puerta más de 2 veces. Rosa la recibió de inmediato.
Ella tampoco lograba conciliar el sueño. Había preparado té caliente y después de ofrecerle una taza a Ópalo, ambas se sentaron en unos pequeños sillones que estaban ubicados junto al ventanal de la habitación. Desde allí las dos mujeres contemplaron un buen rato las luces que iluminaban Zurich durante la noche.
-Creo que tenías mucha razón, Rosa. Sin duda Ámbar está haciendo todo lo posible por echar a perder esta importante oportunidad que el Clan nos está ofreciendo.
La italiana miró a Ópalo con un gesto triunfal en el rostro.
-Me reconforta que hayas admitido mi teoría, querida amiga. Es imposible que el poder de todos nuestros dones no haga mella en tu obstinada nieta. De manera más que evidente, ella está bloqueando nuestro esfuerzo con sus propias virtudes. Espero que el Clan no descubra que Ámbar hace uso indebido de sus dones. Sabe muy bien que tiene prohibido por ley utilizar su poder de manera negativa.
Ópalo Pierre sorbió un trago de té y su rostro afligido se descompuso en una mueca de furiosa impotencia.
-Esta chica siempre fue mi preferida. Cuando mi hija murió, naturalmente deposité toda mi esperanza en Ámbar. Topacio es una joven maravillosa, con dones remarcables, pero Ámbar es de origen puro. Eso siempre la distinguió y si su carácter no fuera tan voluble, hubiese llegado a una posición muy importante desde hace mucho tiempo atrás.
-No te tortures con esas cuestiones, Ópalo. Lo importante es aprovechar la magnífica oportunidad que el Clan les está brindando. No debes claudicar. Además sería imperdonable que te dejes manipular por una jovencita necia y testaruda.
Ópalo Pierre coincidía plenamente con el comentario de la dama italiana. Ámbar iba a viajar a Vaduz a cumplir con su deber. No importaban los recursos a los que debería recurrir para lograr su objetivo.

Cerca de las 12.30 del mediodía, la camioneta conducida por Benjamín Finke partía de Cariló rumbo a Buenos Aires. Junto a Ben se hallaba Cid y en el asiento trasero viajaba Claus.
La despedida entre Amatista y Ben había sido muy dolorosa. Las emociones se mezclaban y ambos tenían sobradas razones para experimentar semejante cúmulo de sensaciones.
Después de reconocer su creciente sentimiento por Ben, Ami estaba asustada y vulnerable. Las dificultades que había atravesado durante las primeras semanas de su embarazo ya habían sido superadas, pero descubrir aquella irresistible atracción por Ben, la había sumido en un implacable estado de fragilidad. Del mismo modo, Ben sufría por dejarla sola en Cariló con la responsabilidad de velar por el bienestar de Jade y Esmeralda. Sin embargo sabía que su lugar era contribuir con el plan que Ágata había diseñado. Los tres iban a viajar a Vaduz a espaldas de las sacerdotisas. De hecho Ágata, Marina y Rubí hacía más de medio día que marchaban rumbo a Buenos Aires.
El silencio dentro del vehiculo se estaba tornando asfixiante. Ninguno de los tres hombres se animaba a pronunciar ni media palabra. Los gestos de preocupación y la falta de experiencia ante semejante situación les provocaban una profunda desazón. Cid tenía la mirada perdida y sus labios dibujaban una delgada línea rosada. Sus manos que estaban apoyadas sobre sus piernas tenían los dedos crispados y sudaban de manera copiosa. De pronto sintió un ligero pero reconfortante apretón en su hombro derecho. Aquel breve gesto de su padre lo había emocionado. El orgullo que sentía por su familia le henchía el corazón. A pesar de lo crítico de la situación, ninguno de ellos había dudado siquiera un segundo en prestarle todo su apoyo, aún con un riego de vida demasiado probable.
Ben estiró la mano y encendió el equipo de música. La canción comenzó a sonar y ninguno de ellos pudo abstraerse de la letra de aquella composición. Parecía una ironía del destino, pero las palabras no podían ser más apropiadas.

“Es por culpa de una hembra, que me estoy volviendo loco
no puedo vivir sin ella, pero con ella tampoco.
Y si de este mal de amores, yo me fuera pa la tumba
a mí no me mandéis flores, que como dice esta rumba:

-Una rosa es una rosa… -murmuró Claus visiblemente conmovido.

Quise cortar la flor, más tierna del rosal
pensando que de amor, no me podría pinchar.
Y mientras me pinchaba, me enseñó una cosa
que una rosa es una rosa, es una rosa…”

A esa hora del mediodía el Aeropuerto Internacional de Ezeiza era un verdadero hervidero. El vuelo que tenía como primera escala Madrid y luego se dirigía a Suiza tenía como horario de partida las 15.20hs. Ágata, Marina y Rubí llegaron a la estación aérea apenas unos 40`antes de la salida del avión. El viaje de Cariló a Buenos Aires había transcurrido sin problemas, pero el tránsito desde la capital hasta Ezeiza se había convertido en un verdadero calvario. Rubí se indispuso en varias ocasiones y debieron detener la marcha en tres oportunidades. Su temperatura casi rondaba los 39 grados y la presión arterial estaba muy baja. Marina no dejaba de acariciar a su hija y Ágata hablaba constantemente con Rubí con el fin de distraerla. Cuando llegaron a la estación aérea se encontraron con las sacerdotisas en el lugar que habían acordado previamente. Aldonza y Agustine comprobaron preocupadas que Rubí estaba en pésimas condiciones. Cuando se encontraron con las damas, la jovencita estaba muy abrigada y llevaba unas gafas oscuras que le ocultaban los ojos. Llevaba una campera de paño y un chal que le cubría la garganta. Cuando las mujeres la saludaron, su voz sonó ronca y débil. Sin embargo su cabello rizado y cobrizo seguía cayendo como una cascada de brillante fuego. Markus no podía dejar de mirarla.
Desde que la había visto por primera vez en la casa de Cariló, la joven le inspiró una energía imponente. Sin duda era una dama de origen puro. Todo su cuerpo emanaba un intenso poder. La ira que la dominaba no hacía más que volverla más deseable. Estaba indignada y todo su ser se rebelaba ante su inevitable destino. Markus sabía que gozaba de la preferencia de Edana. Ojalá aquella ventaja lo ayudara a ser el elegido. Sería un verdadero honor yacer con aquella singular criatura.
La comitiva de Vaduz fue la primera en abordar el avión. Los asientos que ocupaban se hallaban en el sector de primera clase. Esta opción no era una posición de privilegio, en realidad viajaban allí por cuestiones de privacidad y de seguridad.
Mientras Marina finalizaba los trámites para subir a la nave, Ágata acompañó a Rubí hasta el sector de los baños. La chica se quitó las gafas y se lavó la cara. Miró a su abuela a través del espejo y murmuró:
-Espero que todo salga bien…
Ágata la tomó de los hombros y besándole la frente le dijo:
-Nunca imaginé que fueras tan valiente. Estoy muy orgullosa.
La chica le acarició la mejilla y aseveró con seriedad:
-Haría cualquier cosa por ustedes y sobre todo por Cid. Lo quiero con todo mi corazón. No soportaría verlo sufrir.
-Lo sé, querida. Lo único que te pido es que no estés asustada. Las Guardianas van a tener que comprender…
La chica suspiró y agregó de manera lacónica:
-Eso espero…



Rumbo a Buenos Aires














22 octubre, 2011

Capítulo 73 "Contraorden"

La residencia de Vaduz se encontraba a oscuras. Pasadas las 12.30 de la noche la actividad en el lugar era nula. Hacía un par de horas que las sacerdotisas descansaban en sus respectivas recámaras. Al día siguiente las labores comenzaban muy temprano por la mañana y debían respetar los horarios de manera debida.
El libro que Jean había estado leyendo reposaba sobre su cuerpo. La guardiana estaba muy preocupada. Clarencia había alterado el frágil equilibrio de la pequeña comunidad que conformaban. La visión de su compañera no dejaba lugar para las dudas. Algo nefasto para sus intereses se estaba pergeñando en Lisboa y ella estaba dispuesta a averiguarlo. Sin embargo y a pesar de la preocupación que la acosaba, el sueño finalmente la había vencido.
El timbre del teléfono sonó estridente. Jean dio un respingo que por poco la hace caer de la cama. El libro cayó de manera estrepitosa al suelo y con el afán de atender el teléfono estuvo a punto de derribar la copa de agua que reposaba en su mesa de luz.
-¡Hola! –exclamó agitada y nerviosa.
-Disculpame por la hora Jean, soy Zafiro Pedra y tengo algo muy importante que decirte.
Un ligero escalofrío recorrió la espina dorsal de la guardiana. Sus malos presagios se estaban cumpliendo inexorablemente.
-Zafiro, no creo que esta sea una hora apropiada para…
La dama portuguesa la interrumpió con educación.
-Te repito, Jean. Tengo que informarte algo muy importante.
La anciana mujer calló resignada.
-Ha sucedido algo muy especial, Jean. Junto con Alina Gestein hemos descubierto una manera de generar una energía positiva infinitamente superior a la que conseguiríamos poniendo en práctica el ritual de la concepción forzada.
-¿Entonces? –preguntó la mujer con prudencia.
-Ya no es necesario el ritual, Jean. Debo darte la orden para que suspendas todos los preparativos al respecto.
Jean no podía creer lo que estaba escuchando. Todos los planes que había forjado con sus compañeras iban a ser arrojados por la borda. El sueño de recuperar el poder perdido dentro de la comunidad de las Piedras estaba a punto de naufragar de manera irremediable.
-¿Estás ahí, Jean?
-Si… -murmuró la guardiana de modo sombrío.
Zafiro que advirtió de inmediato la desazón de Jean y conociendo el carácter que aquella mujer tenía, no tardó en remarcar la orden que ya le había dado.
-Espero que me disculpes por haberte despertado a estas horas de la noche. Pero como reconocerás, esta noticia no podía esperar hasta mañana. Te ruego que les comuniques mi decisión a tus compañeras y que aguarden nuevas instrucciones. Alina se encargará de avisarles sobre el particular tanto a la familia Roccia como a la familia Pierre. Necesito que el grupo que has enviado a Argentina regrese de inmediato a Vaduz. Ya no es necesaria su colaboración.
La última frase de Zafiro Pedra fue como una daga que desgarró sin compasión el corazón de Jean. Apenas podía contener la cólera que la embargaba. Las uñas de la mano que tenía libre se incrustaron como garras en la manta que cubría su cama.
Despidió a la Jefa del Clan con un saludo gélido y distante. La cabeza de la daba vueltas y experimentó un ligero mareo cuando intentó incorporarse de la cama. Se quedó sentada en el borde del colchón con las piernas colgando como si fuera una muñeca de trapo. Miró el reloj. Eran las 2 de la mañana y no tenía ningún sentido despertar a esa hora al resto de las guardianas. Sorbió un trago de agua y volvió a meterse lentamente dentro de la cama. No valía la pena gastar energías en ese maldito momento. Sin duda al día siguiente iba a necesitar de toda su capacidad para elaborar una nueva estrategia.
Nada en el mundo iba a impedir que la Guardia Secreta volviera a recuperar el lugar de privilegio que durante tanto tiempo había gozado.

La noche había transcurrido demasiado rápido. Apenas habían dispuesto del tiempo necesario para organizar los detalles que permanecían sin resolver. Rubí se despidió de su tía y de sus dos hermanas la noche anterior. El momento había sido demasiado angustiante y se negaba a repetir la dolorosa escena a la mañana siguiente. Por ese motivo tampoco había utilizado el cuarto que compartía con Jade. Había dormido un par de horas sobre la cama de su madre. Eran las 6 de la mañana cuando Marina vino a buscarla al dormitorio.
-¿Estás lista? –preguntó Marina agobiada.
Rubí abrió los ojos rápidamente y con determinación se irguió sobre sus codos. Miró a su madre con dulzura y dijo:
-Absolutamente. ¿La abuela ya está preparada?
Marina suspiró con resignación.
-Tu abuela está preparada desde anoche. Creo que apenas pegó un ojo. Bajé dos veces durante la madrugada y la encontré sentada en el living repasando todos los detalles del plan.
Rubí sonrió con dulzura. Estaba asustada, pero el tener a Ágata de su parte le infundía una tremenda tranquilidad. Se calzó unos jeans, un buzo de algodón, buscó una campera de abrigo y por último se puso un par de zapatillas de tenis. Descolgó la mochila que había alistado el día anterior y salió del cuarto de su madre sin mirar atrás.
En el living, Claus, Ben y Cid degustaban un apetitoso desayuno. Los tres devoraban las tostadas en absoluto silencio. A los hombres la ansiedad le provocaba un apetito voraz. Rubí miró a Cid y el corazón le dio un vuelco. El muchacho tenía los ojos hundidos y dos ojeras oscuras le daban un aspecto terrorífico. Sin poder contenerse corrió hacia donde estaba el muchacho y lo abrazó con vehemencia. Cid le apartó el cabello de la cara y amorosamente le besó los labios. A ninguno de los dos le importó la presencia del resto de la familia. Se estaban jugando el destino de su relación y no iban a disimular ante nadie el amor que los consumía.
-¿Dormiste bien prinzessin? –preguntó el joven preocupado.
-No. –respondió Rubí con picardía.
-Yo tampoco. –agregó Cid risueñamente.
El clima de controlada tensión se distendió con rapidez. Ágata apareció en el living cargando otro termo con café caliente.
-¡Buenos días, Rubí! Te pido que no comiences a dar vueltas y tomes tu desayuno como corresponde. –ordenó la anciana mientras le dedicaba a Cid un guiño cómplice.
La chica se sentó murmurando protestas cerca del sillón que ocupaba Cid. Ágata miró a Claus y dijo con voz grave:
-Aún estamos a tiempo de cambiar los planes, Claus. No quiero obligarte a hacer algo tan peligroso.
-Todos estamos de acuerdo con los pasos a seguir. Está decidido, Ágata. Vamos a llegar hasta el final de este asunto.
-Entonces no queda nada más que comenzar con el juego. En media hora Marina, Rubí y yo estaremos partiendo para Buenos Aires. Ustedes ya saben que hacer.
-Cuente con ello, Ágata. –dijo Claus con convicción.
La anciana dama se acercó al hijo de su antiguo y único amor y rozándole una mejilla con la mano, susurró con emoción:
-Habría sido una verdadera dicha tenerte como hijo. Karl estaría muy orgulloso del hombre en que te has convertido.
Claus apenas pudo contener las lágrimas. Ahora podía perdonar a su padre y comprender el persistente amor que Karl había sentido por aquella noble mujer.

Alina Gestein había arribado a Berlín en el último vuelo de la noche. Estaba notablemente cansada pero satisfecha. La tarea que tuvieron que realizar con Zafiro había resultado más que ardua, pero los resultados justificaban cualquier sacrificio.
Cuarzo y Citrino la estaban esperando en el aeropuerto y ellas se encargarían de trasladarla hasta la casa. Era demasiado tarde como para que Alina se animara a conducir por sus propios medios. Estaba ansiosa por llegar a la casa porque Zafiro le había encomendado una tarea muy específica. Ella iba a comunicarle a Ópalo Pierre que el Ritual de la Concepción Forzada había sido suspendido. Las últimas noticias que recibieron de Ópalo y Ámbar Pierre eran que se hallaban en Milán en casa de Rosa Pietra y que de un momento a otro debían viajar a Vaduz.
Una severa jaqueca la estaba martirizando desde el preciso momento en que el avión aterrizó en Alemania. Antes de descender del aparato, una azafata le había facilitado una aspirina que hasta el momento poco y nada la había ayudado. Cuando estaba a punto de cruzar el sector de la Aduana, un profundo malestar le provocó una oleada de mareos que la obligaron a apoyarse contra una pared. Un empleado de la estación aérea la socorrió y la ayudó a sentarse en uno de los bancos del lugar. Tenía la cabeza embotada y apenas podía razonar. Una profunda sensación de vacío se fue apoderando de su mente. Era como si su cabeza hubiese sido invadida por un sinnúmero de agujeros negros que le impedían pensar.
Dos jóvenes mujeres se acercaron a ella y la saludaron con dulzura. Eran dos muchachas muy jóvenes y parecían conocerla. Sin embargo ella no tenía la menor idea de quienes eran. Una de las chicas la miró con preocupación y dijo:
-¿Te sucede algo, Alina?
No quería ser descortés con ellas pero le era imposible responder aquella pregunta. ¿Quiénes eran esas mujeres?
¿Y quien era Alina? En ese preciso instante una pregunta desesperante le ocupó toda su atención. ¿Qué estaba ocurriendo con su mente? ¿Era posible que no pudiera recordar ni siquiera su propio nombre?

A cientos de kilómetros de allí la figura de una anciana se recortaba en el marco de una ventana. La luz de la luna iluminaba sus facciones parcialmente. Sus ojos permanecían cerrados y parecía encontrarse en una especie de trance. Sus arrugadas manos aferraban un medallón de plata que relucía bajo el cielo estrellado. Los pómulos de su cara se hallaban ferozmente pronunciados producto de la enorme tensión. De pronto sus párpados se abrieron lentamente. La voz que provino del interior de la habitación sonó relajada.
-¿Todo en orden, hermana?
Therese sonrió de manera amenazante. No tardó mucho tiempo en contestar.
-Ya está echo, Jean.
Una perversa gratificación le asaltó el cuerpo. Seguramente a esa hora Alina Gestein no tendría la menor idea acerca de su honorable identidad…



Therese