30 septiembre, 2011

Capítulo 57 "La decisión de Valdivia"

El receso solicitado por Zafiro acababa de culminar. Las damas iban ingresando al salón en pequeños grupos.
Durante la interrupción de la sesión, muchos acontecimientos se habían precipitado. Marina Roccia estaba en estado de shock y se negaba a retornar a la reunión. Ágata y Alina trataban de convencerla, pero ella se rehusaba a regresar bajo cualquier circunstancia. Estaba desesperada. Consideraba una crueldad lo que intentaban hacer con su hija. Y no había ahorrado insultos y amenazas si se atrevían a tocar a Rubí.
En un momento los ánimos estaban tan alterados que se enfrentó a Zafiro Pedra advirtiéndole que era capaz de denunciarla públicamente por obligar a mantener relaciones sexuales a una
niña que para la ley argentina aún era menor de edad.
A pesar de estar reunidas en el escritorio de Zafiro, los gritos de Marina se podían escuchar en toda la finca. Alina tratando de calmarla tuvo que obligarla a tomar un sedante que fue haciendo efecto muy lentamente.
Ópalo Pierre por el contrario después de evaluar su situación actual, llegó a la conclusión de que la elección de Ámbar como una de las candidatas para el ritual de la concepción, le permitiría matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, el problema que le provocaba la conducta errática de Ámbar estaba prácticamente solucionado. Ya no era necesario enviarla a Italia con la familia Pietra. El Clan se iba a encargar de que sus pasos se encaminaran de una vez por todas.
Al mismo tiempo su posición se veía notablemente mejorada ya que ella era la abuela de una de las elegidas. Eso le iba a permitir posicionarse de una manera muy importante en el contexto del Clan.
Ágata continuaba encerrada en un silencio total. Su mente elaboraba miles de conjeturas pero ninguna lograba convencerla.
Estaba muy preocupada. Marina estaba fuera de control y el destino de Rubí estaba prácticamente sellado. A pesar de toda su experiencia, la idea de obligar a la niña a tener una experiencia tan perturbadora, le provocaba un rechazo que jamás había experimentado en su vida.
Marina se excusó de participar de las primeras votaciones y anunció que sólo ingresaría al salón para emitir su voto cuando se estuviese decidiendo la elección de las autoridades.
La reunión se desarrolló en un clima de máxima tensión. Varios temas de suma importancia se fueron decidiendo con el consenso general de todas las damas. El tiempo pasaba y el momento más esperado se iba acercando.
Finalmente Zafiro dio por concluida la votación de los temas que habían sido expuestos. Una vez resuelto este punto sólo quedaba una votación por realizar.
La voz de la dama portuguesa se hizo escuchar con claridad. Sus manos estaban cruzadas sobre la mesa y el anillo que lucía en el dedo anular brillaba a la luz del sol que entraba por los ventanales del salón.
-Estimadas Señoras, llegó el momento de la votación final. Ahora debemos elegir a la Dama que asumirá el cargo de Jefa Suprema del Clan por un período no superior a los dos años.
Todas las mujeres estaban en silencio. De pronto la puerta se abrió e hizo su ingreso Marina Roccia. El rostro de Marina estaba desencajado y los ojos brillosos miraban en dirección a su madre. Se sentó junto a ella y esperó en silencio. Zafiro volvió a tomar la palabra.
-Diamante Stein será la encargada de mencionar a las postulantes para el cargo de la Jefatura.
La dama alemana avanzó hacia el lugar donde estaba Zafiro y se colocó a su diestra. Con voz firme anunció:
-Las dos postulantes para el cargo de la Jefatura son: Por la elección, Rosa Pietra. Por la reelección, Zafiro Pedra.
El clima dentro del salón era tan tenso que ninguna de las participantes acertaba a hacer el menor comentario o el mínimo movimiento. El nerviosismo iba ganando las mentes de las mujeres y ya no quedaba más tiempo que perder. Cada una de las damas colocó el voto dentro de la antigua copa de cristal y esperó que Diamante Stein anunciara el resultado. Después de hacer el recuento de votos, Diamante advirtió que se había establecido un empate técnico. Tanto Zafiro Pedra como Rosa Pietra contaban con la misma cantidad de votos. Al anunciarlo, no pudo evitar un leve temblor en la voz.
-Señoras, debo comunicarles que ambas candidatas están empatadas. Recurriendo a la normativa del Clan, la decisión final queda en manos de la dama más antigua del Clan.
Un murmullo generalizado resonó en el ambiente. Y los ojos de casi 20 mujeres se detuvieron en un sólo rostro. Ese rostro era del de Ágata Roccia. En sus manos estaba la elección de la Jefa Suprema del Clan.
Diamante Stein miró a Ágata y dijo:
-Ágata, tu voto es el que decide.
La imponente figura de Ágata se fue incorporando lentamente. Sin dejar de sostener la mano de Marina que estaba sentada a su lado, dijo con voz firme.
-Mi voto es para… Zafiro Pedra.
La sorpresa fue generalizada. Después de lo que había acontecido durante aquella terrible jornada, ninguna de las damas pensaba que Ágata iba a votar a favor de Zafiro. El rostro de Rosa Pietra que ya se consideraba triunfadora, se fue desfigurando hasta quedar reducido a una mueca de frustración y cólera mal disimulada.
Zafiro desde su sillón principal miró a Ágata a los ojos y le dijo con voz emocionada:
-Gracias Ágata.
La anciana le devolvió la mirada y respondió con serenidad:
-Yo se muy bien lo que significa lealtad, Zafiro.
Zafiro acusando el golpe, le respondió tratando de mantener la compostura.
-Y yo conozco perfectamente cual es mi deber, Ágata.
Diamante Stein hizo una pausa para recomponer la voz y anunció con solemnidad
-Por votación dividida, Zafiro Pedra permanecerá al frente de la Jefatura del Clan por los próximos 2 años.
¡Oh, Sagrada Piedra protege a nuestra dama y guíala hacia las profundidades del conocimiento divino!
Las voces de las mujeres respondieron al unísono y con fervor:
-¡Así sea!



Amatista descansaba en el jardín de la casa. Faltaba una hora para el mediodía y aún podía disfrutar de los rayos del sol.
Esa mañana se había levantado un poco menos mareada, sin embargo el episodio con Ben Finke aún rondaba su mente y por más que lo intentaba no podía quitárselo de la cabeza. Estaba asustada y desconcertada a la vez. De no haber ningún inconveniente, ese día Ben iba a volver allí para cenar y ella no imaginaba como iba a hacer para resistir la presencia tan cercana del muchacho. Todo esto era ridículo. Nunca hubiera imaginado que algo así le podía llegar a suceder.
Jade cruzó corriendo por el jardín: Iba descalza por el pasto y llevaba el teléfono inalámbrico en una de sus manos. Estaba agitada y apenas podía hablar.
-¡Tía! Mamá quiere hablarte. –dijo con el poco aliento que le quedaba.
-Gracias, Jade.
Jade le entregó el aparato y le avisó en voz baja:
-Voy a buscar a Esmeralda a la escuela. Volvemos en un rato.
-Tengan cuidado. Las espero con el almuerzo listo.
Jade se calzó las zapatillas que tenía en el porche y apuró el paso. Su hermana menor estaba por salir del colegio en cualquier momento.
-¡Hola Marina! –exclamó Amatista con alegría.
Amatista esperaba escuchar la voz sonora de su hermana, en cambio la mujer que le habló desde el otro lado de la línea le pareció una completa desconocida. El tono fue tan perturbador que se quedó momentáneamente muda.
-Amatista, ¿las chicas están bien? –preguntó Marina sombría.
-Están todas muy bien. Quedate tranquila…
-Voy a pedirte algo muy especial. Estamos regresando mañana por la mañana. No vayan a buscarnos.
-Pero…
-Por favor escuchame bien. Mamá y yo vamos a tomar un taxi hasta la casa. No se preocupen por nosotras.
-Marina, quiero que me digas lo que está sucediendo. –exigió Amatista crispada por los nervios.
-No puedo adelantarse nada por el teléfono. Algo más. No permitas que Rubí ande sola fuera de la casa.
Amatista sintió que el corazón se le encogía. Algo muy grave estaba sucediendo en Valdivia.
-Rubí está con Cid. Es un buen chico.
Hubo un breve silencio.
-Lo sé. Por eso te pido que les expliques que permanezcan en la casa hasta que nosotras lleguemos.
-Me estás asustando Marina.
Marina sentía que el llanto le ahogaba la garganta. Apenas pudo responderle a su hermana.
-Amatista por favor, cuídense y esperen nuestro retorno. Todo va a estar bien. Ágata les manda muchos besos a todas. Las quiero mucho Nos vemos en casa.
De pronto la comunicación se cortó. Amatista se quedó mirando el teléfono sin saber como reaccionar. El corazón le latía con fuerza y las manos le transpiraban cada vez más. No alcanzaba a imaginar que cosa tan terrible había podido suceder en el concilio como para que su hermana le pidiera que Rubí no salga de la casa.
¿Acaso alguna dama había tenido alguna clase de visión y en ella había podido adivinar el amor que Rubí sentía por Cid?


En Valdivia, las damas iban regresando a sus respectivas habitaciones. Después del almuerzo de cierre de la reunión, cada familia tenía que estar alistada para emprender el regreso a sus respectivos países.
Los comentarios con respecto a los sucesos que habían agitado la ultima sesión del Clan, aún recorrían los pasillos de la enorme finca. Rosa Pietra, furiosa. por su frustrado intento de llegar a la Jefatura del Clan se había encerrado en un completo mutismo. La única que tenía acceso a ella era su hija Alejandrita que no paraba de recibir órdenes de parte de su furibunda madre. La chica tenía la cara angustiada y corría de un lado para el otro tratando de cumplir con todos los requerimientos de su progenitora.
Zafiro Pedra a través de sus asistentes había convocado a Ágata Roccia y a Ópalo Pierre a su escritorio privado. Ambas mujeres se hallaban sentadas frente a la dama portuguesa que revisaba con nerviosismo la documentación que tenia entre las manos. Mientras Ópalo esbozaba una espléndida sonrisa, Ágata era la imagen propia de la desolación. Su porte seguía siendo imponente, pero sus ojos apenas podían ocultar la amargura que la embargaba.
Zafiro miró a las mujeres directo a los ojos y dijo:
-Las convoqué a las dos porque necesito explicarles algunos detalles pendientes.
Las damas permanecieron en silencio.
-Como ya anuncié durante la sesión, a partir del día de la fecha, ambas familias tienen un mes para organizar los pasos a seguir con respecto al ritual de concepción. Hay que coordinar los estudios clínicos de las chicas, los días de fertilidad, y todo lo relacionado con la documentación que se debe presentar para que salgan del país y puedan viajar sin que haya
problema alguno. Como para la ley argentina son menores de edad, ambas deberán viajar acompañadas por algún miembro de la familia y con los permisos correspondientes.
Zafiro hizo una pausa esperando algún comentario de parte de las damas, pero las dos permanecieron calladas.
-Quiero que sepan que no tuve otra opción. Pasé noches y días tratando de encontrar una forma tan eficaz como la que  acabo de elegir para reforzar el poder del Clan, pero no he hallado otro camino.
Ópalo Pierre dijo con algarabía:
-No te disculpes, Zafiro. Para mi familia es un verdadero honor poder colaborar de una manera tan importante con nuestro amado Clan. Esta oportunidad es única y quiero agradecerte de corazón que hayas elegido a mi nieta para cumplir con semejante misión.
Zafiro bajó la mirada y dijo de manera lacónica:
-Lamento decepcionarte Ópalo, pero no fui yo quien eligió a Ámbar. Su fecha de nacimiento fue la razón de la elección.
Ópalo contrariada, insistió con su zalamería.
-De todas formas te vuelvo a agradecer tu distinción.
Zafiro no toleró más y recurriendo a toda su amabilidad le solicitó a Ópalo que la dejar a solas con Ágata Roccia. Ópalo contrariada, se retiró murmurando entre dientes y demostró su enojo cerrando la puerta de un tirón.
-Qué mujer tan especial… -comentó Zafiro molesta.
Ágata miró a Zafiro con seriedad. Al hablar su voz sonó seca y cortante.
-Voy a pelear, Zafiro. Esto no va a quedar así.
-Lamento que me digas eso, Ágata. ¿Acaso no te das cuenta de que no tuve otra opción?
-¿Y tus principios sobre la modernización de las leyes del Clan? ¿Y tu interés por alentar a las nuevas generaciones con nuevas propuestas?
Desesperada, Zafiro se acercó a Ágata y le aferró con fuerza ambas manos.
-Te suplico que comprendas. Nuestro poder está diezmado. Las presiones políticas son cada vez más fuertes y esta es una oportunidad excepcional que no se cuando podrá volver a repetirse.
-¡Está mi nieta de por medio, Zafiro! Solamente es una niña… Nuestro destino ya es demasiado duro. Esto que nos obligas a hacer lo considero casi un ultraje. ¡Esta práctica no se cumple desde hace más de un siglo!
Ágata se levantó con repentina energía y antes de salir de la habitación, dijo con tono apesadumbrado.
-Voy a luchar por mi nieta, Zafiro. Voy a luchar hasta las últimas consecuencias.
Una vez que la anciana desapareció tras la puerta, Zafiro se dejó caer en su butaca y con la mirada perdida, susurró tristemente:
-Cuánto lo siento, Ágata… Cuánto lo siento.




Adiós a Valdivia





29 septiembre, 2011

Capítulo 56 "Medidas extremas"

El clima dentro del salón principal estaba cada vez más denso. A medida que las damas iban exponiendo sus opiniones, los gestos y las miradas tanto de aprobación como de desacuerdo variaban según las íntimas convicciones de cada una de aquellas mujeres. Las demandas y las nuevas propuestas se enfrentaban entre dos posturas bien delineadas. De un lado estaban las damas más ortodoxas y del otro las damas más progresistas. De manera inevitable la votación iba a ser el mejor recurso para dirimir tantos conflictos de intereses.
La última exposición fue hecha por la representante del clan Stein. Una vez finalizado su discurso, Zafiro supo que aquel era su momento. Agradeció con cortesía el esfuerzo que habían hecho todas las damas al viajar hasta Valdivia y por haberse comprometido con las necesidades del Clan a través de las propuestas que habían elaborado.
El silencio fue generalizado. Todas estaban muy nerviosas y con la incertidumbre previa a la primera votación. Sin embargo Zafiro les estaba deparando una sorpresa totalmente inesperada.
-Queridas Señoras, antes de proceder a las primeras votaciones me veo en la obligación de anunciarles, con el derecho que mi cargo me concede, una decisión que no está sujeta a ninguna votación.
La incertidumbre era cada vez más grande. Unas a otras cruzaban miradas de desconcierto y de inevitable curiosidad. Zafiro haciendo caso omiso a la agitación que se podía palpar en el ambiente continuó con su voz serena y firme.
-Después de evaluar concientemente los acontecimientos políticos de cada uno de los países que representan y de las nocivas implicancias que ellos tendrían en el ámbito mundial, me vi obligada a recurrir a la sabiduría del Libro Sagrado. Estudié una a una las diferentes posibilidades y sólo pude encontrar un camino que nos garantice una esperanza real y efectiva. Si bien mis ideas están bastante alejadas de los principios arcaicos y aunque brego por la modernización de muchas reglas de nuestra familia, en esta ocasión creo desde lo más profundo de mi corazón que esta decisión que he tomado es la más acertada.
Zafiro hizo un breve silencio y sorbió un poco de agua. Después de aclararse la garganta hizo una pausa y miró con pesar a Ágata Roccia. Ágata le sostuvo la mirada con dignidad y obligó a Zafiro a bajar la suya con infinita tristeza.
-Quiero comunicarles que a partir de este momento y con el único fin de revitalizar el poder de nuestro amado Clan, ordeno la concepción forzada de dos de nuestras damas más jóvenes.
Las exclamaciones se sucedieron una tras otra sin solución de continuidad. Zafiro continuó imperturbable.
-Dichas jóvenes son niñas con nacimientos de origen primario y ya están aptas para la concepción.
El murmullo se iba incrementando y las damas se revolvían en sus sillas sin dar crédito a lo que estaban escuchando.
-Silencio por favor. –ordenó Zafiro con autoridad.
Las mujeres volvieron a callar y esperaban con incertidumbre los nombres de las elegidas.
-Las fechas de sus respectivos nacimientos fueron la clave para terminar de tomar esta decisión. Las familias de las jóvenes involucradas tendrán un mes a partir de la finalización de esta reunión, para acordar los pasos a seguir con las autoridades que vayan a estar al frente de nuestro Clan. Si soy nuevamente elegida, será conmigo con quien tendrán que organizar los preparativos correspondientes, de lo contrario la nueva Jefa de Clan se hará cargo de la situación.
Todas las miradas estaban puestas en le rostro de Zafiro Pedra. El anuncio era inminente.
-No voy a dilatar más esta situación. La primera elegida nació el 20 de Mayo de 1991... Ámbar Pierre.
Ópalo acusó el golpe sin poder evitarlo. Se quedó perpleja y sin palabras. Muchos de sus planes se estaban desmoronando en ese preciso momento.
-La segunda elegida nació el 21 de Marzo de 1992… -hizo una breve pausa y agregó con un hilo de voz- Rubí Roccia.
Ágata bajó la cabeza resignada. Nada había podido hacer para tratar de cambiar el parecer de Zafiro Pedra. Marina que estaba sentada a su lado se aferró a su brazo con desesperación. Alina Gestein la abrazó con delicadeza y trató de consolarla. Todo fue en vano. Marina con los ojos bañados en lágrimas, se levantó horrorizada y dejó caer la silla que
se estrelló estrepitosamente contra el suelo.
-¡Nunca hubiese esperado esto, Zafiro! –exclamó indignada- Yo confiaba…
Marina no pudo terminar la frase. Salió corriendo del gran salón mientras Alina la seguía unos pasos por detrás.
La dama portuguesa estaba consternada, sin embargo aún era la Jefa Suprema del Clan y no podía permitirse el lujo de flaquear frente al resto de las familias.
-Lamento mucho todo esto. Considero que lo mejor para todas es hacer un breve receso y volver a reunirnos en un par de horas para comenzar con las votaciones que están pendientes. Pueden retirarse.
Las damas comenzaron a abandonar el salón en completo silencio. Ópalo salió escoltada por Rosa Pietra que no acertaba a emitir ninguna palabra. Finalmente Ágata Roccia cruzó el umbral de la puerta principal sin mirar a Zafiro Pedra.
Muchas alianzas iban a empezar a tambalear a partir de ese preciso momento…



Rubí y Cid se habían reunido para almorzar junto al mar. El parador que los había cobijado desde su primer encuentro se había convertido en su sitio preferido. La idea había sido de Rubí que aprovechando las bondades del clima, organizó un pequeño picnic en la playa. Jade se había encargado de ayudarla con la preparación del almuerzo. Cid estaba muy entusiasmado. Desde que había conocido a Rubí, sus intereses se habían desatado y estaba abierto a cualquier proposición que la chica le hiciera. Ahora mismo la miraba divertido y sonreía con absoluta felicidad.
Mientras él se ocupaba de abrir las gaseosas, Rubí acomodaba los platos sobre unos antiguos manteles de esterilla que Ágata cuidaba como si fueran piezas de oro. Eran muy bonitos y tenían un trabajo artesanal fuera de lo común. Finalmente sacó unos sándwiches y unos bocados que habían sido preparados por Amatista.
Rubí estaba hermosa. Llevaba un vestido de lino floreado que su tía le había prestado y tenía el cabello recogido con una hebilla de madera de manera sutilmente informal. Sus rulos cobrizos brillaban al sol y sus ojos parecían dos llamaradas doradas.
-¡No me mires de esa forma! –exclamó ruborizada- Me muero de vergüenza… ¡Cid!
El muchacho no podía dejar de sonreír. Era maravilloso para su ego poder vulnerar a esa bella criatura con tan sólo mirarla.
Tenía que terminar aceptando un pensamiento que su madre siempre repetía: “El amor nos hace sentir poderosos”. Es tener la absoluta certeza que cuando ella se va su corazón se pierde tras sus pasos. Es saber que su sola cercanía logra poner en ebullición la sangre que corre por sus venas.
Rubí se sentó frente a Cid, cruzó las piernas de manera exagerada y comenzó a observarlo de manera minuciosa. Lo hizo de un modo tan obvio que el muchacho lanzó una estruendosa carcajada.
-¿Esa es tu forma de vengarte? ¿Mirarme como si fuera una rata de laboratorio?
Ella no pudo reprimir una amplia sonrisa. No podía creer cuanto amaba a ese hombre. Adoraba su cuerpo largo y sus manos finas con dedos como de pianista. Estaba relajado sobre una de las reposeras y su cabello totalmente despeinado por la brisa marina lo hacía parecer un adolescente. Tenía puestas sus gafas de sol, pero ella adivinaba que tras los cristales oscuros se escondían aquellos bellos ojos que la deslumbraron desde el principio. Sus rasgos eran una mezcla perfecta de los rasgos alemanes de su padre y la inquietud típica que provoca la etnia árabe de su madre.
-Un cóctel mortal… -murmuró Rubí impulsada por el deseo.
-¿Cómo? –preguntó el joven desorientado.
Ella rió a carcajadas. Le alcanzó una de las gaseosas y volvió a sentarse frente a él. Necesitaba preguntarle algunas cosas y para eso era imprescindible permanecer a una cierta distancia. Si se acercaba demasiado sabía que no podría contener el impulso de arrojársele encima.
-Cid ¿Tu hermano va a venir a cenar con nosotros?
El muchacho titubeó unos segundos y respondió de manera evasiva.
-No prinzessin… Ben acaba de viajar para Apóstoles hace apenas unas horas. Me pidió que lo disculparan por no despedirse, pero salió muy temprano por la mañana.
-¿Pero no iba a quedarse unos días más? –insistió la chica contrariada.
-Si. Pero… -Cid no quería ocultarle nada a Rubí, entonces agregó- Anoche sucedió algo que no estaba en sus planes…
-Si es por eso, en mi casa también sucedieron cosas increíbles de creer.
La súbita confesión la mortificó de inmediato. Se golpeó la cabeza con la mano y frunció los labios con rabia.
-Rubí, no me preocupes. Cuando nos fuimos tu tía no se sentía muy bien.
La chica suspiró resignada y decidió que él no debía desconocer lo que estaba pasando.
-No sé como decirte esto Cid… Parece que Amatista cuando vio a Ben sintió algo especial.
Cid palideció de inmediato.
-¿Amatista tuvo alguna visión? ¿Ben está en problemas?
Rubí no podía creer lo que estaba escuchando. “Oh Dios, -pensó con emoción -que pronto Cid se está acostumbrando a los dones de la familia”.
-No, Cid. Amatista no tuvo ninguna visión especial. Lo que sintió mi tía no tiene nada que ver con nuestros talentos. Todo lo contrario…
-¿Entonces?
-Parece que tu hermano la deslumbró de tal forma que no para de llorar y de pedir disculpas.
Ahora era Cid el que estaba desconcertado. Era imposible. Benjamín había huido a Misiones porque no podía dejar de pensar en Amatista. Miró a Rubí y sin prolegómenos le relató el motivo del repentino viaje de su hermano.
Después de un rato en silencio, ambos comenzaron a reír como dos personas desquiciadas.
-¡Esto es demasiado! –exclamó la chica con un dejo de ironía. –Ágata nos va a querer exiliar a todas…
-Es “ese no se qué” que tiene las mujeres Roccia… -dijo con picardía Cid.
-Muy gracioso Cid, muy gracioso.
Solamente faltaban dos días para que Ágata y Marina regresaran de Valdivia. Rubí no quería imaginar las cosas que estaban por suceder en su familia. El llamado de su abuela no era una buena señal y ahora esto de Amatista complicaba aún más la situación. Miró a Cid a los ojos. El le devolvió la mirada llena de amor. Allí estaba la clave de todo. No importaba lo que pudiese llegar a suceder. Ella era capaz de todo por él, no importaba lo que tuviese que enfrentar.
Sencillamente sin su presencia, nada tenía sentido…



Marina Roccia


28 septiembre, 2011

Capítulo 55 "La Guardia Secreta"

El sol iba desapareciendo por detrás de las cadenas montañosas y una brisa fría bajaba lentamente hasta el centro del valle. Era primavera en Vaduz y las cimas de las montañas se estaban preparando para recibir las últimas nevadas.
Hacía más de 5 siglos que la Guardia Secreta se había establecido en la capital del principado de Liechtenstein. La ciudad fundada durante el siglo XIII está dominada por la imagen del imponente castillo del príncipe que fue construido en la época Medieval.
A escasos kilómetros del río Rin y enclavada en una de las montañas más ríspidas, se encontraba la residencia oficial de La Guardia. Con el propósito de pasar desapercibidas, la estructura del lugar era muy similar al del resto de las construcciones alpinas.
Se movían a pie o en automóvil y bajaban a la ciudad con el sólo fin de adquirir víveres y utilizar las oficinas del correo principal que las mantenía en contacto con las familias del Clan.
Las sacerdotisas más jóvenes y el trío de sacerdotes que oficiaban de guardaespaldas eran los encargados de viajar al exterior en caso de ser necesario. Además tenían la responsabilidad de mantener la estancia en excelentes condiciones y asistir a las sacerdotisas más longevas en todo lo que fuera necesario.
La tarea de estas mujeres era demasiado importante como para tener que ocuparse de las necesidades cotidianas. Además eran ancianas muy poderosas que debían tratar de mantener la mayor lucidez posible. Cualquier momento de desconcentración podía llegar a resultar decididamente fatal. Las mujeres más jóvenes les temían y los hombres apenas podían sostenerles la mirada.
Su jerarquía había ido mutando a través de los siglos. En un principio, el poder del que gozaban no tenía límites. Junto con los sumos sacerdotes habían delineado la vida futura de las damas del Clan. El estallido de la Piedra Sagrada las había obligado a generar un nuevo orden que los ayudara a reconstruir rápidamente el equilibrio perdido. A pesar de todo el esfuerzo realizado, los acontecimientos trágicos de una época tan conflictiva como la Edad Media, fueron minando sus esperanzas. Con el tiempo comprendieron que su labor iba a ser muy ardua y que el resultado final tardaría muchos años en llegar.
Muchos sacerdotes, sacerdotisas y honorables damas perdieron la vida de diferentes formas. Algunos murieron en la hoguera, otras cayeron víctimas de las Peste Negra y muchas huyeron tratando de vivir una vida simple y lejos de cualquier mandato divino. Las damas del Clan que resistieron con bravura los embates del exterior lograron consolidar su situación y les exigieron a los sacerdotes que ellos se convirtieran en sus custodios. A partir de ese momento, su misión fue proteger con sus vidas la continuidad del Clan. Debían mantener oculta su verdadera identidad y tratar de que el resto del mundo permaneciera ajeno a sus actividades.
Los últimos años habían sido muy difíciles para la Guardia Secreta. Debido a unos desafortunados hechos con dos jóvenes que habían huido del Clan y en los que se vieron implicadas muy seriamente, las damas les habían prohibido utilizar sus poderosos métodos de persuasión. Esta situación las tenía muy alteradas y creían firmemente que no se las estaba juzgando como correspondía.
La sala principal de la casa gozaba de una vista maravillosa. Desde allí, las cuatro ancianas dominaban el valle de Vaduz y el camino que ascendía hasta su hogar. En el horizonte las aguas del Rin bañaban las costas de la ciudad y el castillo del príncipe se elevaba imponente en medio del relieve montañoso.
Estaban las cuatro sentadas frente al ventanal y acababan de terminar con la meditación vespertina. Eran las descendientes directas de las familias más antiguas de Europa. Habían heredado su posición a través de los años y pronto deberían dejar su lugar a las sacerdotisas más jóvenes. En su caso sólo la muerte, permitía el relevo de posición.
Jean, Clarencia, Edana y Therese se acercaban inevitablemente al final de sus vidas. La mayoría rondaba los 90 años y apelaban a todas sus fuerzas para mantenerse lúcidas y fieles a su legado. Sin embargo aquel episodio con las jóvenes desertoras a menudo regresaba a su memoria para mortificarlas con obstinada rudeza.
-Jean… -murmuró Clarencia con los ojos entrecerrados.
-¿Si? –dijo la anciana con súbito interés.
-Hace un par de días que vengo soportando estas visiones. Algo extraño está por suceder en Valdivia. Debemos estar muy atentas. ¿Therese?
La mujer que se había inclinado sobre el borde de la ventana y aspiraba el perfume de unas flores silvestres que se colaban por el marco, dijo con suavidad:
-Yo también lo siento. Creo que vamos a tener novedades muy pronto…
Edana que había permanecido al margen de la conversación y que era la más joven de todas, sonrió con ironía y exclamó:
-¡Parece que las señoras tienen deseos de volver a la acción!
Las tres mujeres la miraron con irritación. Como de costumbre, Jean tomó la palabra.
-No es necesario tanto sarcasmo de tu parte, Edana. Solamente nos preocupamos por cumplir con nuestro deber.
La mujer juntó sus apergaminadas manos y sus anillos brillaron bajo la mortecina luz del sol. Sonrió de manera siniestra y dijo:
-Querida Jean, hace tanto tiempo que nos conocemos… No es necesario engañarnos a nosotras mismas.
Therese miró a Edana con fiereza.
-Es suficiente, Edana.
Alguien llamó a la puerta. Las cuatro mujeres instantáneamente adoptaron una posición casi monacal. Parecían componer una escena propia del Renacimiento. Clarencia fue la que dio la orden de entrar. La puerta se abrió y una joven de unos 20 años ingresó al lugar. Era una mujer muy espigada. Casi no hacía ruido al desplazarse, parecía flotar en el aire.
-¿Aldonza? –preguntó Jean con suavidad.
La jovencita sin levantar la mirada y con la cabeza inclinada hacia el suelo, apenas susurró unas palabras.
-Señora, ya es hora que vayamos al pueblo a retirar las provisiones que encargamos esta mañana.
-Muy bien. Quiero que Cordelia te acompañe. Elije a alguno de los sacerdotes para que conduzca el automóvil.
-Como usted ordene, Señora.
La muchacha desapareció tan velozmente como había ingresado. Therese se quedó mirando el lugar por donde había salido la joven mujer. Miró a Jean y dijo con voz esperanzada.
-Creo que Aldonza va a ser una excelente guardiana. Tiene la disciplina y el talento necesario para serlo.
Jean asintió con delicadeza. La nueva generación de sacerdotisas estaba educándose bajo su estricto control. Era necesario recobrar el prestigio perdido. En ello les iba la vida…



Topacio había intentado almorzar rápidamente. No quería permanecer más tiempo del necesario en compañía de su hermana. La última conversación que habían mantenido estuvo a punto de terminar de una manera calamitosa. Ámbar la había atacado con ferocidad y ella se había encerrado en su habitación con la intención de mantenerla lo mas alejada posible.
Desde aquel horrible enfrentamiento no se habían vuelto a ver. Faltaban unas horas para abrir el local, pero prefería hacer tiempo sentada en la plaza y no tener que afrontar una nueva discusión con su hermana.
Sin embargo la suerte no estaba de su lado. Mientras terminaba de lavar los cubiertos que había utilizado, Ámbar entró como una ráfaga a la cocina.
-¡Quiero saber qué cosa está tramando la abuela! –gritó Ámbar exasperada.
Topacio hizo oídos sordos al reclamo de su hermana y continuó lavando la vajilla. Sabía que esta actitud iba a encolerizar a Ámbar pero no tenía ninguna intención de hablar con ella en esos términos. Ámbar furiosa ante la indiferencia de Topacio le agarró el brazo con suma violencia y la hizo girar de un tirón. La chica forcejeó tratando de liberarse de su hermana. De pronto sintió que el aire le faltaba y que un sudor frío y pertinaz le paralizaba el cuerpo. Sabía perfectamente lo que estaba sucediendo. Las palabras de su abuela regresaron a su mente en menos de un segundo. “Si es necesario utiliza tus dones para defenderte de ella”.
Tratando de recuperar el control de su mente, enfocó su mirada en los ojos de su hermana. Una de sus virtudes era combatir la ira y los celos. El poder de su mente era implacable. Sus ojos se fundieron con dureza en las pupilas de Ámbar que se fueron dilatando lentamente.
-¡No me obligues a lastimarte Ámbar! –gritó Topacio con desesperación.
Ámbar rugió como una fiera acorralada y utilizando su poder se negaba a soltar a su hermana. La presión que ejercía sobre
el brazo de Topacio le estaba cortando el flujo sanguíneo y le provocaba entumecimiento en los músculos. La chica recurrió a toda su fuerza y la empujó contra la pared de la cocina. Ámbar tropezó con sus propios pies y cayó al piso de manera aparatosa. Estaba ciega de ira y mientras trataba de incorporarse volvió a atacar a su hermana con su poder.
Topacio que respiraba con dificultad se lanzó sobre Ámbar y le lanzó una cachetada que le cruzó la mitad de la cara.
-¡Ya basta! –vociferó desquiciada. -¡No me obligues a denunciarte ante Clan!
La amenaza de Topacio causó el efecto que ella esperaba. Ámbar podía ser muy caprichosa, pero a la vez era demasiado inteligente. Conocía los límites y sabía que si insistía con su actitud Topacio no iba a dudar en entregarla. Súbitamente la calma retornó al lugar. Topacio agotada se sentó en una de las sillas de la cocina y trató de recuperar el ritmo de su respiración.
Ámbar permanecía acurrucada en el piso con la cara oculta entre las manos. Se sentía ultrajada y al mismo tiempo sabía que no podía seguir enfrentando a su hermana. En lo profundo de su mente reconocía la fortaleza de Topacio y sabía que no tenía ninguna chance de vencerla. Además estaba el tema del Clan. Y precisamente eso era lo que más la preocupaba.
Topacio se levantó lentamente y se dirigió hacia la puerta. Antes de salir de la cocina dijo con voz lacónica:
-A partir de este momento no quiero que volvamos a hablar. –y agregó de manera sombría- Nunca más.
La frialdad de Topacio impactó con implacable rudeza en los oídos de Ámbar. Por primera vez en su vida sintió miedo. Un temor oscuro y asfixiante. Maldijo una y mil veces. Tuvo que admitir con resignación que por soberbia había cruzado una límite del cual ya no podía regresar…




Castillo de Vaduz



27 septiembre, 2011

Capítulo 54 "Discursos enfrentados"

En la casa Roccia los ánimos estaban decididamente alterados. Debido a la indisposición de Amatista, Jade fue la encargada de llevar a Esmeralda a la escuela. La noche anterior Rubí había llegado de muy mal humor y recién había conseguido quedarse dormida alrededor de las 5 de la mañana.
Jade regresó al chalet decidida a hablar con su hermana y con su tía. Estaba cansada de hacerse cargo de las desventuras que le sucedían al resto de las integrantes de la familia. Antes de viajar a Valdivia, Ágata y Marina habían dejado muy en claro que todas debían asumir la responsabilidad de mantener el orden en la casa. La única que estaba eximida de aquella regla era Esmeralda.
Corrió por el sendero de lajas y abrió la puerta con energía. La escena que presenció le evaporó la cólera en cuestión de segundos. Amatista estaba recostada en uno de los sillones llorando como una niña, mientras Rubí sentada a su lado la arropaba con un gesto de verdadera confusión en el rostro.
Desconcertada, miró a su hermana y dijo:
-¿Qué está pasando?
Rubí sin dejar de acariciar el cabello de Amatista, dijo con suavidad:
-La tía está… está…
Jade no alcanzaba a comprender el motivo por el cual su hermana titubeaba tanto.
-¡Rubí! ¡Por Dios! ¿Qué está pasando?
La chica continuaba con una expresión de asombro en la cara.
-Amatista se sigue sintiendo mal, pero no es por el embarazo. Anoche tuvo una especie de revelación…
-¿Una revelación?
Amatista que hasta ese momento no había pronunciado palabra alguna, se enjugó las lágrimas y dijo con voz entrecortada:
-Estoy muy avergonzada… Se supone que yo debería estar cuidándolas… Sin embargo me estoy comportando como una tonta…
-¡No digas eso tía! –la reprendió Rubí.
Jade que a esta altura de las circunstancias estaba más confundida que al principio, se acercó a las dos mujeres y se sentó junto a ellas.
-Tía, ¿podrías contarme de qué se trata todo esto?
Amatista se incorporó en el sillón y ocultó su rostro con las manos. Estaba angustiada y no sabía como reaccionar.
Finalmente decidió que era hora de aclarar lo que le estaba sucediendo.
-Anoche cuando Cid vino a casa, yo no sabía que iba a venir acompañado. Cuando salí de la cocina y miré a el hombre que estaba con él, sentí algo muy especial en la boca del estómago. Fue como si alguien me hubiese golpeado y partido el cuerpo en dos pedazos… Casi no tuve tiempo de reaccionar. Ben se acercó y me dio la mano. A partir de ese momento la sensación de vértigo fue irreversible. No podía volver a mirarlo, tenía pánico de que pudiera notar los nervios que su presencia me provocaban. –hizo una pausa significativa y agregó- Fue en ese momento que decidí volver a la cocina y no me permití regresar…
Jade miró a Rubí sin hacer ningún comentario. Las mujeres de la familia estaban enloqueciendo y a ella ya no se le ocurría ninguna idea eficaz para detener la catástrofe que se estaba avecinando.



El salón principal de Valdivia ya estaba ocupado por el 80% de las damas concurrentes. La sesión estaba por comenzar en cualquier momento, sólo faltaba la presencia de Zafiro Pedra que estaba demorada atendiendo un llamado telefónico.
Ágata y Alina estaban sentadas a la derecha del sillón principal. Ninguna de las dos había intercambiado ni siquiera un breve comentario. Sus rostros estaban inmutables y apenas levantaban la vista de los papeles que tenían sobre la mesa. Marina Roccia que estaba sentada a una cierta distancia de su madre, apenas podía contener la angustia que la embargaba.
La puerta se abrió de par en par y Zafiro ingresó acompañada por sus dos asistentes. Coral y Jaspe caminaban detrás de la jefa del Clan cargando una serie de documentos, mientras Zafiro en persona –y para sorpresa de todas- llevaba entre las manos uno de los tesoros más importantes para aquellas mujeres: El Libro Sagrado.
Se ubicó lentamente en la cabecera de la mesa y esperó a que sus asistentes se retiraran.
“Oh Sagrada Piedra, ayúdanos a encontrar el Conocimiento Superior” –dijo la mujer con voz potente y pausada.
“Así sea” –exclamaron las damas al unísono.
Zafiro inspiró con energía y dio por comenzada la sesión.
-Les recuerdo que tienen absolutamente prohibido utilizar cualquiera de sus dones, no sólo dentro de este recinto ni en cualquier parte de la finca mientras dure nuestra sagrada reunión. No toleraré ninguna clase de excesos y las conmino a que ante cualquier posible conflicto recurran a toda la sabiduría que poseen con el único fin de encontrar las mejores soluciones para el bien común.
El silencio fue abrumador. Había muchas cosas en juego y el tiempo se estaba agotando. Tal como había resultado en la última selección Celestina Rocher, jefa del Clan belga tenía la palabra.
-Es un honor para mí representar una vez más el pensamiento de toda mi familia. Coincido con muchas de las observaciones que se han estado mencionando en las anteriores exposiciones. Sin embargo estoy convencida que el Clan ha hecho frente de la mejor manera posible los avatares propios de los tiempos que corren. El gobierno de mi país también ha tenido dificultades importantes este año, pero por mi parte no voy a aceptar ninguna clase de presión sobre nuestra familia. Creo con fervor que nuestras jóvenes damas están tratando de cumplir con responsabilidad los deberes que poseen y que aspiran con fervor a aceptar lo que el destino les tiene preparado.
La palabra cruda de Rosa Pietra no se hizo esperar.
-Espero que sepas disculpar mi interrupción querida Celestina, pero creo que es de público conocimiento que el gobierno de tu país no atraviesa los graves episodios de violencia que se están produciendo en otras partes del mundo. Sin embargo basta ver las continuas amenazas con pruebas nucleares de ciertas potencias asiáticas, para saber que el equilibrio mundial pende de un hilo.
Celestina Rocher dirigió sus ojos azules hacia Rosa Pietra y con una sonrisa condescendiente dijo:
-Querida Rosa, conozco muy bien la problemática mundial… A pesar de ello considero que no es muy diferente a las amenazas que han padecido nuestras antecesoras muchos siglos atrás. –dicho esto continuó con su alocución- Creo que la sensibilidad y la comprensión con respecto a las nuevas generaciones de damas ameritan cierta flexibilidad de parte nuestra. Es de vital importancia que se sientan comprendidas y respaldadas y que no crean que la deserción es la única salida para sus vidas. No abono a la teoría de retomar las antiguas leyes. Su marcado arcaísmo y su vetustez no creo que puedan mejorar la situación actual de las niñas.
Los rostros de Rosa Pietra y de Ópalo Pierre estaban morados de rabia. Nunca imaginaron tan férrea oposición de parte del clan belga. Aún conservaban su esperanza en las exposiciones de los clanes alemanes restantes. Sin embargo las cosas no estaban saliendo tan bien como pretendían.
-Para terminar quisiera agregar que en mi nombre y en el de toda mi familia queremos agradecerle a Zafiro Pedra el excelente trabajo que ha estado desarrollando estos últimos años. –y mirando directamente a los ojos de Zafiro agregó- Quiero que sepas que cuentas con todo nuestro apoyo querida Zafiro.
La dama portuguesa sonrió con pudor y le agradeció a la dama belga con una leve inclinación de cabeza.
-Eso es todo. Les agradezco a ustedes también haberme escuchado con tanto respeto y atención.
Nuevamente un silencio abrumador acaparó el salón de reunión. La palabra ahora quedaba en manos de Ágata Roccia. Marina sintió un escalofrío a lo largo de su espalda. Algo andaba muy mal y su madre no se atrevía a confesárselo.
Ágata era una mujer imponente. Se levantó lentamente de su silla y recorrió con su penetrante mirada cada uno de los rostros que estaban presentes en aquella reunión. Su voz era segura y tranquilizadora.
-Queridas hermanas, no voy a extenderme demasiado porque todavía quedan muchas exposiciones por efectuarse y me gustaría que cada una de nosotras tenga el tiempo necesario para hacerlo con corrección. Creo con firmeza que lo expuesto por Celestina Rocher es de una claridad e inteligencia notables. No comparto la idea de volver al pasado y aferrarnos a métodos que en la actualidad carecen de absoluto sentido. Confío en la palabra, en la comprensión y en el consejo sano. Repito, creo firmemente en la persuasión a través de la palabra. Opino desde lo más profundo de mi corazón –hizo una pausa, miró fijamente y de manera significativa a Zafiro y continuó- que cualquier medida de coerción puede resultar absolutamente contraproducente. Lo que estamos buscando es fomentar la conciencia de nuestras jóvenes y no la rebeldía ante un método arcaico y brutal.
Las últimas palabras de Ágata sorprendieron a cada una de las presentes. En su discurso se podía adivinar un mensaje tácito que tenía una clara destinataria, pero hasta ese momento ninguna de ellas lograba desentrañar el nudo del misterio.
Ágata agradeció la atención y dio por finalizado su discurso sin dejar de mencionar su apoyo incondicional al brillante desempeño de Zafiro Pedra al frente de la jefatura del Clan.
Zafiro que había permanecido la mayoría del tiempo con la mirada baja, decidió que ya era hora de enfrentar los ojos de Ágata Roccia. Cuando ésta se sentó a su lado, con afecto apoyó su mano sobre la de su amiga y le dijo al oído.
“No sabes cuanto lo siento Ágata. Pero no encuentro otra salida…”



Salón de discursos en Valdivia